El Eternauta es un clásico de la historieta que ahora cobra nuevo auge con la serie protagonizada por Ricardo Darín, producida en Argentina y filmada en Buenos Aires para Netflix. Hoy, como cuando se creó el cómic en 1957, el país sudamericano sufre una crisis. Entonces, por un gobierno cívico militar que reprimía y torturaba a militantes de la resistencia peronista. Hoy, por el nuevo rostro de una locura, en el rostro y las políticas de Javier Milei.
La historieta escrita por el genial guionista Héctor Germán Osterheld con ilustraciones de Francisco Solano López se publicaba por entregas en la revista Hora Cero Semanal (de 1957 a 1959). Tenían 38 y 29 años respectivamente. En una época cuando destacaban los superhéroes del cómic gringo, El Eternauta ponía énfasis, como se ve en la serie, en la idea de que “el héroe es siempre colectivo” y en protagonistas tan comunes y de carne y hueso como los lectores, que abrazaron esta obra de ciencia ficción a la que Javier Ferrero denomina: “crónica anticipada del terror”. La historieta era despreciada por la academia como “género menor”, aunque el acceso a la lectura estaba centrado en los quioscos. Y Oesterheld optó por una decisión ética: hacer de su obra un género mayor, “nivelar hacia arriba” el contenido. Proponía.
Luego de Francisco Solano, Oesterheld invitó a su amigo, un genio de la tinta, Alberto Breccia, a realizar los dibujos para una nueva versión de El Eternauta. Militante como el escritor, el artista que nació en Uruguay pero se mudó con su familia a Buenos Aires a los tres años, procedió y la historieta se publicó, por entregas, de tres páginas a la semana, en 1969 en la revista Gente. La versión resultó más política, más oscura, y los dibujos de Breccia, con un estilo innovador, técnicas de collage y tintas negras, inspirado en el expresionismo alemán, experimentó y revolucionó la página de los cómics. Su versión es considerada una obra cumbre en la historia de la novela gráfica a nivel mundial. Pero a los lectores no les agradó el giro más cercano al terror que a la ciencia ficción. Y menos, al gobierno militar que entendió la denuncia cifrada atrás del cómic.
Por su obra y su pensamiento libre, Oesterheld fue detenido por las fuerzas armadas el 27 de abril de 1976. Nunca volvió. El gobierno genocida lo mató. Lo mismo hicieron con sus cuatro hijas, Estela, Diana, Beatriz y Marina (dos de ellas embarazadas), y sus tres yernos. Cuenta Ferrero que el guionista fue visto en Campo de Mayo, torturado, con el cuerpo devastado “pero la mano firme sobre el papel”, es decir, no dejó de escribir. Y se convirtió en un símbolo que ahora es recordado en las pantallas, junto con Juan Salvo (Darín), héroe sin capa, “un obrero con escafandra”.
Muchos años después, en agosto de 1981, entrevisté a Alberto Breccia (1919-1993) en un Encuentro Internacional de Historietistas en Cocoyoc, Morelos. Ya era un ícono del género. Había realizado con Oesterheld, además de El Eternauta, adaptaciones de Sherlock Holmes, Ernie Pike, Doctor Morgue, biografías de Evita y del Che Guevara… y la obra maestra: Mort Cinder (1962) donde se autorretrata como el anticuario Ezra Winston y decide ambientar la obra en su casa de Beccar, como recuerda Mempo Giardinelli en un texto entrañable. También ilustró Los Mitos de Cthulhu de Lovecraft, realizó una versión de los cuentos de los hermanos Grimm y de El corazón revelador de Poe, luego lo hizo con El nombre de la rosa, de Eco.
Trabajar con Oesterheld, me dijo Breccia, “significó tratar de volar a sus alturas”.
Los dos están en las alturas máximas del nivel que alcanzó la historieta en sus manos. Pero también en la memoria que se sacude. Porque la serie de El Eternatuta ya movilizó a cientos de personas en Argentina, a través de las Abuelas de Plaza de Mayo, en la búsqueda del paradero de los nietos de Elsa Sara y Héctor Oesterheld, que nacieron en cautiverio. Desde el estreno de la serie, las llamadas se sextuplicaron. Es gente nacida entre 1976 y 1983 con dudas sobre su origen y en busca de su identidad.
Como leo por ahí, hay historias que siguen vivas, aunque estén bajo la nieve.