Todos conocen el engaño de Milli Vanilli, el grupo pop que no cantaba sus propias canciones. En este documental, aquella historia se narra desde una nueva perspectiva.
La historia de Milli Vanilli -el famoso dueto pop que tomó por asalto al mundo de la música pop a finales de los ochenta- es de esas que mezclan tragedia y comedia en partes iguales.
Ellos eran Fab Morvan y Rob Pilatus, dos chicos (el primero francés, el segundo alemán) que se conocieron en la naciente escena de los bailes callejeros y el break dance en Alemania. Sus pasos de baile eran bastante llamativos y se volvieron famosos en el barrio por las fiestas que organizaban. Pronto ambos se volvieron mejores amigos, no solo por el interés del baile y el deseo de volverse famosos, sino también por su pasado similar de familias rotas y disfuncionales.
El dueto comenzó a aparecer como bailadores de fondo en programas de televisión alemana y al parecer es ahí donde el afamado productor Fran Farian los ve y les propone firmar un contrato para hacer giras, grabar discos y demás. Hambrientos de fama y fortuna, Morvan y Pilatus firman el contrato sin leer la letra chiquita, ¿y qué decía la letra chiquita? Que ellos solamente serían la fachada del grupo, pero las canciones serían interpretadas por otras personas.
La mentira siempre usa el elevador, pero la verdad prefiere las escaleras. Así es como surgió Milli Vanilli y fue todo un fenómeno. Estos dos muchachos que proyectaban una sexualidad ambigua, de cuerpos perfectos y miradas cautivadoras vendieron 10 millones de discos con su sencillo “Girl you know it’s true”, que tomó por asalto Alemania, Francia, Europa, Norteamérica y al final el mundo entero.
Pero no hay mentira que dure cien años. En 1990 finalmente se dio a conocer la verdad: Milli Vanilli, Morvan y Pilatus, no cantaban sus canciones. El escándalo fue mayúsculo, los artistas salieron a dar la cara pero el público y la prensa los destrozó, la humillación fue tal que tuvieron que regresar sus recién ganados premios Grammy (cosa que nunca había pasado antes).
Así, los dos chicos que salieron de la nada y habrían conquistado el mundo, se desvanecieron de nueva cuenta, ante el escarnio mundial.
La crónica detallada de este, uno de los escándalos más grandes de la industria de la música, es relatado con solvencia y gran narrativa en el documental Milli Vanilli (Estados Unidos, 2023) del director Luke Korem y que está disponible exclusivamente en la plataforma Paramount Plus.
El documental es narrado casi en su totalidad por el propio Fab Morvan aunque también vemos los testimonios de casi todos los involucrados: la secretaria de la productora, las coristas y los verdaderos cantantes - Charles Shaw, John Davis, Brad Howell- quienes con frustración veían cómo su canción más famosa ganaba premios y el reconocimiento del público mientras que ellos vivían en el anonimato.
Y digo casi todos porque hay una persona que no accedió a hablar con la producción del documental, y ese es Fran Farian, el diseñador de todo el engaño, aquel que ya tenía experiencia creando grupos musicales con artistas guapos y atléticos que no obstante no cantaban en sus discos (ver el caso de Boney M, una banda creada por Fran Farian y que incluso hoy día gana millones gracias a Tik Tok).
En su documental, Luke Korem hace un análisis por demás balanceado de esta historia, otorgándole algo que el juicio mediático nunca le dio a Fav y Rob: humanidad. Sin duda ellos fueron los principales cómplices de este engaño, pero se trataba de dos jóvenes, hambrientos de triunfo, que venían de un pasado muy oscuro en su infancia de padres que los abandonaron. Nada lo justifica, pero eso no los hace unos monstruos.
En cambio, ni la sociedad ni los medios destruyeron a Fran Farian, el artífice de este timo quien lo hizo tres veces: con Boney M, con Milli Vanilli, y con The Real Milli Vanilli, la respuesta de Farian ante el escándalo donde de nueva cuenta repitió la fórmula e incluso logró conectar otros hits en las tablas de popularidad.
No deja de ser casi sintomático de la sociedad occidental que un par de chidos de raza negra sean crucificados mientras que el productor, rubio y de piel blanca, sea completamente exonerado de toda culpa.
El documental también exhibe la corrupción de la industria musical. Era un secreto a voces que Milli Vanilli no cantaba sus propias canciones y sin embargo nadie hizo nada: ¿a quién podría interesarle detener un negocio de millones de dólares diarios por una minucia como que los que salen en la portada del disco en realidad no cantan?, ¿acaso la música pop y el espectáculo no tienen siempre algo de engaño?
Al darle el micrófono a Morvan, el director pone todo en una nueva perspectiva. ¿Hoy en día alguien se daría por engañado si se descubriera -por decir algo- que Bad Bunny no canta sus propias canciones? Lo más probable es que no, por que en efecto, en el mundo del espectáculo, el público está dispuesto a ser engañado, a jugar el juego, a ser llevados a un mundo que desafía a la realidad.
La historia de Milli Vanilli es una comedia, una farsa, una historia con moraleja, y al final una tragedia. La fama es una droga, y una muy mala consejera.