En “Esencia y misión del maestro”, texto publicado en 1939 en la Revista Argentina, Julio Cortázar definía la labor del maestro como una doble tarea, “instruir, educar, y dar alas a los anhelos que existen, embrionarios, en toda conciencia naciente”.

Sobre esta doble misión del maestro es que versa El Último Vagón (México, 2023), la más reciente cinta del director mexicano Ernesto Contreras (Párpados Azules, Sueño en Otro Idioma, Cosas Imposibles) que adapta a cine la novela homónima de la española Ángeles Doñate.

En esta cinta, el pequeño Ikal (Karlo Issac) llega junto con sus padres (trabajadores que arman y reparan las vías del tren) a una nueva comunidad en algún lugar del norte del país. Analfabeta a causa de su condición errante, Ikal es invitado a un lugar hasta entonces desconocido: la escuela. Montada en un vagón, el colegio es dirigido con amorosa disciplina por la maestra Georgina (Adriana Barraza), quien básicamente invita a Ikal a conocer otros mundos, haciendo énfasis en que gracias a la educación él puede convertirse en “todo lo que quiera”.

Así, Ikal conocerá a un nuevo grupo de amigos, se interesará en una de las niñas del colegio, vivirá varias aventuras con su nueva pandilla, y hasta adoptará a un hermoso perrito callejero, Quetzal (Mante, un perrito actor profesional). Todo lo anterior bajo la sombra ominosa de que la historia se repita: su padre tenga que moverse a otro pueblo a trabajar y, por ende, Ikal tenga que decir adiós a sus amigos.

El abnegado compromiso de la maestra para sus alumnos se contrasta con las políticas educativas: en algún lugar del centro del país, un inspector (Guillermo Villegas) de la Secretaría de Educación Pública, tiene la ingrata tarea de cerrar escuelas “viejas” como parte de un programa “para mejorar la educación”. La siguiente en la lista es la escuela vagón de la maestra Georgina.

Contreras entrega un coming of age cuyas primeras escenas recuerdan irremediablemente a Stand By Me (Reiner, 1986), aunque en entrevista, el director confiesa que su inspiración viene del cine oriental, concretamente directores como Kurosawa (Madadayo, 1992). A pesar de que la cinta apuesta por la atemporalidad (nunca se nos dice exactamente cuando está pasando esto, aunque el extraordinario diseño de producción a cargo de Antonio Muñohierro lanza algunas pistas) la manufactura remite al cine de la época de oro nacional. Estamos frente a un drama que si bien nunca renuncia a su tersura (marca indeleble del director), tampoco se niega a cierto filo respecto a la condición social del México que retrata.

En alguna escena, Ikal y sus amigos hablan sobre lo que quieren hacer de grandes, la triste realidad es que todos ya se entrenan para saber nadar y hablar inglés, herramientas básicas para cruzar al anhelado “otro lado”, único páramo de esperanza en un país que no les dará oportunidades.

La esperanza radica en la educación. La maestra Georgina realiza la labor que describe Cortázar desde el amor a la profesión y a todos sus alumnos. Les habla de otros mundos a partir de la lectura, de otras formas de ver la vida, pero sobre todo les siembra una inquietud transformadora: “usted que está vivo, elija bien su vida”.

Adriana Barraza es el pilar de esta cinta. Su actuación (que bien merecería premios) es apabullante por lo exacto en la construcción del personaje: el tono de voz, la mirada fija, el movimiento de manos y el andar lento, incluso el vestuario la describe, pero sobre todo la actitud: dulce disciplina, estoicismo y de amor por su profesión. La actuación de Barraza es el detonante que nos lleva en un viaje a la memoria de nuestros propios maestros.

Técnicamente irrefutable, la cinta se beneficia con el experimento de invitar tanto a niños con experiencia actoral junto con chicos que se enfrentaron por primera vez a una cámara de cine. El resultado es exitoso, la experiencia de los primeros apoya a los segundos, la naturalidad de los segundos eleva la actuación de los primeros.

Ernesto Contreras entrega una cálida feel good movie (sin caer en excesos sentimentaloides) sobre un México cuya esperanza radica en la educación. Un homenaje a la docencia que se ejerce como misión amorosa hacia los niños que al final se traduce en una misión amorosa hacia el país mismo. Porque cuando los maestros dan alas a los anhelos de los alumnos, le están dando alas a nuestro país.

El Último Vagón se puede ver exclusivamente en Netflix.



Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS