Cuando Carlos Pellicer creó el Parque Museo de la Venta en Villahermosa, Tabasco, se adelantó. Diseñó un museo al aire libre que se recorre como se lee un poema; un museo en donde el legado milenario prehispánico, las cabezas colosales, los altares y las estelas olmecas dialogan en armonía con el agua, las ceibas y otros árboles, las aves, animales del sitio… y con el alma humana. Esta “es la obra de mi vida”, le aseguró a Alfonso Reyes.
“Estoy haciendo un poema con los tres reinos”, escribió en la misma carta. Emocionado, el poeta tabasqueño, autor de muchos otros museos como el Anahuacalli o el Frida Kahlo, le cuenta a su amigo: “Aquí ando moviendo y trasladando milenios hasta de 38 toneladas (…) Ya he trasladado 15 monumentos, me faltan 5 esculturas (…) más un sepulcro megalítico y un gran sarcófago —atascado de siglos—. He tenido que ponerme a régimen para envejecer lo suficiente y estar a tono con estas piedras maravillosas que por ser casi desconocidas, cuando yo dé por terminada la mise en public (puesta en escena) asombrarán a los mundos”.
El museo se inauguró en 1958 y ha maravillado al mundo con la atmófera poética que acoge las piezas dentro de la exuberancia de la vegetación tabasqueña. Halladas en la ciudad prehispánica de La Venta (devastada por la petrolización) en el municipio de Huimanquillo, las 30 piedras esculpidas entre los años 1300 y 200 a.C. se trasladaron a la capital del estado donde, como le describe a Reyes, Pellicer propone: “Figúrate un poema de siete hectáreas con versos milenarios y encuadernado en misterio. Naturalmente a orillas de un lago con algunos errores llamados cocodirlos (…) soltaré allí mismo catorce venados que le darán rápida puntuación a tan magnífico texto”.
Jaguares, ocelotes, monos araña, coatíes, garzas… se integran al poema en un zoológico también diseñado por él, que se comunica a través de senderos con el Parque Garrido Canabal, la Laguna de las Ilusiones y el Museo de Historia Natural.
El poema museográfico de Carlos Pellicer, su diálogo con el pasado y con un ecosistema que lo hace único, corre el riego de ser fracturado. Esto se debe al proyecto de un Museo Nacional Olmeca que el gobierno del Estado y el Instituto Nacional de Antropología e Historia planean ahí donde está el Parque Museo La Venta. La idea, según han expuesto las autoridades, es la construcción de un nuevo recinto cerrado de 14 mil 700 metros cuadrados al que trasladarán las piezas originales, para sustituirlas con réplicas en el exterior.
El proyecto, adjudicado directamente al despacho Ten Arquitectos de Enrique Norten, aun carece de Manifestación de Impacto Ambiental o de planos e información suficiente al alcance del público. El argumento para mover las 33 esculturas es que siguen “recomendaciones de la UNESCO” para piezas expuestas a la intemperie. Hay quienes se preguntan: ¿Y el Tláloc del Museo Nacional de Antropología?, ¿y los Atlantes de Tula...? ¿Qué no hay otra manera de proteger la piedra de las inclemencias del tiempo?
Ambientalistas, investigadores y ciudadanía de Tabasco se manifiestan en Villahermosa contra la obra y en defensa de la biodiversidad. Hablan por los árboles milenarios, las especies y animales endémicos que serían removidos, por ese bello parque que requiere cuidados y no cemento y por el museo-poema de Pellicer que les ha dado identidad por tantos años.
Promete el gobernador Javier May una consulta pública y que “no se tirará un solo árbol”. Lo mismo aseguraron cuando el Tren Maya.
Se pregunta un tabasqueño en redes: “¿Cómo les voy a explicar a los niños?”
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