Con el impacto inicial de Trump en la Casa Blanca, una parte muy importante de la opinión pública se ha concentrado en la personalidad del presidente, en su discurso inaugural y en las decenas y decenas de órdenes ejecutivas (varias inconstitucionales) que ha emitido. Ha predominado el asombro ante el tamaño de los cambios que se han empezado a realizar. Existe una mezcla de emociones que van del escándalo, la admiración, la ira, la euforia, hasta la incertidumbre sobre el presente y el futuro inmediato. Ya se ha dejado de lado la idea de que el discurso trumpista es una cosa y la realidad o capacidad de hacer lo que dice, es otra. Ya se vio que ha llegado de forma estridente y tronante, como lo comprobó el presidente colombiano. Una de las pocas voces críticas que se ha escuchado fue la de la muy valiente obispa episcopal Marian Edgar Budde, que le hizo frente a Trump con un sermón memorable sobre la misericordia que le dio la vuelta al mundo, donde defendió la diversidad y a los más vulnerables. Es necesario pasar de estas primeras impresiones para ver que en realidad hay un sólido proyecto conservador, de ultraderecha, que le da sentido, discurso y causa al trumpismo.
No estamos frente a un loco que llegó de pronto a una segunda presidencia y que nadie sabe qué se puede esperar, porque es fantoche, mentiroso, volátil y muy narciso, además de ser un criminal convicto. Todo eso es cierto, pero detrás de Trump hay una embestida para generar una nueva hegemonía que hoy gana espacios en todo el mundo. MAGA es el grito de lucha que representa un cambio profundo de las reglas del juego económico, político e ideológico. Se trata de la avanzada más contundente en contra del paradigma globalizador y multilateral; de ir en contra de las causas que defiende el liberalismo y la socialdemocracia; de cerrar el paso a los avances de inclusión de minorías, diversidad, multilateralismo de las democracias modernas. Trump tiró a la basura en minutos políticas ambientales, diversidad sexual, derechos de las minorías, migrantes o nativas, legales o ilegales, que se llama la guerra cultural de la ultraderecha.
Uno de los organismos más influyentes del pensamiento conservador, The Heritage Foundation, publicó en 2023 un documento que llamó: “Mandate for Leadership. The Conservative Promise. Project 2025”. Son 922 páginas que se estructuran en 30 capítulos y en cinco grandes apartados, 1) Tomar las riendas del gobierno, 2) la defensa, 3) el estado de bienestar, 4) la economía y 5) las agencias reguladoras. Este es el marco teórico del trumpismo y varios de sus autores hoy forman parte del gobierno trumpista.
El documento es una agenda para el gobierno de Trump. La posición es acabar con todas las políticas de Biden. La fundación se siente heredera de gobiernos como el de Reagan y, ahora, del trumpismo. Dice que hay que frenar la Agencia de Protección del Medio Ambiente; la agencia de Administración de Seguridad y Salud; también afirman que hay que reforzar “nuestra seguridad nacional y frenar la centralización del poder en el gobierno federal”. Se proponen: “Restaurar la familia como centro de la vida estadounidense y proteger a nuestros hijos. Desmantelar el Estado administrativo y devolver el autogobierno al pueblo estadounidense. Defender la soberanía, las fronteras y la riqueza de nuestra nación frente a las amenazas globales. Asegurar los derechos individuales que Dios nos ha dado para vivir libremente, lo que nuestra Constitución llama las bendiciones de la libertad”. En suma, este discurso ideológico defiende la libre empresa, el gobierno limitado, la libertad individual y la defensa. Todo envuelto en la oligarquía que rodea al trumpismo
El expansionismo de Trump se basa en las doctrinas del espacio vital y la Doctrina Monroe (1923), como señala Enzo Girardi en su análisis, “El tsunami Trump”, (Revista Anfibia, 22/01/2025). El referente de Trump es el presidente William McKinley y su proyecto 1897, que adicionó a Estados Unidos, Hawái, Guam, Puerto Rico y Filipinas (The Economist, 23/01/2025.
El documento-agenda dice que en Washington “no hay victorias permanentes, pero tampoco derrotas permanentes (…) más bien hay batallas permanentes”. Y así serán los próximos cuatro años…
Investigador del CIESAS. @AzizNassif