La gran ironía de Bugonia (EU, Irlanda, Reino Unido, Canadá, Corea del Sur, 2025), el décimo largometraje del cineasta de origen griego ya hollywoodizado, Yorgos Lanthimos, es que la cinta que más pulsiones humanas proyecta sea justamente esta, la que habla sobre una vedada invasión extraterrestre.
Basada en la película coreana Jigureul jikyeora! (Save the Green Planet!, Jang Joon-hwan, 2003), Bugonia nos presenta a Teddy (Jesse Plemons, cuya nominación al Oscar debería ser obligada) y su primo, el bonachón y neurodivergente Donald (interpretado por el debutante Aidan Delbis), quienes viven en una cabaña, crían abejas y se preparan para su golpe maestro: secuestrar a Michelle Fuller (Emma Stone), una prominente y elegante ejecutiva dueña de una poderosa farmacéutica.
Pero la idea no es pedir rescate ni mucho menos: resulta que tras muchas y extensivas investigaciones, Teddy está convencido de que la CEO de esta empresa es una extraterrestre. Y no cualquier extraterrestre, sino que forma parte de la realeza alienígena que está socavando a la humanidad, poco a poco y sin que nos demos cuenta.
“Bienvenida al cuartel de la resistencia humana”, le dice Teddy a la poderosa mujer luego de secuestrarla, atarla, encerrarla y raparle la cabeza, “el pelo es su antena para comunicarse con la nave nodriza”, dice Teddy a Donald con total seriedad y convencimiento. La demanda es solo una: que Michelle los lleve con la alien reina para negociar la retirada de los alienígenas y así salvar al planeta.
Contrario a lo que se pudiera pensar, el show no le pertenece a Emma Stone, quien se entrega por completo a los deseos de Lanthimos permitiendo que efectivamente le rapen la cabeza, haciendo un personaje que pasa de la fortaleza, al asombro y luego a la rendición completa ante la impenetrable psique de un Teddy que no duda un momento de su verdad.
El show, en efecto, le pertenece a Jesse Plemons, es él quien en esta ocasión se comporta como una criatura salida del imaginario cinematográfico de Yorgos Lanthimos, un personaje que no parece ser humano, que no parece entender la realidad, que se fabrica la suya propia, y cuyo entendimiento de la existencia pasa de lo cómico a lo auténticamente aterrador.
Gradualmente comprendemos las obsesiones de Teddy cuando sabemos que su madre (Alicia Silverstone. Sí, Alicia Silverstone ya hace papeles de madre. Así de viejos estamos.) sufre de una terrible enfermedad que la tiene postrada en cama por culpa de algún producto creado por la farmacéutica de la señorita Fuller. El guion pretende que justifiquemos la “locura” de Teddy con el actuar de la típica corporación malévola hiper capitalista a la que, por supuesto, no le importan las personas.
Pero claro, no será tan sencillo: un giro de tuerca (mentiría si diría “inesperado”) cambia el juego por completo, llevándonos de vuelta a ese universo frío y oscuro al que Lanthimos nos tiene acostumbrados.
Y es justo aquí donde Bugonia plantea la duda más inquietante. Teddy claramente es un representante de estas hordas que en su mayoría votaron por Trump, que no creen en las vacunas, que dudan de la veracidad de la ciencia y por supuesto, creen que la tierra es plana. Lanthimos parece pedirnos que le demos el beneficio de la duda a estas tribus que, ante el llamado del líder, son capaces tanto de tomar el Capitolio como de beber cloro para combatir el Covid.
La sola posibilidad resulta aterradora. ¿Debemos acaso dejar que los locos tomen control del manicomio?, o peor aún, ¿no acaso lo controlan ya?.

