La industria de la aviación es una de las más intensamente cuestionadas por su huella ambiental. Al calor de la emergencia climática, urge acelerar la reducción de emisiones de carbono. Pero hacer esto bien implica más que innovar en motores o combustibles: requiere asegurar una transición justa en la aviación, donde trabajadores, comunidades y regiones no sean víctimas del cambio, sino partícipes de sus beneficios.

En este contexto, el tema de aviación sostenible y transición justa debe referirse a diseñar el cambio tecnológico y normativo de tal forma que no se desplace laboralmente a pilotos, tripulaciones, personal técnico y de mantenimiento o aeropuertos sin opciones de reconversión. Que no se favorezca solo a aerolíneas grandes o a regiones con capacidad de inversión, dejando rezagadas las que tienen menos recursos, y que la mitigación de impactos ambientales vaya acompañada de beneficios sociales —salud, empleo, desarrollo local— para quienes hoy están más expuestos a la contaminación y los riesgos climáticos.

En México, el concepto de “transición justa” aún es poco visible en la discusión sobre el futuro de la aviación. Se habla de SAF (combustibles sostenibles de aviación), de metas hacia 2050, de modernización de flotas. Pero se dice poco sobre los técnicos que podrían perder su empleo si no se capacitan a tiempo, sobre los aeropuertos regionales que podrían quedar fuera de la nueva infraestructura o sobre el impacto en comunidades cercanas a zonas aeroportuarias que sufren contaminación sin recibir beneficios reales del crecimiento aéreo.

La transición justa implica integrar la dimensión social en la transformación ambiental. No basta con volar más limpio; hay que hacerlo de forma equitativa. Aerolíneas como Volaris o Aeroméxico ya han hecho pruebas con SAF, y hay iniciativas para producirlo localmente. Pero el alto costo, la falta de incentivos fiscales, y la escasa infraestructura siguen frenando el cambio. Si el Estado no actúa, este será un mercado dominado por pocos, sin derrama social ni equidad territorial.

La aviación sostenible no debe ser solo una vitrina tecnológica, sino una oportunidad de desarrollo para más personas. Se necesitan políticas activas de reconversión laboral, financiamiento público para producción nacional de combustibles limpios, participación de trabajadores en el diseño de la transición, y regulación firme con metas y apoyos. De lo contrario, el sector puede volar hacia el futuro dejando en tierra a quienes más lo necesitan.

La aviación mexicana tiene ante sí una oportunidad histórica de liderar en sostenibilidad, aprovechar ventajas naturales (biomasa, ubicación, talento técnico), y evitar que la transición sea una fuente de inequidad. Pero para que realmente sea justa, no basta con adoptar tecnologías verdes; se requiere voluntad política, programas concretos y coordinación multidimensional para: a) diseñar e implementar políticas públicas integrales de reconversión laboral que incluyan programas nacionales de capacitación, certificación técnica, incentivos para aerolíneas que contraten personal en transición (por ejemplo, mecánicos y técnicos de línea) y no los desplacen; b) impulsar incentivos fiscales y financiamiento para producción local de SAF; c) promover una distribución equitativa del desarrollo regional apoyando aeródromos de regiones menos favorecidas para adaptar infraestructura, facilitar cadena de suministro e impulsar el empleo local; d) fomentar la participación de comunidades y trabajadores desde el diseño de la estrategia hasta su ejecución, incluyendo consultas en zonas cercanas a aeropuertos, diálogo con sindicatos y trabajadores técnicos para definir los ritmos de transición, los apoyos requeridos y los impactos sociales; y, e) generar alianzas público-privadas aprovechando la cooperación internacional para transferencia tecnológica, mejores prácticas, financiamiento y certificaciones.

La aviación puede volar bajo el estándar de la sostenibilidad sin dejar atrás a quienes ahora sostienen la industria. Si México logra combinar compromisos técnicos con justicia social, podremos tener cielos más limpios y comunidades más resilientes. Este no es solo el reto ambiental del sector, sino una oportunidad para redefinir cómo crecemos como nación: no a costa de personas o regiones, sino con ellas. Una transición justa en la aviación no es solo deseable; es esencial para que el cambio valga la pena y juntos, Estado, empresas y sociedad, construyamos un nuevo plan de vuelo.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Comentarios