A propósito del estreno de la más reciente versión animada del arácnido favorito de Marvel, Spider-Man: Across the Spider-verse (Dos Santos, Powers, Thompson, 2023), anotamos que su desbordado diseño gráfico, su gama infinita de recursos visuales, el ritmo y el notable guión hacían ver obsoleto e inútil al MCU.
Sin la misma contundencia, pero con la misma intención disruptiva que Across the Spider-verse, la nueva película animada de las Tortugas Ninja, Teenage Mutant Ninja Turtles: Mutant Mayhem (USA, 2023) no solo es la mejor versión en cine que hemos visto hasta el momento de las Tortugas (nacidas de un cómic independiente de los años ochenta y popularizadas por la famosa caricatura para televisión en la década de los noventa), sino que además refuerza la idea de que el cine basado en cómics solo tiene un futuro viable: la animación.
Ustedes las conocen (y si no, ¿en qué alcantarilla han vivido todo este tiempo?): Rafael (voz original de Brady Noon), Miguel Ángel (Shamon Brown Jr.), Donatello (Micah Abbey) y Leonardo (Nicolas Cantu) son cuatro tortugas que viven en las alcantarillas de Nueva York. Hace quince años, cuando eran unas tortugas bebés, se vieron expuestas a un extraño químico verde que las convirtió en mutantes. Una rata llamada Splinter (voz de, nada más ni nada menos que Jackie Chan), también se vio expuesto a la extraña sustancia pero además decidió convertirse en el padre adoptivo y entrenador de estos cuatro quelonios.
Todo esto ya lo sabíamos desde la caricatura noventera, en todo caso la gran diferencia con esta cinta (dirigida por Jeff Rowe y Kyler Spears, el equipo tras la también divertida The Mitchells vs the Machines) es que si en las versiones anteriores hacían énfasis en las tortugas y en lo ninja, aquí los guionistas Seth Rogen, Evan Goldberg y Jeff Rowe prefieren subrayar la parte adolescente y mutante de los personajes.
Así, lo que tenemos en el fondo es un coming-of-age donde cuatro adolescentes viven ocultos en el subsuelo neoyorkino y cuyo más anhelado deseo es salir a la superficie, ser aceptados por los humanos y no recibir trato como aberraciones de la naturaleza. ¿Alguien dijo El Hombre Elefante (Lynch, 1980)?
El principal obstáculo es su sacrosanto padre, quien como buena rata neoyorkina no solo odia a los humanos, sino que les teme de forma irracional. Al fin y al cabo padre, Splinter le transmite esos temores a sus hijos: cree que los humanos no solo serán hostiles con sus pequeñas tortugas sino que además serán usadas para macabros experimentos (hilarante rolling gag sobre si las “ordeñarán” cual vacas).
Este énfasis en la adolescencia va más allá de lo argumental y también justifica el diseño visual. Toda la animación se ve cual si fueran los bocetos de algún adolescente en las hojas finales de un cuaderno: líneas duras, garabatos, rayones, colores vivos que traspasan los bordes. La anarquía adolescente se transmite no solo en la personalidad independiente y bien definida de los cuatro protagonistas (antes identificables sólo por el color de sus antifaces, hoy personajes completamente diferentes entre sí) sino en el universo visual que los rodea y que grita creatividad y desparpajo.
La vibra adolescente también se manifiesta con gran tino en el trabajo de doblaje: los diálogos son rápidos, atropellados, plenos de slang neoyorquino y mucho notoriamente improvisados. Sorprendentemente esa cualidad se mantiene en la versión en español. Paramount, a diferencia de Sony con Spider-Man, no permitió que los influencers secuestraran el doblaje a nuestro idioma. El resultado es más que satisfactorio, los encargados del doblaje al español saben trasladar el ímpetu del original sin perder la esencia ni la diversión.
Las Tortugas no tardan en encontrar una aliada humana, April O’Neil (Ayo Edebiri) cuyo diseño dista mucho del de la caricatura ochentera y por el contrario, regresa al diseño del cómic original donde O’Neil era de ascendencia afroamericana. Ella aquí es una estudiante que quiere ser reportera y que sufre bullying.
Es por O’neil que las Tortugas se enteran de una serie de robos perpetrados por Superfly (Ice Cube), líder de otras criaturas mutantes cuyo plan parece prestado al de Magneto en la primera X-Men (Singer, 2000): si los humanos no los aceptan como son, pues qué mal por ellos porque con una máquina Superfly planea convertirlos a todos en una sola raza mutante.
Siempre con un tono juguetón, con obvias referencias al cine, la música y el internet (queda claro que a pesar de vivir en las alcantarillas las Tortugas tienen buen Wi-Fi), además de un soundtrack absolutamente espectacular (Trent Reznor y Atticus Ross en el score junto con una selección musical de canciones que quedan a la perfección), Mutant Mayhem es otro ejemplo exitoso sobre cómo se debe adaptar un cómic a cine.
Si acaso el eslabón más débil es el guion que resulta predecible y hasta identificable en algunas escenas a otras cintas del género (la solidaridad neoyorkina recuerda a la segunda cinta de Sam Raimi sobre Spider-Man).
Teenage Mutant Ninja Turtles: Mutant Mayhem es una especie de Tortuga Ninja Begins, donde el énfasis no está en sus habilidades como guerreras (que aún no las tienen) sino en su determinación de ser héroes, pero sobre todo pelear antes por su derecho a ser adolescentes.