Hemos entrado de lleno a la disputa por el poder de la próxima sucesión presidencial. Desde hace tiempo estamos inmersos en este proceso, pero en estos días se ha vuelto más nítido un escenario de narrativas, actores y movimientos que nos llevan a leer el país en clave electoral. Bien dice Norberto Bobbio: “El alfa y el omega de la teoría política es el problema del poder: cómo se conquista, cómo se conserva y cómo se pierde, cómo se ejercita, cómo se defiende y cómo nos defendemos de éste” (El tiempo de los derechos, pág. 187). Es a partir de este enunciado que podemos entender en México el ejercicio presidencial del poder en estos tiempos.
Se pueden destacar al menos dos interpretaciones que delimitan la lucha polarizada por el poder en este escenario electoral de la sucesión de 2024: una es la oficialista, que dice que la 4T está “transformando” al país y que para seguir en esa ruta se deben ganar las elecciones, pero no sólo la Presidencia, sino la mayoría calificada en el Congreso, es decir, un gobierno unificado y un partido dominante. Hacia allá apuntan todas las baterías de AMLO, su poder, sus recursos y su narrativa. Para ello no sólo prepara candidatos y define los tiempos, sino que se ha encargado de posicionar la agenda y delimitar los temas de la campaña; establecer la estrategia y ubicarse como el gran director de orquesta de todo el proceso. La otra versión es la que se ubica en múltiples miradores críticos y ve que muchos de los cambios y reformas de la 4T han sido negativos, que se destruyen capacidades estatales, se desmontan instituciones, se empobrecen áreas enteras de la administración pública, se debilita al Estado y al bienestar. Pero, lo más preocupante es que se atenta en contra de derechos conquistados mediante ataques a las instituciones que tutelan, derechos políticos, derecho a la información, como el INE o el Inai, o son contrapesos como el Poder Judicial.
Desde el Palacio Nacional se ejerce el poder de un hiperpresidencialismo, que tiene como una característica central el debilitamiento de los otros poderes y, por lo tanto, de los contrapesos. AMLO ha sido un especialista en desplegar este tipo de estrategias, desde las reformas legales, hasta la narrativa cotidiana de sus mañaneras. Bobbio establece que en contra del abuso de poder hay dos instituciones históricas que evitan este carácter: una es la división de poderes y otro es el Estado de Derecho, que se consagra de forma emblemática en la Constitución.
¿Frente a qué estamos? Si hacemos un corte con el llamado “sábado negro”, con la aprobación de 20 leyes en tiempos mínimos, vemos que se legisló lastimando el procedimiento parlamentario y constitucional, fue un abuso de poder que ahora la SCJN ha empezado a corregir. Ya echó abajo la primera parte del plan B en materia electoral y la reacción de AMLO ha sido el ataque a los y las ministras que formaron esa mayoría. Es la misma estrategia que usó contra el INE, atacar a los consejeros por sus sueldos, igual hoy con la Corte.
La lógica es que todas las piezas que estorban para la concentración de poder presidencial tienen que ser destruidas, es decir, los contrapesos de otros poderes, o los órganos autónomos que tutelan derechos democráticos. AMLO dice: “el INE hace fraude electoral”; “El Inai no sirve para nada, tenemos la mañanera”; “El Poder Judicial está podrido”, etcétera.
¿El presidente tiene un plan maquiavélico para todo este proceso, o son simples ocurrencias? AMLO no ve con buenos ojos los resultados de la transición democrática, como la división de poderes o la autonomía de las instituciones que tutelan derechos. Vivimos en el corto plazo y las respuestas de Palacio Nacional reaccionan a lo que se ve como una amenaza al hiperpresidencialismo. El 2024 que ve AMLO hoy es muy diferente al que enunció en su libro de campaña, 2018 La Salida. Decadencia y renacimiento de México, que era prácticamente el paraíso terrenal (alto crecimiento, índices delictivos a la mitad, fin de la corrupción, pero eso no ha pasado). La realidad es que hoy estamos ante una cruda batalla por el poder y el “renacimiento” y la “regeneración” están muy lejanas…