En septiembre de 2018, cuando los colectivos de víctimas dialogaron con el hoy Presidente de México, quedó claro que Andrés Manuel López Obrador no entendía nada de atención a víctimas, ni de políticas de memoria y justicia. Tampoco tenía idea sobre qué acciones realizaría para que la violencia criminal y del Estado no volvieran a ocurrir. Durante su discurso, el Presidente se desenvolvió como si estuviera en un mitin, habló de que no se iba a repetir lo mismo que en los sexenios pasados sin decir qué cosas haría diferentes. Insensiblemente, en vez de solidarizarse con las familias de las víctimas, escupió un discurso sobre cambios de política económica, distribuir la riqueza y que existiría un presupuesto que llegaría a todos. El Andrés Manuel de siempre.
En el encuentro acontecido en el Centro Cultural Universitario de Tlatelolco, el Presidente no dijo nada que no hubiera dicho ya en la campaña, dando inicio a un sexenio que se ha caracterizado por la incomprensión del fenómeno de la violencia, el insulto hacia aquellos que piensan diferente, la descalificación hacia las víctimas y la difamación hacia toda prensa que no ha sido beneficiada con contratos millonarios
Por eso, al menos a mí, no me sorprende en lo más mínimo que López Obrador sea capaz de descalificar y criminalizar al comunicador Ciro Gómez Leyva, después de recibir un atentado con arma de fuego que puso en peligro su vida. El Presidente no entiende que la violencia en contra de los periodistas no tiene que ver con las cosas buenas que ha emprendido o para afectar a su gobierno, sino por lo contrario, tiene que ver con lo que ha dejado de hacer.
Tiene que ver con un gobierno rebasado, con instituciones inservibles que mantienen un contexto de casi total impunidad por la imposibilidad de hacer investigaciones serias y autónomas, por su incapacidad de detener la violencia del crimen y que también violan constante y sistemáticamente los derechos humanos por acción u omisión. Tiene que ver, también, por la incapacidad presidencial de asumir que en México se vive una tragedia humanitaria y no cumplir con las responsabilidades que nuestro país le confió al asumir ser la cabeza del Estado.
Es cierto, el Presidente heredó este horror de administraciones Panistas y Priistas, que se aliaron al crimen y sólo realizaron acciones que promovieron la violencia, la impunidad y la corrupción. Pero también en estos cuatro años de gobierno, la 4T le ha dado la espalda a cualquier agenda de verdad, justicia y paz, manteniendo articuladas las redes de complicidad del Estado con el crimen organizado. Ya lo han dicho antes los movimientos de víctimas: sin verdad y justicia no habrá transformación ni reconciliación ni una república amorosa, sino sólo más infierno.
La violencia no solo es una herencia del pasado, sino que es una herida abierta en el presente de esta administración. Ante las tragedias, que parecieran ya incontables e infinitas, queda por lo menos, tratar a cada crimen y cada dolor con toda la seriedad, la responsabilidad y la humanidad que nos sea posible. Desde este espacio y desde el país más violento para ejercer el periodismo, sólo me queda enviar un mensaje de solidaridad a Ciro Gómez Leyva, quien afortunadamente, tiene la posibilidad de leer mis palabras a diferencia de los 17 periodistas asesinados en este año.
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