La comedia romántica, un género que parecía exclusivo de los grandes presupuestos y las grandes superestrellas de Hollywood, ha encontrado en el cine independiente el lugar ideal para florecer con películas propositivas, inteligentes e interesantes.
Cintas como Obvious Child (Robespierre, 2014), Palm Springs (Barbakow, 2020), Ingrid Goes West (Spicer, 2017) e incluso The Worst Person in the World (Trier, 2021) han demostrado que si el género está en decadencia para los grandes estudios, es en el cine independiente donde genera ideas, creatividad e imaginación.
Es el caso de Rye Lane (Reino Unido, 2023), la ópera prima de la cineasta británica
Raine Allen-Miller quien, junto con sus guionistas Nathan Bryon y Tom Melia así como con su fotógrafo Olan Collardy, deconstruye el género de la romcom no para reinventarlo sino para dentro de su propia estructura tan convencional, encontrar formas de hacerlo más dinámico, cálido sin ser cursi y con un manejo de los espacios que no es usual en este tipo de películas.
La cinta inicia con tomas cenitales a varios baños públicos para detenerse con Dom (David Jonsson), quien se refugia en la cabina del WC para llorar por el reciente rompimiento con su ahora ex-novia, a quien no sólo la cachó siendo infiel sino que lo hizo con el mejor amigo de él.
La cosa es incluso aún más incómoda porque el cornudo Dom, un chico con aversión al conflicto, acordó verse con su ex-novia ¡y con su amigo! para “hablar las cosas” y quedar en buenos términos.
Es cuando aparece en escena Yas (Vivan Oprah), quien lo escucha llorando en el baño (se trata de un tocador unisex) y por ello comienza a cuestionarlo sobre su situación. Sin razón alguna (una de las tantas licencias que el guion aprovecha del género de la romcom) Yas no sólo ayudará a Dom a vivir el trance de la ruptura, sino que ambos se convertirán en mejores amigos mientras recorren sus historias de vida caminando por las calles del sur de Londres.
La referencia obvia es la saga Before de Richard Linklater. Yas y Dom caminan por el barrio de Peckham, una parte de Londres que usualmente no sale en las películas y que poco a poco se convierte no sólo en escenario sino en un personaje primordial de la historia de estos dos desconocidos que a base de largas pláticas vuelven amigos y tal vez algo más.
Pero las similitudes con el cine de Linklater acaban ahí, Allen-Miller inyecta en su narrativa un ritmo ágil, de cortes abruptos y encuadres muy planeados donde sus personajes se funden con las calles de un Londres populoso y vivo. Esto, junto con los diálogos siempre interesantes de todos los personajes, recuerda a las primeras cintas de Danny Boyle (Shallow Grave, Trainspotting) cuyo cine siempre se fusiona con el ritmo del soundtrack, compuesto aquí por bandas indie y uno que otro clásico.
Por supuesto, la química entre los actores siempre es fundamental en este tipo de cintas y aquí no es la excepción, Dom y Yas hacen una gran pareja que se fusiona principalmente por la enorme cantidad de inseguridades que cada quien lleva a cuestas. Sus actuaciones se potencializan con el diseño visual de la cinta: lentes de ojo de pez que los siguen en dollys a lo largo de las calles de Peckham, colores vivos e incluso a veces saturados, primeros planos y flashbacks donde los personajes se ven a sí mismos en el pasado (Hola Woody, ¿eres tú?).
La trama transcurre prácticamente en un mismo día, por lo que resulta imposible no recordar aquella joya llamada Afterhours (1985). Aquí, como en la cinta de Scorsese, nuestra pareja recorrerá las calles de Londres durante toda la tarde y hasta entrada la noche, viviendo varias aventuras que involucran a sus exes, amigos y familia, teniendo siempre como fondo el barrio: sus parques, sus mercados, las casas donde las familias enteras salen al patio a poner música, beber cerveza y comer.
Si en el clásico de 1999, Hugh Grant y Julia Roberts se enamoraban en las calles limpias de Notting Hill, en esta cinta un par de actores de ascendencia africana se enamorarán por las calles de un Londres donde aún no pasa la gentrificación.
Rumbo al final, la directora no elude el final feliz que el género demanda. Pero para entonces esta joven cineasta ya nos ha ganado con esta cinta llena de corazón, humor, buen ritmo, muchas ideas y personajes entrañables.
Raine Allen-Miller es una directora a la que hay que seguir.
Rye Lane se puede ver en la plataforma StarPlus.