Miente de manera sistemática, miente por procedimiento, y lo sabe buena parte de la población (y de Palacio Nacional), sin embargo, respecto a su relevo para el 2024 suele, casi siempre, hablar en serio. Hace algunos días el Presidente decidió que salvo cualquier caso extraordinario, quien habrá de buscar sucederlo es Claudia Sheinbaum, como ya es de dominio popular.
Fue después de su primera charla con Carlos Slim para dirimir el arreglo de la Línea 12 del metro. Ahí, con la Jefa de Gobierno presente, López Obrador pidió al ingeniero ayuda para disminuir el golpeteo sobre ella. “Claudia es mi candidata, está decidido, Marcelo salió más dañado con lo ocurrido y no puedo ceder nada ante los panistas”, dijo el de Tabasco.
Ebrard fue excluido de aquella reunión por obvias razones. Si bien es cierto el canciller continúa siendo uno de los consentidos de AMLO, las circunstancias no le favorecen, y a menos que ocurra algo extraordinario, deberá guardar por el momento sus aspiraciones, pues la posición número dos con Sheinbaum estaría reservada para Martí Batres.
Una de las intenciones de AMLO al compartirle a Slim que Sheinbaum será su candidata estaba relacionada con Ricardo Monreal. “Tiene muchas virtudes, pero la lealtad de Claudia está por arriba de la de él, y de otros que también se promovieron sin que les diera permiso de entrar a la caja de bateo”.
Me confirman que la relación de Monreal con AMLO continúa siendo muy buena, pero no lo suficiente como para confiarle la Presidencia cuando tenga que marcharse a su rancho en Chiapas. “Estaría mucho mas tranquilo en mi retiro si Claudia gana y toma mi lugar aquí, en la Presidencia”, dijo, según uno de los pocos asistentes a la reunión.
De igual forma, López Obrador sabe que Sheinbaum le tomaría parecer en varias decisiones para continuar con su proyecto de transformación, “el cual no se puede consolidar en 6 años, se requieren cuando menos 10”, dijo AMLO a Slim en aquella primera reunión.
Pero para llegar al 2024, López Obrador necesita pasar por el 2022. La consulta de revocación de mandato preocupa al tabasqueño, y no porque pudiera perderla propiamente, sino porque será el primer (y único ensayo válido) hacia la renovación de la Presidencia. La debilidad o fortaleza que muestre en ese ejercicio, dictará pautas de acción para él y la oposición. AMLO no está tranquilo, de verdad no lo está.
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