Las elecciones del próximo 6 de junio se desarrollan como en un espejo de los graves problemas del país. Los comicios están recargados por las violencias que azotan a México. No se trata sólo de la competencia entre partidos, de los debates sobre la legitimidad del presidente para participar y convocar a pactos, sino también de luchas de poder que impactan la vida pública y tienen consecuencias en la ciudadanía. Por eso estos comicios se pueden entender desde 3 V: votos, violencia y violadores.
La violencia política, esa que mata a candidatos y a integrantes de la clase gobernante, se ha venido incrementando. Cuando hay comicios, el crimen organizado interviene de forma directa, pone y quita candidaturas, paga campañas y establece códigos mafiosos de comportamiento. En la medida en que se trata de elecciones locales, con un marcado acento territorial, el crimen se manifiesta para controlar espacios, rutas y agentes que forman parte de sus “negocios”. Ante este panorama que pinta de rojo el momento electoral, AMLO y la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana decidieron intervenir en el problema. Los datos del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) registra al momento 11 homicidios (en Chihuahua, Hidalgo, Guanajuato, Veracruz, Oaxaca, Guerrero y Jalisco), además de agresiones, secuestros y extorsiones. Como en otros delitos, la acumulación de la violencia política se ha convertido en un desafío para el Estado y un reto para que este gobierno enfrente a los que “asesinan, amenazan, cooptan, imponen y financian”, como dice la secretaria Rodríguez, (EL UNIVERSAL, 5/03/2021). Este sí es un problema que le toca al gobierno federal, aquí AMLO tiene toda la obligación de intervenir para garantizar el clima de paz que necesitan unas elecciones democráticas.
En medio de la violencia en contra de las mujeres y del feminicidio surge el conflicto que se ha desatado con la candidatura de Félix Salgado Macedonio. Un proceso que ha crecido y ha llegado a formar parte de la narrativa presidencial en varias de sus mañaneras. ¿Por qué defiende AMLO a este impresentable político, presunto violador y agresor sexual? Quizá sea por una enorme terquedad. AMLO interviene en el tema de partidos y elecciones a su conveniencia: en muchas ocasiones dice que no se mete y en otras se va hasta la cocina. Con la defensa de Salgado se posiciona en contra de una parte de su partido, de los grupos de mujeres que han dado la pelea en el gabinete, en el Congreso y la militancia morenista. Se ha comprometido a las instancias partidistas, como la Comisión de Honestidad y Justicia, que ha quedado desprestigiada y dividida, ya que aprobó una resolución al gusto de AMLO en donde declara “infundados e improcedentes” los agravios. Sin embargo, dos de los cinco integrantes hicieron otro dictamen en donde afirman que sí están fundados y son procedentes las acusaciones. Lo extraño es que la resolución que ganó tuvo los votos de todos los miembros de esa comisión, que decidió pasar la bolita a la comisión de elecciones y a la comisión de encuestas.
Con el caso de Salgado, Morena y AMLO han perdido prestigio, se ha reafirmado la falta de empatía del presidente con el movimiento feminista y ha dejado una fractura profunda para la causa de la violencia en contra de las mujeres. Luego AMLO se molesta contra la prensa porque documentan sus resistencias, maromas y declaraciones sobre el movimiento feminista. Él mismo se metió en ese camino y cada vez se enloda más. Los argumentos de AMLO de que sea el pueblo de Guerrero el que decida, que se trata de politiquería y que Salgado no ha sido condenado, se vienen abajo. En el momento electoral es donde se expone a los aspirantes y se examina su vida pública y privada.
El muro que protege al Palacio se transformó en un memorial a las víctimas de feminicidio, de la misma forma en que Salgado se volvió un símbolo negativo de la agresión sexual contra las mujeres. Así se construyen los votos del 6 de junio…
@AzizNassif