Cuando se inauguró en 1964, Philip Hendy, entonces presidente del Consejo Internacional de Museos le dijo al arquitecto que lo diseñó, Pedro Ramírez Vázquez: “Ustedes están adelantados cien años”. El reconocido arqueólogo peruano, Luis Lumbreras, vislumbró “(…) este es el primer gran museo del futuro”. Sesenta años después, el Museo Nacional de Antropología (MNA) de la Ciudad de México está catalogado como uno de los diez mejores del mundo, Sebastião Salgado le otorgó el primer lugar y un jurado desde España decidió darle el Premio Princesa de Asturias 2025 a la Concordia.
Por todo eso, la noticia de su cierre la semana pasada, fue un golpe al orgullo, al derecho a la cultura de miles de personas y al mismo tiempo, clavado a una realidad que urge atenderse. Porque también cerraron el Museo Nacional de Historia (MNH) en el Castillo de Chapultepec, el del Templo Mayor, el de las Intervenciones, el de las Culturas del Mundo, el del Carmen… entre otros. Aparentemente, por ahorrarse cuatro millones de pesos, Pedro Alberto Velázquez, director de Seguridad y Resguardo del Patrimonio Cultural del INAH, (que antier “renunció”), tomó la decisión de cambiar la seguridad pública que ha tenido a cargo la vigilancia, por dos empresas privadas que llegaron el martes pasado al museo sin protocolo, sin capacitación, y con un número de elementos muy inferior al necesario. Los trabajadores, incluido el director Antonio Saborit en el caso del MNA, optaron por la protección del patrimonio y decidieron cerrar.
Jesús Torres es historiador de arte, museógrafo, maestro en Comunicación y guía de turistas. El martes 3 de junio, a las 8.30 am, un grupo de turistas, desconcertados, le esperaba en la entrada del MNA. Los llevó al Museo de Arte Moderno y a la Basílica. Al Zócalo no era posible, por el plantón de la CNTE y el Templo Mayor también estaba cerrado.
“Yo nunca hablaré mal de mi país con los visitantes de fuera, los guías somos embajadores de la cultura. Pero, al interior, la crítica puede ser constructiva. Lo de la seguridad fue la gota que derramó el vaso”. Ocho días antes, Jesús había ido con un grupo a Teotihuacán, el museo de sitio estaba cerrado y en el baño no había agua ni papel. “Hay turistas que vienen de los estados, que ahorraron para la visita… a otros los recojo en el Hotel Four Seasons, en el St. Regis, en el Barceló, gente que paga entre 18 mil, 25 mil pesos la noche. Me piden, a veces, ir a Mixquic en Día de Muertos, yo me niego, por la inseguridad. En Xochimilco la situación es crítica, en los canales los peces se están muriendo, las trajineras no pueden avanzar, no hay papel en los baños… Son sitios emblemáticos de México que necesitamos atender y mejorar”.
Cuando el MNA reabrió, Jesús fue a visitarlo. Había mucha gente, grupos de primaria y secundaria. Desde su amor por el patrimonio y la devoción por lo que hace, dice que a las infancias hay que enamorarlas por el arte, la cultura, su historia. Que una visita puede marcarlos de por vida, como le sucedió a él. Ese día, en cuanto salió de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, donde da clases, saludó al recinto con emoción. Le preguntó al museo cómo se siente, qué le duele, qué le falta, cómo percibe al público. “Es un museo palpitante, vivo, que vibra y nos sigue hablando, con el que se crean lazos de por vida”.
El MNA le contesta que “hay museografía deteriorada, descuido de la fuente central (la del caracol) donde las carpas sobreviven, mármol quebrado en algunas zonas, jardineras con plagas, un deficiente sistema de taquilla…” Pero también confía en que esto pasará.
El domingo pasado el museo recibió a 25 mil visitantes. Más vigilancia. Custodios contentos. Para Jesús, que trabaja con agencias nacionales e internacionales, el cierre “fue una fuerte sacudida” para el INAH. Comenta que no todo es tema de presupuestos. En abril ingresaron hasta 30 mil personas al día, la tarifa es de 95 pesos, “más bien es un asunto de manejo administrativo y política pública”.
Le da la razón otro guía, Arturo Vega. Ofrece datos: el INAH tuvo en 2024 un total de 7 millones, 753 mil 128 visitas. De éstas, 88 por ciento fueron nacionales y menos del 12 por ciento, extranjeros. El 49 por ciento acudió al MNA; el 34.67 por ciento al MNH y el 6.46 por ciento al Templo Mayor. “Es decir, los tres recintos más visitados del país cerraron. Esto afecta la imagen del país ante el mundo, pero los más afectados son los visitantes mexicanos, aparentemente debido a la reinserción de una nueva empresa de seguridad. Quitarle a tantas personas el acceso a la cultura por una cuestión administrativa es preocupante”.
Tan preocupante como que, en Tepic, hoy mismo, el gobierno nayarita destruya la Ciudad de las Artes para construir un estadio de futbol. O que, en Hermosillo, Antares Danza Contemporánea, sea desalojado del espacio donde crea y ensaya desde hace 38 años, porque el Instituto Sonorense de Cultura pretende “democratizarlo”.