Eugenia toma el micrófono y pide no referirse a su padre Silvestre ni a Fermín, Consuelo, José, Emilia y Rosaura como “geniales”. Sucede durante la presentación de un libro en el que se abre el álbum familiar y laten la vida y el corazón del músico, del muralista, de la pintora, del escritor, de la pianista y de la actriz y bailarina, sus padres y sus abuelos, sus amores y amistades, sus secretos y sus intrigas; la historia de su tiempo y la riqueza de su legado. No digan eso, insiste, porque los Revueltas “en su complejidad, solo luchaban, trabajaban, escribían, eran modestos, y de una integridad…”
Se trata de la nueva edición de Los Revueltas, biografía de una familia (FCE, 2021), con Introducción de Eva Bodenstedt, nieta de Rosaura Revueltas, la autora de este libro “escrito por muchas manos”, como diría Eugenia. Y es que en sus páginas tenemos acceso privilegiado a cartas, diarios, poemas, fotografías y episodios que sólo un familiar puede conocer y narrar.
¿Cómo explicarse que una familia concentre tanto talento? Una respuesta posible está en el padre, comerciante de clase media, preocupado por la buena educación de sus 12 hijos, que trabajó incansablemente para que, por ejemplo, Silvestre tuviera un buen violín, para que Fermín y él pudieran estudiar en Chicago, para que en su casa la lectura y la formación intelectual fueran una prioridad. Sospechamos que la rebeldía, el ingenio y el sentido del humor que caracterizó a la familia se sembró en casa y que ahí también se tejió una solidaridad fraternal que persistió toda la vida. Aun en los momentos más duros como cuando murió don José y Romana, que escribía poesía, se quedó sola con los más pequeños. O cuando Rosaura y Olivia Peralta, esposa de José, pagaron la primera edición de Los muros del agua.
Tan asombrosa como fuerte es la vida de Silvestre, que compuso Sensemayá y La noche de los mayas; tan breve como fecunda la de Fermín, el muralista que formó parte de las Misiones Culturales de Vasconcelos; ni se diga la del escritor José Revueltas, preso en varias ocasiones por su activismo político, primero en una correccional, luego dos veces en Islas Marías y en Lecumberri durante el movimiento estudiantil del 68. Pero la cereza en el pastel del libro es Rosaura, que cuenta su vida en el último capítulo. Qué carácter el de esta bailarina y actriz. Habló cinco idiomas, viajó por el mundo, protagonizó La sal de la tierra (1954), película que enardeció al gobierno anticomunista de Estados Unidos y la condenó al exilio en el mundo del cine, pero luego formó parte del Berliner Ensamble de Bertold Brecht, en Alemania.
Los Revueltas reivindican la libertad, la inteligencia crítica y la complejidad frente a la visión simplista de la vida. Y al conocimiento y a la cultura como aliados de la conciencia social. El mismo José, autor de Los días terrenales, fue crítico del estalinismo siendo comunista, “tenemos que escribir justamente de lo que se nos prohíbe”, decía. En una carta a Rosaura, propone: “(…) No precisamente decir la verdad o la mentira —eso todavía es un prejuicio— sino decir la Vida, que no es falsa ni verdadera, sino simplemente Vida, con sus contradicciones y su dolor”.
Este libro imprescindible es de Rosaura, pero también de sus hermanas Consuelo y María que colaboraron. Y de Eugenia. De Eva Bodenstedt, que logró la nueva edición con la complicidad de Gilda Cruz Revueltas, nieta de José… Todas ellas, mujeres guardianas de la memoria colectiva.
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