A medida que se conoce la ruta de la reforma judicial y su implementación, resulta más absurda y contradictoria. Esta situación la definió con mucha precisión el jurista Roberto Gargarella en el programa de Carmen Aristegui el viernes pasado: es una reforma para el poder, por el poder, pero en nombre de las mejores intenciones, es decir, de la democracia y la justicia.
La supuesta búsqueda de la democracia y la justicia son en realidad un disfraz para tapar la trampa del poder: la captura de uno de los poderes que ha sido hasta ahora el mayor contrapeso frente al mayoritarismo gobernante. La democracia no son puras elecciones y mayorías, sino también contrapesos y tutela de derechos para las minorías. Para terminar con los privilegios y la corrupción en el Poder Judicial, no solo se necesita de un buen diagnóstico, que no lo hay en la reforma, sino de mecanismos y controles que no tienen nada que ver con la elección popular de jueces, magistrados y ministros, ni con la creación de un tribunal de disciplina, procedimientos que van a agravar los problemas de la justicia en el país porque politizarán al Poder Judicial, sin controles democráticos.
Se dice que la elección popular de los jueces los acercará al pueblo, pero en realidad persiste un objetivo muy shumpetiariano, quién dijo que la democracia es para elegir entre las opciones que presenten las élites. Así, los poderes Ejecutivo y Legislativo, dominados por Morena, y un judicial desbaratado, harán las propuestas. Luego habrá comisiones de selección que también serán integradas por los poderes dominantes de la coalición morenista. Los jueces se convertirán en una suerte de diputados que entrarán al terreno de la disputa por los votos para conservar la chamba; se tira a la basura lo que ha sido la carrera judicial de años y años de preparación, exámenes, concursos y selección por méritos. Se destruirá la independencia de los jueces, y entraremos a una fase de juzgadores al gusto y conveniencia del poder gobernante y de los poderes fácticos, como el crimen organizado.
No debería ser difícil de entender para el morenismo y para la presidenta Sheinbaum, que una reforma así, llena de prisas, errores y tropiezos, que ha ignorado a todas las voces críticas, no sirve. Para cambiar las reglas del juego se necesita de amplios consensos y no se vale modificarlas para beneficiar al oficialismo en turno. Se dicen diferentes del viejo régimen y del viejo partido dominante, pero la realidad los contradice. Desde de que Morena ganó en 2018 se ha debatido si es el nuevo PRI. Con análisis histórico se ha dicho que se trata de dos expresiones políticas muy diferentes; sin embargo, lo que no se había calculado es que un partido dominante se comporta de forma muy similar, porque así es su naturaleza en el ejercicio del poder (Desde Michels hasta Panebianco, lo explican).
Hemos visto cómo Morena quiere ampliar sus mecanismos de control, quiso meter doble filtro para poder vetar lo que decidieran las comisiones sobre las candidaturas, ejemplo del poder por el poder. Hace su reforma judicial, bajo el disfraz de la democracia y la justicia para tener el control de todos los espacios. Otro ejemplo es lo que hizo con el INE: en las leyes secundarias de la reforma judicial le da a la presidencia actual (de cercanía morenista) la facultad de nombrar a las direcciones de la Junta General, cuya dinámica se tomaba de forma colegiada. Ahora Taddei podrá nombrar a su gusto, sin el voto y el veto de los otros consejeros y consejeras, a toda la estructura, con lo cual nos regresamos al IFE de antes de la reforma de 1996. De igual forma, se ha empezado a mover la reelección de la actual presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Rosario Piedra, que ha sido una nulidad. Es otro espacio capturado por el oficialismo que ha inutilizado a esa institución cuando más falta hace la defensa de los derechos humanos en esta época de alta militarización de la seguridad pública. También se anunció que ya viene la desaparición de varios organismos autónomos, que son contrapesos. Toda la herencia autoritaria que dejó AMLO.
Vamos a la destrucción judicial y la concentración del poder, pero con las mejores intenciones…
Investigador del CIESAS. @AzizNassif