En su quinto largometraje, Perdidos en La Noche (México, Países Bajos, Alemania, 2023), el realizador mexicano Amat Escalante (dos veces ganador del Ariel, dos veces ganador en Cannes) sigue en la búsqueda de nuevos géneros a explorar en su filmografía.
Si en su cinta anterior (una de las mejores de su carrera), La Región Salvaje (2016), el director mexicano abordaba temas de ciencia ficción (siempre anclados de alguna forma a la realidad nacional), en Perdidos en la Noche el cineasta explora el thriller noir -con todo y femme fatale- donde increíblemente (para los estándares de Escalante) el humor es una herramienta constante en el guión (escrito a seis manos junto con Martín Escalante, Paulina Mendoza y el propio director).
Al inicio parece que estamos en una típica cinta del director: Emiliano (Juan Daniel García Treviño) tiene tres años que no sabe nada de su madre, Paloma, una activista que se oponía (por temas de ecología) a la instalación de una mina transnacional cerca del pueblo. En la noche, luego de una manifestación contra la famosa mina, unos policías la detienen, la sacan de su coche y se la llevan sin saber a dónde.
Han pasado años de aquel suceso y Emiliano junto con su hermana siguen en la búsqueda, ya que las autoridades (como es costumbre) no hacen nada. Luego de una pista que le da un policía, Emiliano junto con su novia (María Fernanda Osio) llegan a casa de los Aldama, una excéntrica familia ricachona compuesta por Carmen, una conocida actriz (Bárbara Mori, ni más ni menos), Rigoberto, un excéntrico artista plástico (Fernando Bonilla) y sus hijas, destacando la mayor, Mónica (Esther Expósito), una influencer con muchos followers.
Es justo aquí donde entramos a terrenos inusuales en el cine de Escalante. Los Aldama viven en una casa en medio de la nada y frente a un lago. A Rigoberto le cae bien Emiliano y le da trabajo en la casa ayudando a las tareas en general. Es así como Emiliano comienza a platicar con la guapa Mónica, en un juego de seducción evidente. En paralelo, la familia Aldama es atacada violentamente por una secta religiosa (que claramente es la Luz del Mundo pero con otro nombre).
Nada es lo que parece en esta familia, todos tienen una agenda oculta y en medio de este juego va quedando Emilio y su novia, quienes sólo quieren saber cuál es el paradero de la mamá de Emilio.
La cámara de Adrián Durazo sigue a todos los personajes en encuadres que juegan con el entorno, principalmente con la casa de los Aldama, de arquitectura caprichosa pero que se vuelve un personaje más de esta trama llena de misterios y personajes extravagantes donde las redes sociales juegan un papel fundamental. Y luego está la tensión sexual entre la guapa Mónica (otra que además no para de documentar su vida en redes, fingiendo en video su suicido) y Emiliano quien no obstante tener novia, resulta complicado dejar pasar los lances de la influencer.
Estamos ante un thriller con tintes noir, sobrecargado de tramas, que no obstante atrapa la atención del espectador principalmente por el trabajo de la estrella presente en el reparto. Y no, no estoy hablando de Bárbara Mori, que si bien es toda una presencia, la película pertenece por mucho, a un Juan Daniel García Treviño cuyo personaje carece del melodrama que usualmente acompaña al cine de Amat, al contrario, es él quien detona los no pocos momentos de humor que extrañamente inundan la película. Treviño entrega un trabajo absolutamente natural, cuyo carisma termina por adueñarse de la película.
Amat debe estar agradecido con Treviño, su actuación le da gravitas a una cinta que si bien es interesante, se pierde con tal cantidad de subtramas, aristas, y misterios que no se resuelven del todo.