Las instituciones financieras tradicionales introducen nuevas estrategias. Sobresale el emprendimiento corporativo como el modelo más recurrente en cualquier plan estratégico.
La innovación adquiere distintas formas como el crowdsourcing, una actividad participativa a través de la cual el banco propone a un grupo de individuos o startups el desarrollo voluntario de un proyecto.
Estos participantes podrán actuar libremente y usar su tiempo, recursos, conocimientos y experiencia para resolver la labor predeterminada. Se genera con ello un beneficio mutuo: el participante recibirá una retribución económica, de reconocimiento social, autoestima o el desarrollo de habilidades individuales y el iniciador de la actividad obtiene el resultado esa tarea.
La incubación, por otra parte, es una infraestructura diseñada para proporcionar un entorno apropiado para la creación, crecimiento y consolidación de proyectos emprendedores emergentes que, debido a su debilidad, no prosperarán sin esa ayuda.
El banco, entonces, apoya a diferentes startups para imbuirse de la mentalidad y la forma de operar de las fintechs y, al mismo tiempo, tener oportunidad de capturar los proyectos que considere más atractivos.
Otra forma de innovación es el intraemprendimiento o el proceso que identifica empleados dentro de organizaciones que se comportan con espíritu emprendedor. Actualmente, muchas entidades financieras lo usan para promover de una manera ágil nuevos productos, procesos o modelos de negocio.
Los intraemprendedores imitan el espíritu emprendedor de las startups, y la empresa que lo promueve consigue aislarles de los lentos canales corporativos de desarrollo de nuevos productos.
Un rol relevante de la renovación del sector financiero tradicional es el Corporate venture capital. Es un vehículo de venture capital de carácter híbrido en el que se combinan las ventajas de contar con los fondos de una gran entidad financiera y las de la innovación y motivación que trae consigo una startup.
En esta figura, el banco o la aseguradora traslada a la startup su experiencia y conocimiento, le facilita el acceso al mercado y pone a su disposición financiación (equity) que le permite crecer muy rápido. En paralelo, la startup traslada su motivación, pasión y ganas de romper moldes, así como su capacidad de gestionar el riesgo y encontrar nuevos mercados.
Las aceleradoras, por su parte, se basan en un programa que contiene una serie de convocatorias con un plazo de tiempo estipulado. Durante este programa, las aceleradoras, promovidas por grandes corporaciones, ofrecen a las startups actividades como mentorización, formación intensiva, educación digital y tutoría.
Cuando finaliza el programa, tiene lugar un demo day, o bien un pitch público en el que se demuestran los avances. Las aceleradoras incluyen muchas facilidades de la incubadora, pero añaden la posibilidad de que los gestores de éstas inviertan en el capital de la startup para “acelerar” su crecimiento, de ahí su nombre.
Sandbox, finalmente, permite a empresas financieras de base tecnológica testar sus productos o servicios dentro de un marco regulatorio. Todo ello con exigencias normativas proporcionalmente adaptadas a la actividad que los operadores desempeñen.
La revolución financiera ya está aquí.
Investigador y autor de Liderazgo para tod@s