Lo que Arnaldo Coen y Felipe Leal comparten en su libro Conversación sobre arte y arquitectura es mucho más que un intercambio de ideas, un rico diálogo o una cátedra entre dos eruditos. Lo que hacen es invitarnos a su mesa para emprender una especie de viaje a su conocimiento, su memoria y su experiencia y tejer mediante la palabra ellos, y la imaginación de sus lectores, un gran mosaico donde artistas de disciplinas hermanadas de todos los tiempos se encuentran.

Lejos de un lenguaje académico, el pintor y el arquitecto hacen un homenaje al arte y al placer de la conversación. Poco a poco invitan a la mesa a creadores que han sido significativos en el diálogo entre estas disciplinas, pero también en su obra y vida personal.

Está presente Luis G. Serrano, que le descubrió a Coen la perspectiva curvilínea. Llega desde el Renacimiento temprano Paolo Uccello, el que le enseñó la estructura arquitectónica del cuadro y el manejo genial de los puntos de fuga en obras como La batalla de San Romano.

También convocan a Cézanne quien, para Coen, encontró la geometría del tiempo, es decir, hacía en cada obra una suma de diferentes instantes. Y nos revela que el pintor francés descubrió, más o menos en la misma fecha que Einstein, el concepto de espacio-tiempo que es la temporalidad simultánea, factor que influirá poco después en el cubismo.

Leal invoca al maestro portugués Álvaro Siza para profundizar sobre el trazo, acción compartida entre arquitectura y pintura que, para Coen, es el movimiento de la muñeca que pasa de la timidez inicial a la caricia y concluye como un acto amoroso.

El espacio arquitectónico dentro de la pintura lleva a toda una revisión de la obra de artistas como Andrew Wyeth. De pronto irrumpe en la mesa Mark Rothko, un místico de la plástica cuya capilla en Houston es ejemplo supremo de la fusión arquitectura-pintura. Se suman Juan O’Gorman, que convirtió a la Biblioteca de la UNAM en un gran lienzo y, por supuesto, Siqueiros, por su extraordinario análisis geométrico y analítico para intervenir espacios arquitectónicos.

Para Coen, “la arquitectura es la investidura de diferentes estados de ánimo. Es como el traje hecho por un arquitecto. Es quien debe captar el espíritu del espacio para a través del vestido darle identidad y sentido”.

Paul Klee se integra a la plática como constructor de espacios arquitectónicos en su pintura; Arnaldo lo considera su alter ego porque, dice, le enseñó a estructurar el espacio. Luego se suman a la conversación Rodin, Maillol, Brancusi, Giacometti, Henry Moore, Mathias Goeritz, Alexander Calder, Eduardo Chillida; Helen Escobedo, Zaha Hadid, Gae Aulenti, Renzo Piano, Tadao Ando…

Así, en solo 56 páginas, los autores nos regalan una master class llena de inteligencia y sentido; rescatan el diálogo como forma de conocimiento y enseñanza; tejen con historia, anécdotas, referencias puntuales y luminosas, la hermandad entre pintura, escultura, arquitectura y artes visuales.

Grandes conversadores, los dos nos invitan a tejer nuestras propias experiencias con el arte y la arquitectura, aquellas que vivimos a diario en la realidad cuando apagamos las pantallas digitales. Nos alejan de la vulgaridad a la que nos someten los políticos a diario para elevar el nivel en el uso de la palabra y para imaginar que reunirnos alrededor de un pequeño gran libro es como encender una fogata en medio de la oscuridad.

(Versión resumida del texto leído durante la presentación del libro el sábado pasado en el Seminario de Cultura Mexicana, junto con los autores, Sylvia Navarrete y Susan Crowley)

adriana.neneka@gmail.com

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