Jalisco y su vida política han tenido varios episodios memorables en la disputa por los poderes y equilibrios tanto del estado, como de la nación. No es del interés de este texto recordarlos todos, pero sí el de realizar un esbozo de las consecuencias positivas y negativas que han tenido algunos de ellos para nuestra entidad.

La supervivencia política se disputa cada día, por lo menos para los actores que juegan el juego a fondo y son relevantes en la vida pública. En el tablero en donde se erigen las batallas, los políticos profesionales lo leen con detenimiento y juegan sus fichas con la mayor destreza. Como buen ajedrez, la primera movida tiene una estrategia inicial con múltiples posibilidades de desdoble, más la misma depende siempre de la respuesta del adversario. De igual manera el nivel de agresividad y asedio; como el de contención y defensa. En el manejo y la calibración de estos conceptos está lo que se denomina como “el arte de la política”, así como “el arte de la guerra”.

La antigua “Nueva Galicia”, ha sido a lo largo de su historia cuna de grandes próceres del federalismo mexicano. Iniciado por José Miguel Ramos Arizpe, considerado padre del federalismo mexicano y quien fue egresado de la entonces Real Universidad de Guadalajara. Junto con Prisciliano Sánchez y Valentín Gómez Farías, entre los federalistas más destacados.

La lucha de los federalistas y liberales, contra el poder central y conservador, ha sido el campo de batalla de los jaliscienses en la historia de la construcción nacional. Vale la pena recordar en los albores e intento de consolidación del Estado mexicano, al dictador Antonio López de Santa Anna, quien perdió más de la mitad de nuestro territorio bajo su mandato en la guerra contra nuestro vecino del norte de 1846; y quien promulgó la constitución centralista de 1836, conocida como “Las 7 leyes”. El auto proclamado “alteza serenísima”, centralizó el poder de tal manera que acabó convirtiendo a todas las entidades federativas del país en departamentos, designando a sus gobernantes desde el púlpito presidencial. Los federalistas y liberales jaliscienses tuvieron una participación fundamental en el derrocamiento de Santa Anna y la promulgación del decreto que regresaba el espíritu federal emanado del constituyente de 1824.

El federalismo es tan inherente a Jalisco, como su lucha contra el poder central y absoluto. De ninguna manera es comparable López Obrador, con Santa Anna, más las similitudes centralizadoras de poder de estos líderes carismáticos y su actuar en el gobierno, merecen poner atención. En un país donde nuestro actual jefe de estado ha centralizado la toma de decisiones y realizado reformas políticas y constitucionales en el mismo sentido, resultaría poco probable que una alianza entre el gobierno de Jalisco y Federal tuviera posibilidades de éxito en el mediano y largo plazo. El presidente abrió la contienda por la carrera presidencial al interior de su partido mucho tiempo antes de lo acostumbrado; entre más se acerque el 2024, el aparato del Estado se hará sentir frente a los contendientes no leales al presidente. En donde nuestro actual gobernador, no se encuentra.

El nuevo conflicto que asoma entre el gobierno estatal de Jalisco y la Universidad de Guadalajara, con el presidente de la república como parte de esta trama, tiene en sí grandes contradicciones históricas, así como todas las lógicas de los juegos del poder. El gobernador Enrique Alfaro, en alianza con la UDG, resistió los embates del centro que no carecieron de agresividad, irresponsabilidad y, sobre todo, desprecio presupuestal tanto para el gobierno estatal, como para la universidad pública. Así como el impulso político en un mal momento de aceptación del gobernador, con el asesoramiento de los doctores y científicos universitarios que contrastaron el manejo de la pandemia con la desastrosa estrategia del gobierno federal.

Este conflicto en un momento post electoral es tan innecesario y absurdo, como el falso debate entre reasignar recursos para salud o educación pública. Quitarle recursos etiquetados y ya comprometidos a la Universidad de Guadalajara para la culminación del Museo Escuela de Ciencias Ambientales, en un contexto de emergencia climática; reasignándolos de manera ilegal a la construcción del Hospital Civil en Tonalá, de igual manera en una emergencia sanitaria; es imponer un debate tramposo. Ambos se necesitan y con urgencia. Como bien lo argumentó el rector Ricardo Villanueva, por cierto, principal impulsor del hospital en Tonalá; generar este falso debate, entre un museo/escuela y un hospital, es el peor gesto que un gobierno puede tener con los dos hijos insignes de Fray Antonio Alcalde.

El “fraile cavalera'', es para Guadalajara y Jalisco, uno de los máximos benefactores y modernizadores de nuestra entidad. El otro sin duda es el ex rector de la UDG, Raúl Padilla López, creador de la Red Universitaria, la Feria Internacional del Libro (FIL), el Festival Internacional de Cine, solo por mencionar algunos, y la obra de infraestructura cultural más importante de Latinoamérica y hoy parte medular del ataque y conflicto entre UDG y gobierno estatal; el Centro Cultural Universitario. El fraile Calavera, por su parte, dentro de sus múltiples gestiones están la Real Universidad de Guadalajara, hoy Benemérita Universidad de Guadalajara; y el Hospital Real de San Miguel de Belén, hoy reconocido como parte de los Hospitales Civiles de Guadalajara.

La Universidad y los Hospitales Civiles de Guadalajara son bienes públicos fundamentales, no solo para el estado de Jalisco, sino para todo el occidente del país. La defensa de ambas instituciones es una lucha en la que las y los ciudadanos, al igual que las propias comunidades que las conforman, realizaremos siempre que lo amerite, con la intensidad y contundencia que históricamente nos ha distinguido.

Para aquellos actores que piensan pueden sacar raja política avivando el conflicto entre dos partes que se benefician y fortalecen mutuamente, vale la pena retomar lo que dice Marla Daniels en la serie The Wire: “Cuando el juego está arreglado; no puedes perder, si no juegas”. Y en esta amañada contienda, lo más probable es que ganando cualquiera, todos pierdan.

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