El huracán del trumpismo se ha robado casi toda la atención global en las últimas semanas, no solo por el ajuste en la geopolítica mundial, sino por los presagios negativos en su propio país.
En un reciente artículo de Levitsky y Way, “El camino hacia el autoritarismo estadounidense” (Foreign Affairs, 11/febrero 2025), establecen de entrada que: “la democracia estadounidense probablemente colapsará durante el segundo gobierno de Trump”. Otro texto importante es el de Timothy Snyder, “La lógica de la destrucción. ¿Y cómo resistirlo?”, (2 de febrero 2025). Su argumento es: “Los oligarcas no tienen ningún plan para gobernar. Tomarán lo que puedan y desmantelarán el resto. La destrucción es lo importante. No quieren controlar el orden existente. Quieren un desorden en el que su poder relativo crezca”.
Hace unos años vimos cómo en diversas democracias se empezaban a generar procesos autoritarios, pero se pensó que eran casos excepcionales y que pronto se regresaría a cierta “normalidad” democrática. Hoy vemos que los casos aumentan y se multiplican las experiencias populistas y los gobiernos de ultraderecha (Hungría, Túnez, Turquía, El Salvador, Argentina, etc.). Estos procesos no se dan solo en los países del sur global, o en las periferias, sino en las democracias más consolidadas, como Estados Unidos; Francia está amenazada y muy pronto, el próximo día 23, Alemania pasará la prueba de las urnas con una ultraderecha ascendente. Con el segundo trumpismo se ha fortalecido la llamada “internacional reaccionaria”, en donde están los acólitos que repiten la misma tonada de la Casa Blanca, como Milei, Meloni, Orbán, y otros que pronto pueden llegar al poder, como Le Pen.
El argumento de Levitsky y Way es que Estados Unidos no se convertirá en una dictadura clásica al estilo de Rusia o Venezuela, sino que transitará hacia un “autoritarismo competitivo”, es decir, hacia un régimen donde los abusos del poder y la falta de controles constitucionales llevarán a inclinar la competencia hacia el partido gobernante. En las próximas elecciones intermedias sabremos si el trumpismo se debilita o se fortalece.
La concentración de poder que debilita los contrapesos es una condición para el abuso. Trump controla su partido, las dos cámaras y ejerce una fuerte presión sobre sus adversarios. El trumpismo investiga rivales, debilita a la sociedad civil, protege a sus aliados, libera con impunidad a los responsables del asalto al Capitolio en 2021. Estas acciones confirman lo que ya sucede hoy con este segundo periodo de Trump en la Casa Blanca, como dijo Vance en Múnich hace unos días: “Hay un nuevo sheriff en la ciudad”.
Con estos autoritarismos, dicen los autores, suben los costos para ejercer contrapesos; se usa al Estado para investigar a los adversarios, desde el escrutinio fiscal, hasta las demandas directas. Trump ha iniciado una purga de funcionarios públicos. En Estados Unidos se reconoce que algunas instituciones, como el Departamento de Justicia o el FBI, habían logrado blindarse de la captura política, pero hoy están en peligro de ser capturadas.
En nuestro país se vive una extraña contradicción: hay cambio de régimen con una destrucción institucional y, al mismo tiempo, el gobierno morenista cuenta con mucho apoyo popular. Esa es una diferencia con el trumpismo, que no tiene índices altos de simpatías ciudadanas. Varios estudios internacionales recientes sobre la democracia, la transparencia y los derechos humanos (Human Rights Watch, V-DEM, International Idea, Transparency International), establecen que México va a la baja en valores democráticos, resultados y percepciones. La excepción es el estudio de Latinobarómetro 2024, que reporta un incremento del apoyo popular y de la confianza en el gobierno. La dualidad contradictoria es: un sistema democrático debilitado en su arquitectura, pero, al mismo tiempo, con respaldo popular.
¿Cuánto tiempo mantendrá Trump el apoyo popular? Se verá en las elecciones intermedias, cuando salte el gato por liebre, qué vendió el trumpismo en las elecciones de noviembre pasado. Levitsky y Way señalan: “Cuando el miedo, el agotamiento o la resignación desplazan el compromiso de los ciudadanos con la democracia, el autoritarismo emergente comienza a echar raíces”.
Investigador del CIESAS. @AzizNassif