Los últimos acontecimientos que rodean a Morena, el partido en el poder, han generado mucho malestar. Resulta muy fácil hacer comparaciones y decir que estamos ante un nuevo PRI, pero con acento caudillista. Es sencillo calificar o descalificar pleitos internos y ubicarlos dentro de cajones como pragmatismo y oportunismo versus valores y principios. Lo complicado es entender ante qué tipo de fenómeno estamos y cuáles son sus componentes.

Hay diversas teorías sobre cómo se comportan las organizaciones partidistas y cuál es el modelo que desarrollan: por ejemplo, se ha estudiado que los partidos políticos obedecen a la lógica del poder que Robert Michels denominó “la ley de hierro de la oligarquía”, donde cualquier organización termina dominada por una élite y un aparato burocrático. Giovanni Sartori generó un esquema para ubicar los sistemas de partidos, desde partidos únicos, hegemónicos, predominantes, pluralismo, hasta la atomización. Katz y Mair estudiaron de qué forma los partidos pueden ser de élite, de masas, atrapalotodo y cárteles. Angelo Panebianco estableció los dilemas para entender lo que pasa con un partido cuando es opositor y cuando está en el poder. Estas teorías llevan al mismo lugar: la concentración de poder no rima con la democracia.

Con el priísmo, en sus diferentes versiones (PNR, PRM y PRI), vimos durante 70 años una organización que pasó de juntar a los jefes militares a la integración en sectores corporativizados, luego fue el partido hegemónico que administró la herencia de la Revolución Mexicana y dominó los procesos electorales. Contra ese régimen se construyó una larga transición a la democracia entre 1977 y 2018. La llegada de Morena al poder debilitó la pluralidad y la equidad en las condiciones de la competencia.

Morena surge en 2014 y cuatro años después gana la Presidencia y la mayoría en el Poder Legislativo; en 2024 repite su triunfo de forma ampliada y logra —mediante una trampa a la ley— una sobrerrepresentación que le da la mayoría calificada en la Cámara de Diputados; además, mediante trucos y amenazas, también lo hace en el Senado. El poder es muy atractivo sobre todo para minorías extraviadas, como le pasó con los dos perredistas que transitaron a Morena; también resulta una salida para los que tienen expedientes guardados en el clóset, como en el caso de los Yunes, que “ya no lloran, sino facturan”, como recordó EL UNIVERSAL, que citó la canción de Shakira.

Panebianco establece dos tipos de incentivos en los partidos, los colectivos, e ideológicos que generan identidad y convicciones sobre un proyecto político, y los incentivos selectivos, que manejan las élites para el control de los intereses, los recursos, las decisiones y las candidaturas. Mientras Morena fue oposición e incluso con AMLO como presidente (el líder fundador), se manejaron de forma dominante los incentivos colectivos. Ya sin AMLO visible, los grupos, los intereses, la administración del poder y la obsesión por ampliarlo, han empezado a visibilizar que los incentivos selectivos dominan y contradicen los supuestos valores y principios de lo que llaman la 4T. El exceso de pragmatismo que manejan las élites morenistas ha empezado a generar malestar interno y desconcierto. Cuando se ve a los muchos impresentables que ya forman una larga lista, se ve el oportunismo que domina en el Congreso. Con las alianzas que se han hecho con el Partido Verde (que no es ni Verde, ni partido y menos ecologista, sino un negocio familiar), o con el PT, aparece con mucha claridad que la ideología colectiva del “nosotros somos diferentes”, se diluye como “peces de hielo en un güisqui on the rocks”, como dice Joaquín Sabina.

Otra mancha del morenismo es el regreso al corporativismo sindical, en donde el líder de los maestros del SNTE, ya ofrecen 5 millones de afiliados al partido en el poder. La ley lo prohíbe, pero a quién le importa eso hoy. Las campanas de las mayorías doblan por el partido guinda, que cada vez se parecen más a las que sonaban por el tricolor hace unos años. Este nuevo partido hegemónico tiene la ventaja de tener una oposición débil y extraviada, y eso le ha permitido cambiar el régimen hacia un sistema cada vez menos democrático…

Investigador del CIESAS. @AzizNassif

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