Tras la Revolución Islámica en Irán, la situación de los derechos humanos de las mujeres se volvió una auténtica tragedia. Además de las leyes discriminatorias ya existentes, se impuso como obligatorio el uso del hijab, se prohibió que las mujeres entraran a estadios, anduvieran en bicicleta o motocicleta así como practicar ciertos deportes. Las mujeres en Irán son poco menos que seres humanos.
Es en ese escenario donde sucede Holy Spider (Dinamarca Alemania Francia Suecia Jordania Italia, 2022) tercer largometraje del cineasta iraní Ali Abbasi (ganador en Cannes 2018) donde un asesino en serie lleva meses matando prostitutas. El hombre las contrata montado en su motocicleta, las lleva a su casa y con lujo de violencia las golpea para luego ahorcarlas con su propio hijab y después tirarlas en algún lote baldío.
La prensa ha publicado notas sobre todas y cada una de las víctimas que por más de seis meses se han ido sumando hasta llegar a la cifra de dieciséis mujeres asesinadas y contando. Un escándalo, pero, al tratarse de Irán (concretamente de la ciudad sagrada de Mashhad), ¿a quién le puede importar que un hombre esté matando mujeres (o peor aún, prostitutas)?
La respuesta es obvia: le importa a otra mujer.
Entra en escena Arezoo Rahimi (estupenda Zar Amir-Ebrahimi, mejor actriz en Cannes 2022), una audaz periodista proveniente de Teherán que llega a Mashhad para cubrir los asesinatos. Para ella no hay duda: si este asesino ha acumulado tal cantidad de víctimas no es porque se trate de un astuto criminal, más bien es la ciudad, el país, las leyes, el gobierno y el clima social en general al que no le importa en lo más mínimo que un hombre ande matando mujeres.
Y por si había dudas, la ciudad misma se encarga de reforzar la teoría de Arezoo, y es que desde que la periodista pone un pie en Mashhad, sufre el acoso de un país que trata como ciudadanos de quinta a sus mujeres: le niegan rentarle una habitación de hotel por no ir acompañada de su marido, las autoridades la ven con displicencia, e incluso el director de la policía la acosa. Arezzo es una mujer atrapada en un país que odia a las mujeres.
La efectiva puesta en imágenes a cargo del director y de su fotógrafo Nadim Carlsen crean una atmósfera que nos recuerda a varios thrillers detectivescos, con colores saturados, sucios y una cámara al hombro que inyecta miedo y horror.
Pero si este thriller se vuelve acezante es no solo por las estupendas actuaciones sino también por el notable guion a cargo del propio director junto con Afshin Kamran. Y es que mientras que los periodistas buscan al asesino, nosotros sabemos quién es: se trata de Saeed Azimi (impresionante Mehdi Bajestani), un frustrado exsoldado, fanático religioso, amoroso padre de familia, que en las noches sale a “limpiar del pecado” las calles de la ciudad.
Si bien la primera mitad recuerda al cine de David Fincher e incluso al tono del mexicano Rigoberto Perezcano en su Carmín Tropical (2014), el gran giro viene con la segunda parte, donde la película cambia de tono (¡y hasta de género!) para convertirse en un drama de tribunales con un final devastador.
Lo que inicia como una especie de True Detective iraní, se transforma en una dura crítica a un sistema que se empeña en sobajar a la mujer. Porque no importando si Arezzo o las autoridades logran atrapar al criminal, el sistema está hecho para que el día de mañana surjan más monstruos en una sociedad que parece edificada alrededor del odio a las mujeres.
Una película perturbadora, indignante, repulsiva y deprimente. Y al final, sin duda, genial.