En los últimos meses me he dado a la tarea de analizar los cuatro puntos fundamentales en materia de seguridad planteados durante la etapa de transición del nuevo gobierno federal que fueron ratificados recientemente. Al hacerlo, volví la vista hacia la época de Vicente Fox para recordar qué se propuso al inicio de su sexenio y qué ha ocurrido desde entonces. La llegada de Fox marcó un antes y un después en materia de seguridad. Su ascenso al poder, como parte de un esquema democrático inédito en México, modificó de manera sustancial el alineamiento vertical y el control que los gobiernos priistas venían ejerciendo sobre muchos temas, entre ellos la oscura regulación del narcotráfico. Aunque en ese momento los cárteles ya eran poderosos, no tenían las capacidades que han desarrollado hoy, además de su diversificación criminal son muchos más que en aquel tiempo, cuando menos 175. Además, no tenían presencia o gran influencia en 29 entidades federativas como en la actualidad; en aquel entonces, solo cinco estados comenzaron a entrar en crisis de forma dramática. No era un gran tema el tema de la seguridad al inicio del gobierno foxista, de tal suerte que hasta el último tercio de su gobierno en el año 2004, presenta un decálogo de 10 puntos estratégicos que se consideraban fundamentales para el momento, para atender apenas la semilla del caos presente.
Durante la administración de Felipe Calderón Hinojosa, el tema de la seguridad se convirtió en un problema prioritario y generó una enorme preocupación. Desde el inicio de su gobierno, Calderón presentó tres ejes estratégicos, que más tarde desarrolló de manera más sofisticada. Curiosamente, el tercer eje de Calderón coincide en gran medida con el planteado en la primera acción del actual gobierno, la atención de las causas o lo que es lo mismo la prevención social de la violencia. El primer eje se enfocó en la contención y debilitamiento de las organizaciones criminales. El segundo fue el fortalecimiento, depuración y reconstrucción de las instituciones de seguridad y justicia. Finalmente, el tercer eje, clave en su estrategia, fue la reconstrucción del tejido social y la prevención del delito, centrado en abordar las causas profundas de la violencia. Además, impulsó la Ley General del Sistema de Seguridad Pública, implementó el Nuevo Sistema de Justicia Penal y se desarrolló un Nuevo Modelo Policial; y se puso en marcha el Sistema Único de Información Criminal, que para finales de 2012 ya acumulaba más de 500 millones de registros relevantes para la seguridad pública.
Así, en la época de Enrique Peña Nieto, su administración presentó seis ejes estratégicos. El primero de ellos abordó de manera contundente dos delitos clave: el secuestro y los homicidios, ambos problemas crecientes desde hacía más de una década en México. De manera igualmente determinante, el segundo eje se centró en la prevención del delito, una de las propuestas más sofisticadas en materia de seguridad que se ha visto en cualquier sexenio. Un aspecto destacado de su estrategia fue la evaluación constante de sus políticas de seguridad. Sin embargo, a pesar de las “buenas intenciones” y “estrategias planteadas”, los resultados no se alinearon con las expectativas de la ciudadanía. El trágico suceso de Ayotzinapa dejó marcada su administración con el tono propio de violencia que hasta la fecha perdura a lo largo y ancho de la nación.
Por su parte, el expresidente Andrés Manuel López Obrador presentó en su gobierno ocho propuestas fundamentales que fueron el eje central de su estrategia de seguridad, no me detengo en el resultado, la dramática realidad de violencia es evidente. La presidenta Claudia Sheinbaum, y el Secretario de Seguridad, Omar García Harfuch presentaron los cuatro ejes en sustentan la estrategia de seguridad sexenal. Uno de los aspectos es el fortalecimiento de la Guardia Nacional, que fue una de las dos principales banderas de López Obrador. El enfoque que considero más relevante es el énfasis en la inteligencia y la investigación, algo que no se había abordado con tal fuerza en los cuatro sexenios anteriores. Este enfoque representa una nueva visión técnica con una tangible solidez sobre cómo abordar la seguridad pública, no solo en México, sino en el contexto internacional. Por último, aunque el tema de la coordinación institucional se ha mencionado en todos los sexenios y parece algo trillado, es un elemento crucial dada la evidente debilidad de los gobiernos locales y la ausencia de articulación con el federal en el combate al crimen organizado.
La galopante violencia plantea desafíos significativos para Claudia Sheinbaum, pero también oportunidades para consolidar eficaces resultados. No obstante, tendrá que enfrentar un entorno en el que la inseguridad sigue siendo una de las principales preocupaciones y percepciones ciudadanas, lo que exigirá una mayor coordinación entre los tres niveles de gobierno y una evaluación constante de los resultados. La clave estará en mantener la voluntad política que hasta en este momento la Ejecutiva Federal ha demostrado y en mantener el apoyo a la técnica, la experiencia y el profesionalismo que García Harfuch representa. Más allá de la continuidad con el pasado inmediato, su propuesta puede ofrecer resultados tangibles en la reducción de la violencia y el fortalecimiento de la paz nacional. Ojalá que así sea.
Exsecretario de Seguridad
Fundador de AC Consultores