Últimamente son muy sonadas las opiniones de analistas políticos y de otros ámbitos sobre la actuación de las autoridades sanitarias en el mundo respecto al manejo de la pandemia del Covid-19. Es evidente que hay que cuestionar el actuar de las autoridades y de los responsables a la cabeza de la estrategia sanitaria, pero también es importante evitar los linchamientos que desgastan moralmente, no hay que perder de vista que al final del día estamos en manos de quienes pueden sentirse derrotados no tanto por la enfermedad, sino por la crítica. Por ello comentaré algunos de los múltiples problemas que enfrentan quienes tratan diariamente con la enfermedad tanto en hospitales como en la planeación estratégica al analizar los datos recabados.

El Covid-19 se perfila para convertirse en una de las principales causas de muerte en el mundo. Es probable que ya lo sea debido a los errores en la contabilidad de los que han fallecido como resultado directo o por las complicaciones que desata esta enfermedad. Dichos errores en general se deben al alarmante número de personas que pueden verse afectadas por el alto nivel de transmisión y también por las carencias en la cantidad de recursos disponibles para enfrentar esta emergencia sanitaria.

Por ejemplo, si consideramos que el nivel de riesgo de mortalidad en nuestro país es de 12%, esto significa que es del doble que la del resto del mundo (cercano a 6%), por lo que podríamos asumir que algo inadecuado está pasando con la atención a los contagiados en México para que tantos fallezcan. Pero, una conclusión tan precipitada únicamente se da cuando se desconoce la existencia de sesgos metodológicos en las estrategias de vigilancia epidemiológica.

Para empezar, al ser una enfermedad emergente y de la cual se pueden observar síntomas nuevos cada poco tiempo, algunos de los cuales también están asociados a distintos tipos de padecimientos, mismos que pueden modificar o influir sobre la evolución en la enfermedad, entonces puede existir un sesgo de confusión al momento de definir un caso. A ello se le puede sumar que algunas señales del Covid-19 son enmascaradas por otras comorbilidades con un alto nivel de prevalencia en nuestro país, como la diabetes, hipertensión, obesidad, entre otras. Esta cuestión y, seguramente muchas otras que conocerán los especialistas en el tema, dificultan comprender y establecer directrices sobre casos diagnosticados o reconocidos llevando a errores de prescripción y tratamiento que son los sesgos de procedimiento y los sesgos de detección.

La complejidad de la enfermedad sumada a los riesgos que enfrentan los profesionales de la salud, así como el enorme número de personas afectadas, dificulta tener claro cuáles son los casos en donde realmente se trató de Covid-19 y cuáles no. Lo que alteraría el numerador y, por lo tanto, la proporción de fallecidos debido a este coronavirus. Esto implica que puede darse una situación de riesgo de mortalidad subestimada para estos últimos casos o sobre estimada por no contar a los enfermos leves, lo que provoca sesgos de medición e información.

En el caso de México la falta de recursos y pruebas hacen suponer que además de la sobrestimación existe un desfase notable entre la cantidad real de casos y los que se están presentando, como sucedió hace unos días cuando se dio a conocer que se agregaban algunos miles de datos adicionales a las cifras oficiales debido a las revisiones clínicas de información.

Tomando en consideración lo anterior, debe recalcarse que las comparaciones internacionales sólo son ilustrativas y carecen de sustento para realizar juicios críticos. Esto se debe al sesgo en el proceso de muestreo , puesto que las características particulares de una población que representan un riesgo elevado de fatalidad no tienen el mismo peso en otra región. Esto también aplica para las estrategias sanitarias y otras acciones dentro de este marco de trabajo.

Los resultados provocados por el Covid-19 en términos de pérdidas de vidas y daños económicos los observamos de forma inmediata, pero el análisis de estos requiere tiempo. Por ello es necesario esperar el trabajo especializado en el tema para conocer a detalle cuáles fueron los errores que se cometieron, cuáles fueron producto de la inexperiencia y cuáles se presentaron por la falta de pericia de todos los actores involucrados.

En cualquier caso, es fundamental escuchar a las autoridades en la materia, así como tomar decisiones evitando hacer suposiciones respecto a la evolución de la enfermedad y considerar que si nos contagiamos por no seguir las recomendaciones de los especialistas no sólo nuestra vida corre peligro, también ponemos en riesgo a los demás.

[1] Profesora Investigadora del Departamento de Producción Económica, Universidad Autónoma Metropolitana, y presidenta de la Sociedad Mesoamericana y del Caribe de Economía Ecológica. Correo: gioconda15@gmail.com

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