A veces basta una película para reabrir viejas preguntas en dos contextos distintos pero unidos por una historia y una cultura compartidas.

La producción mexicana Hombres íntegros, del realizador Alejandro Andrade (premiada en el pasado Festival de Cine de Morelia) conectó de manera eficaz con los españoles porque refleja heridas del país ibérico al hablar de cómo las élites pueden utilizar la enseñanza para castigar la diferencia.

Este filme no sólo muestra un pasado, sino que también toca una herida viva, pues al igual que en México, en algunos colegios, discursos y familias sobrevive la pedagogía del miedo. Es una obra que invita a reflexionar sobre un tema analizado por sociólogos, historiadores y artistas: ¿qué tipo de personas forma la educación? ¿Individuos libres y con principios o conciencias sumisas y alienadas?

En el cine, esta idea es eje de grandes títulos. El carpe diem de La sociedad de los poetas muertos, por ejemplo, se quedó como un lema al conocimiento transformador.

La clase, del francés Laurent Cantet, con su aproximación realista de un profesor que intenta crear puentes en una colectividad diversa y fragmentada, evidencia que el entendimiento es clave. La narrativa cinematográfica ha servido para enfatizar el impulso de la integridad en su papel de motor de cambio. Destaca la figura de Héctor Abad, médico, profesor universitario y activista por los derechos humanos en una Colombia azotada por la violencia.

La huella que dejó cobra vida en El olvido que seremos (2020), dirigida por el español Fernando Trueba. El universo fílmico revela la oscuridad a la que pueden conducir los modelos donde se silencian las voces que desafían a las instituciones que reprimen. No faltan títulos que lo aborden, pero La cinta blanca, de Michael Haneke, es particularmente lúcida con su exploración del origen de los futuros nazis en la enseñanza cruel y fría que recibieron de niños.

La premisa de Haneke encuentra eco en Hombres íntegros de Andrade, al abordar el rol de la educación en ambientes autoritarios, donde ésta ya no es un terreno fértil para la conciencia sino una fábrica de obediencia. Hombres íntegros funciona como un espejo entre el mundo que retrata y el que lo observa, porque lo que expone no es una situación aislada, sino una verdad en distintas latitudes. Habla de cómo, al final, el poder lo aplasta todo. No hay nada más incómodo para la estructura dominante que la conciencia, ni algo más subversivo para un sistema que un espíritu libre que se atreve a pensar. El cine, cuando es valiente, además de entretener, despierta y une.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Comentarios