Mientras el gobierno mexicano apuesta por convertir al país en un hub re-exportador de gas, la realidad es que México depende en más del 90% de importaciones para generar electricidad. Con producción local en declive y megaproyectos como Saguaro amenazando a ecosistemas y comunidades, esta estrategia corre el riesgo de consolidar una trampa energética sin salida para nuestro país.
En la generación eléctrica nacional, el gas “natural” ha pasado de ser un combustible complementario a convertirse en el eje central. La conversión masiva de centrales termoeléctricas a ciclos combinados lo ha colocado en el corazón del sistema eléctrico, desplazando al combustóleo y al carbón. Este cambio, presentado como un paso hacia una supuesta energía “más limpia”, omite el dato crucial de que la mayor parte del gas que se quema en México para producir electricidad cruza diariamente la frontera de Estados Unidos, principalmente desde la cuenca de shale texana.
En este contexto, apostar por convertirse en un hub exportador es una jugada de alto riesgo, ya que la idea consiste en importar gas barato, licuarlo en terminales del Pacífico y enviarlo al otro lado del mundo. Sobre el papel, parece una oportunidad para obtener rentas logísticas, pero en la práctica, implica competir con nuestra propia demanda interna que ya absorbe más de la mitad del gas que se obtiene.
Y ese ni siquiera es el mayor problema, pues no contamos con excedentes productivos y nuestras reservas probadas y probables apenas alcanzarían para poco más de una década al ritmo actual de extracción. Por lo que si la producción nacional lleva más de diez años en declive y no existen proyectos en operación que puedan revertir esta tendencia en el corto plazo, cualquier compromiso de exportación solo podría cumplirse desviando parte del gas destinado al sistema eléctrico de nuestro país, elevando su costo, lo que encarecería la energía para hogares y empresas. Es decir, en vez del supuesto beneficio que se cree que se podría obtener, en realidad se convertiría en una trampa de la que sería imposible escapar.
Otro elemento que se debe de considerar es que la dependencia de una sola fuente de suministro deja a nuestro país vulnerable a cambios regulatorios, alteraciones de precio e interrupciones derivadas de fenómenos climáticos extremos. Si recordamos cómo la tormenta invernal paralizó Texas en 2021, nos damos cuenta que ya se mostró lo frágil que es el sistema cuando las importaciones se detienen de golpe. Ahora, con compromisos de exportación en marcha, un episodio similar tendría efectos mucho más graves ya no solamente en términos de afectaciones a nuestras capacidades de mantener el suministro eléctrico, sino en cuanto a costos por incumplimiento de contratos.
A lo anterior, también se suman los impactos ambientales y sociales que al parecer no se están considerando, pues las plantas de licuefacción y el transporte de gas por medio de buques metaneros implican emisiones significativas de metano, riesgos de derrames, afectación a las actividades productivas locales y una transformación irreversible de los ecosistemas marinos por el aumento de tráfico marítimo. El caso de Saguaro se presenta como un supuesto “motor económico”, pero los costos ecológicos y sociales se concentran en los más vulnerables, sin que el país sea beneficiado y sin que Estados Unidos corra riesgos y/o responsabilidades que después deba resarcir.
Este tipo de estrategia no ayuda al país, pues la “transición energética” mundial avanza y las energías renovables son cada vez más competitivas, lo que aumenta la probabilidad de que estas costosas instalaciones de gas queden obsoletas antes de recuperar la inversión, así como los costos de intentar reparar los daños socioambientales provocados por su operación. Sin una base sólida de producción interna, almacenamiento estratégico y diversificación de fuentes, corremos el riesgo de quedarnos atrapados en una ruta que prioriza intereses externos, daña irreversiblemente ecosistemas y compromete nuestro futuro energético.
Profesora Investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana.
Integrante del grupo: Nuestro futuro, nuestra energía; de la red de Energía y poder popular en América Latina, así como de la Colectiva Cambiémosla Ya, entre otros. Correo: gioconda15@gmail.com