Nunca como ahora han sido tan urgentes las palabras. Palabras que nos expliquen, nos vinculen con los demás, nos ayuden a nombrar lo que sucede a nuestro alrededor y dentro de nosotros. En tiempos de incertidumbre, la lectura es un acto de resistencia, un gesto de rebeldía y un antídoto contra la desesperanza del mundo.
Mempo Giardinelli lo sabe muy bien. Porque ni la pandemia ni el confinamiento o la crisis económica le impidió a él y a Natalia Porta llevar a cabo el Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura que en su edición 25 se realizó de manera virtual. Desde Resistencia, Chaco, Argentina, reunió a poetas, narradores, bibliotecarios, docentes, mediadores, sociólogos, académicos y educadores de 24 países en torno al tema “Leer en tiempos de incertidumbre”.
Sé del entusiasmo del autor de La revolución en bicicleta porque fue mi maestro de periodismo durante su exilio en México y porque tuve el privilegio de participar en uno de los foros que organiza su fundación y que convocan, cada año, desde 1995, a miles de maestros y promotores de lectura de todos los rincones de su país para contagiarlos de la pasión por los libros y dotarlos de herramientas para transmitirla. Para Mempo, sin literaturas la estructura social universal se empobrece en múltiples sentidos y “no hay peor violencia cultural que el embrutecimiento que se produce cuando no se lee”. Por eso, un tema ineludible es su preocupación por las jóvenes generaciones, “tan competentes para el manejo de dispositivos electrónicos y tan carentes de la destreza lectora”. No hay educación posible si no se lee mucho y bueno, insiste Giardinelli.
Este año, en medio de la incertidumbre por la pandemia, la agudización de las desigualdades y el aceleramiento del cambio climático, participantes de todo el mundo nos convencieron de que leer es un acto de resistencia, un alimento necesario y un salvavidas maravilloso para el planeta y que conversar acerca de la lectura y el libro es un acto de rebeldía ante el aislamiento y la expulsión del mundo a la que hemos sido sometidos durante el confinamiento. Dijo Carlos Skliar: “Leer es tocarnos, se toca una puerta para que se abra, se toca un rostro para percibirlo, se toca una mano para sostenerla, se toca una inalcanzable leyenda. Leer es darnos cuenta de que hay más vidas posibles que somos capaces de vivir (…) La lectura y la educación son una invitación para cuidar lo mejor del mundo y para cuidarnos de lo peor del mundo”.
Escuché testimonios de las múltiples formas de la lectura y la escritura en el confinamiento, la dificultad de algunos para encontrar contenidos a la altura de la experiencia, la circulación de la palabra en redes sociales, el reto del teletrabajo y de los niños en casa, el titánico esfuerzo de los maestros por aprender el uso de las plataformas digitales porque “una cosa es conectividad y otra comunicabilidad”, la lluvia de contenidos en línea como analgésico para la angustia… Resistimos, dice Michel Petit, gracias a la belleza compartida.
El foro ha sido siempre un espacio para la esperanza. En México lo tenemos en la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil que a lo largo de 40 años ha sembrado nuevos lectores. Suspenderla, como anunció Paco Ignacio Taibo II, es cancelarle a la infancia la oportunidad de descubrir en un cuento, una idea, un autor, el amor a la lectura.
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