Mucho se ha discutido si las mañaneras son una sesión de propaganda o una conferencia de prensa. La polarización política del país impide llegar a un acuerdo o a una respuesta única, pero lo cierto es que ese espacio se ha vuelto uno de los motores de la 4T y del AMLO.
Desde que fue jefe de gobierno en la Ciudad de México, López Obrador puso en práctica la idea de que gobernar era en buena medida tomar el micrófono de forma diaria, sistemática y en un horario temprano, con lo cual logró posicionar una agenda de comunicación que rebasaba los problemas y proyectos de la capital del país. Desde la Presidencia de la República ha repetido la fórmula y sus resultados son muy polémicos: para unos son un púlpito para la propaganda, y para otros son un ejercicio de transparencia y de información. Entre las dos posturas hay muchos grises y matices. Sin duda el presidente ha tenido éxito en esta tarea y buena parte de sus niveles de aprobación quizá se deban a ese ejercicio matutino.
Ahora el proceso electoral del próximo 6 de junio abre un conflicto entre dos autoridades para regular las mañaneras. El INE quiere aplicar la ley, que determina que la autoridad gubernamental (de todos los niveles) no puede hacer propaganda durante las campañas electorales para garantizar la equidad de la contienda. Para AMLO simplemente se trata de un acto de censura, porque considera que la mañanera es para informar al pueblo lo que hace su gobierno.
Con un poco de memoria hay que recordar la sucesión presidencial de 2006, cuando se fracturaron los pactos que dieron cauce a la transición democrática. Ante la posibilidad de que AMLO ganara las elecciones se violentaron las reglas, hubo una intervención ilegal del sector empresarial, y una participación contundente del presidente Fox. Estos factores violentaron la legalidad y rompieron la equidad de la contienda. Por eso vino la reforma de 2007-2008 que estableció un nuevo modelo de comunicación político-electoral. Se abrieron los tiempos del Estado para la propaganda, quedó prohibida la compra de espacios en medios electrónicos y se impidió la propaganda gubernamental en campañas electorales, como se establece en los artículos 41 y 134 de la Constitución.
Las mañaneras tienen los dos elementos, información y propaganda, y muchas veces es complicado distinguirlas. El presidente lleva una agenda diaria de temas y lo acompañan integrantes de su gabinete. Él mismo conduce la sesión de preguntas y respuestas. Hay información, es decir, datos ordenados y conocimiento de proyectos pero, al mismo tiempo, hay un posicionamiento de AMLO frente a la crítica, a sus “adversarios”, a los “conservadores, “neoliberales”. Una descalificación a actores y medios, un debate cotidiano y sistemático de las ideas de AMLO, repetidas en frases que lo identifican desde hace años. Se trata de opiniones políticas con una intencionalidad de influir sobre la opinión de la ciudadanía. Eso se conoce como propaganda. Así, junto a la información sobre los precios de las gasolinas, las rutas para distribuir las vacunas contra la Covid-19 o el porcentaje de aumento a los salarios mínimos, hay crítica a algún periódico, mención descalificatoria de algún editorialista o un comentario en contra la alianza opositora. AMLO en sus mañaneras ha dicho que la alianza busca ganar la mayoría en el congreso para detener “la transformación”.
El conflicto entre AMLO, el INE y el Tribunal Electoral será parte del proceso electoral. El INE ha pedido al presidente y a todos los funcionarios que no hablen de temas electorales, lo cual será complicado, así que lo más probable es que veamos un largo litigio político y jurídico, con una oposición que impugnará a AMLO, el INE que establecerá medidas cautelares, una “tutela inhibitoria”, el Tribunal que posiblemente le dará la razón al presidente. Una y otra vez estará en vilo la equidad de la elección durante las mañaneras de AMLO…