En días recientes se celebró la 47ª Reunión de la Comisión Técnica del Centro Interamericano para el Desarrollo del Conocimiento en la Formación Profesional (CINTERFOR) perteneciente a la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En este evento, se reunieron representantes del sector empleador, trabajador y gubernamental de América Latina y el Caribe para analizar los retos que la economía y el mundo del trabajo tienen hoy en día y de la importancia que ocupa la capacitación dual para el beneficio y desarrollo de la sociedad en general.

En un entorno global marcado por la automatización, la digitalización y la competencia internacional, la formación técnica y profesional se ha convertido en un pilar estratégico para el futuro del trabajo. México no es la excepción: la capacidad de su fuerza laboral para adaptarse a las nuevas exigencias del mercado dependerá, en gran medida, de las oportunidades reales de capacitación y actualización. En este escenario, la visión sindical adquiere un papel fundamental como motor de productividad y como herramienta para dignificar a la clase trabajadora.

Los sindicatos, históricamente concebidos como defensores de derechos laborales, han evolucionado hacia instancias que también impulsan el desarrollo de competencias. No basta con garantizar mejores salarios o condiciones laborales justas; se requiere un acompañamiento integral que prepare a los trabajadores para enfrentar cambios tecnológicos, nuevos modelos de negocio y la creciente necesidad de productividad sustentable.

Los cambios tecnológicos avanzan a una velocidad que supera cualquier reforma legislativa. La automatización y la digitalización no esperan. Si los sindicatos no fortalecen y aceleran su apuesta por la capacitación como estrategia de futuro, la clase trabajadora quedará condenada a la obsolescencia, mientras que la brecha de desigualdad seguirá ampliándose.

La participación sindical en la formación técnica no solo fortalece la empleabilidad de los trabajadores, también genera beneficios colectivos: eleva la calidad de la mano de obra nacional, contribuye a la competitividad de las empresas y, sobre todo, refuerza el tejido social al ofrecer trayectorias profesionales que trascienden la precariedad. De este modo, la capacitación se convierte en un derecho laboral inalienable y no en un privilegio.

Ejemplos internacionales muestran que cuando sindicatos, empresas y gobiernos establecen esquemas de cooperación tripartita para invertir en formación, los resultados son contundentes: mayor productividad, reducción de accidentes laborales, incremento en la innovación y un avance real en la movilidad social.

México necesita replicar estas experiencias, evitando que la capacitación quede supeditada a los intereses del mercado o a políticas públicas de corto alcance. Dos organismos como el Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (CONALEP) y el Consejo Nacional de Normalización y Certificación de Competencias Laborales (CONOCER) deberían evolucionar para actualizar sus programas, establecer rutas coordinadas en la detección actualizada de necesidades formativas y competencias así como fortalecer sus esquemas de cooperación tripartita, tanto a nivel nacional como internacional.

La visión sindical del futuro no puede limitarse a la negociación salarial ni a la defensa de prestaciones conquistadas en décadas pasadas. Debe asumir que la educación y la capacitación son hoy las verdaderas trincheras de lucha. Apostar por la formación técnica es apostar por la dignidad laboral, por la movilidad social y, en última instancia, por el desarrollo del país. Solo así será posible equilibrar la balanza entre capital y trabajo, garantizar empleos dignos en un contexto global adverso y convertir a la capacitación en un verdadero instrumento de transformación social.

Por eso, es hora de que los sindicatos levanten la voz: sin capacitación no hay futuro, sin formación no hay productividad, y sin productividad no habrá justicia social. La clase trabajadora no puede esperar a que el mercado o el gobierno marquen el rumbo. Es momento de tomar la iniciativa, de colocar la formación técnica en el centro de la agenda sindical y de demostrar que la verdadera fuerza del trabajo está en el conocimiento, herramienta fundamental para abrir el camino hacia un desarrollo que sea justo, sostenible y realmente incluyente.

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