Corría 1985 cuando John Hughes decidió hacer catarsis por medio de “Breakfast Club”, titulo mismo que planteó de inicio ya que la manera en cómo iba a dar comienzo a la cinta sería de los protagonistas tomando su desayuno en la cafetería de la escuela pues el cineasta comentó que para realizar el guion —que escribió y terminó en tan sólo dos días—, se basó en sus propias vivencias y experiencias como estudiante para realizar la película.
Breakfast Club inicia con planos generales de la secundaria, mientras que en voz en off de Bender (Judd Nelson) se dirige hacia el profesor presentando a los sancionados: “Un cerebrito, un atleta, un caso perdido, una princesa y un criminal”. Al mismo tiempo los estudiantes llegan en automóviles en los que una vez fuera de la institución, los padres los sermonean como forma de despedida (a excepción de uno de ellos que llega solo y a pie). Claire, Allison, Brian, Andrew y Bender se esparcen alrededor de los pupitres que se encuentran dentro de la biblioteca del instituto.
¿Qué hacen cinco estudiantes un sábado por la mañana en la escuela y cuál castigo tendrán que cumplir? El profesor Vernon (Paul Gleason), quien se hará cargo de ellos durante ese día, les deja la tarea que cada uno de ellos tendrá que hacer: un ensayo en el que responderán la pregunta “¿Quién soy yo?” de manera que, a palabras de Vernon, asegura que el ensayo asignado los ayudará a reflexionar sobre lo que hicieron para haber terminado castigados un sábado.
Una vez que Vernon los deja solos, la trama se enfoca en sumergirse en el tumultuoso mundo de cada uno de estos desdichados adolescentes, cada uno de los “problemáticos” se encuentran en un juego constante tensión: juzgando al otro y al mismo tiempo justificándose por las malas decisiones que los llevaron a donde están.
Claire (Molly Ringwald), Brian (Anthony Michael Hall) y Andrew (Emilio Estévez) comparten algo en común, que son las apariencias, exigencias y el estatus social que tienen que seguir y cumplir de cabo a rabo para ser aceptados y validados, ya sea por su familia o por su grupo de amigos.
Claire es la chica guapa y popular de la escuela a quien le importa mucho el estatus que ha creado a base de su aspecto físico puesto que ella es la figura hegemónica de lo que toda chica tiene que aspirar para ser considerada atractiva, aunque para ella todo esto le suponga una enorme presión, misma carga que Brian comparte y tiene que seguir al pie de la letra pues se considera a sí mismo un estudiante matado y perfeccionista ya que es la forma en la que sus padres lo han moldeado.
Andrew, es el ideal de hombre guapo, alto y atlético al que su padre no para de repetir y exigirle que tiene que ser un ganador.
Bender es la encarnación del chico que pareciera que su único propósito es meterse en problemas, pero todo tiene un porqué y en especial cuando se trata del comportamiento de un humano que recién va conociendo y enfrentándose al mundo. Bender viene de un contexto familiar violento, lo que lo lleva a externar toda esa ira contenida, fastidiando y desquitándose con sus compañeros de clase.
Allison (Ally Sheedy), a palabras de Bender, es un “caso perdido” y caso perdido nunca antes mejor dicho, puesto que a la hora de dar una explicación al motivo que la llevó a ese lugar no da una razón clara. Probablemente sea como ella misma lo menciona y es que “no tenía nada mejor que hacer ese día”.
Y como toda coming of age, se esclarece la evolución mental de cada adolescente puesto que como si de una expiación de sus pecados se tratara, comparten sus penas, buscando encontrar un poco de misericordia entre sus compañeros.
¿Lo consiguen? Sí, a excepción de Allison y es en este punto decae el argumento central de la película ya que por una parte es cierto que ella pasa de ser ignorada a ser vista, pero ¿a costa de qué? Porque pareciera que todos consiguen esa redención y aprobación, pero Allison es la única del grupo que tiene que modificar su apariencia física —siendo una copia de Claire— para que su interés romántico voltee a verla y ya no sea vista como un “bicho raro”.
Parece ser que el director quiso reforzar el mensaje que de principio rechazaba, ¿no es acaso un tanto incongruente? El subtexto entonces se transforma a: Claro que puedes ser aceptado, siempre y cuando te tengas que adaptar a lo que la sociedad aclama tanto o es que sólo a las mujeres se les demanda tener que “arreglarse” o “repararse” para el gusto de quien voltee a verla (o examinarla).
Por otra parte, la causa de que se sientan tan abrumados y al mismo tiempo insuficientes se debe a las exigencias de sus familias, pues es en ellos que recaen todas las expectativas que les demandan y terminan por ser esclavos de los ideales y traumas de sus padres, pues dentro de la búsqueda de la identidad son los cuidadores quienes más influyen en ellos. Cada uno termina siendo entonces, producto de sus circunstancias: ellos no son, ellos aprendieron a ser como son.
Esta cinta se ha situado como una de las mejores teenage movies de los tiempos y no es para menos, pues se termina sintiendo empatía por los personajes y más allá de ser dirigida a espectadores jóvenes y funcionar como bálsamo de sus heridas, también cumple con su cometido como recordatorio para todos aquellos adultos que olvidaron que ellos también fueron esos mismos adolescentes que hoy en día tanto juzgan y sentencian, y quizá por medio de esta película —u otras tantas del género— se den la oportunidad a querer entender a sus inexpertos allegados por que de lo contrario, como le pasó a Vernon—charla reveladora que mantiene con Carl, el conserje de la escuela— podrían llegar a convertirse en lo que alguna vez juraron destruir: adultos amargados, sin un ápice de piedad, despotricando por las actitudes de jóvenes que recién van entendiendo cómo es que funciona la convivencia —superficial, probablemente, pero eso no elimina el hecho de que estas primeras interacciones ayudan a cimentar bases de cómo reaccionara ante el mundo al pasar de los años. Es fácil sentirse identificado con El Club de los Cinco, ya que como todo individuo que atraviesa esa turbulenta etapa hay algo que en ese momento cada uno anhela ansioso y es ser parte de algo.
Ojo Verité, reseñista, analista y crítica cinematográfica. Gestora cultural. @ojo_verite_