La votación fragmentada de las bancadas opositoras en el Congreso de la Unión le han ocasionado enormes daños a la República. Que legisladores del PAN, del PRI y de MC se hayan “convertido” al oficialismo, ya sea por cambio de bancada, por sus ausencias e incluso por lo que llaman “votos de conciencia”, resulta indignante.
Para nadie es desconocido que en la elección del 2 de junio, desde Palacio Nacional se dictó la línea de trabajo para los cuatroteístas, ni tampoco pasa desapercibido que la coordinación nacional de campaña de la actual presidenta la encabezó, ilegalmente y a la vista de todos, el ex presidente de Macuspana, Tabasco. Sin pudor, anunciaron enormes retrocesos y la destrucción del Poder Judicial se conoció como el famoso plan C.
Con la ayuda -voluntaria o por incapacidad, que al caso es lo mismo- de los dirigentes partidistas opositores, Morena y sus aliados lograron una votación que les permitió “noquear”, ante la opinión pública, al PAN y al PRI y desaparecer al PRD. No alcanzaron mediante los votos la mayoría calificada, pero para desgracia del país, sí lo hicieron con el control de los órganos electorales.
Acción Nacional recibió el mayor número de votos de la oposición, menos que en procesos anteriores, es cierto, pero más que el PRI y el extinto PRD. Esos votos opositores planteaban, con toda claridad, el rechazo al régimen y a los desastres en política pública que se han intensificado con la llegada de la cuarta transformación al gobierno.
El mandato de los millones de electores que votamos en contra de la continuidad de la destrucción de México y de las instituciones es claro: no tenemos ninguna coincidencia con el régimen. Con matices diversos y desde la pluralidad, los mexicanos que no respaldamos a Morena no estamos de acuerdo con el modelo autoritario de gobierno que se quiere imponer, los retrocesos son evidentes y los números no mienten; en prácticamente todos los rubros, el país no tiene rumbo, tiene deudas, incertidumbres e inseguridades.
Por eso genera tanta frustración el que en temas importantes, donde las voces opositoras deberían cerrar filas, los tableros de votación muestren fotografías que evidencian, a todas luces, la traición legislativa a las y los electores.
El primer paso que marcó a la bancada de Acción Nacional, y para desgracia de México, fue el voto 86 a favor de la reforma constitucional, que dio inicio formal a la desaparición del Poder Judicial. Los Yunes , desde el Senado, daban una muestra clara que para salvarse ellos no importaba si hundían al país; por más que lo disfracen de “reflexión”, sus acciones fueron evidentemente una traición y el resultado: carpetas de investigación cerradas con el aval del régimen. En el mismo acto, el senador emecista seguía el mismo destino, pues su ausencia apuñalaba también a quienes le habían dado su confianza en las urnas. Pero no fueron solo ellos, antes dos senadores perredistas se habían “purificado” y se aliaron, sin empacho, con el corrupto gobierno. Eso, hay que señalarlo, es fraude porque llegaron al cargo con el voto que apoyó a la coalición opositora al segundo piso de la destrucción institucional y ahora, en los hechos, la apoyan.
Hace un par de días y ya con nueva dirigencia en nuestro partido, en la votación sobre la prisión preventiva oficiosa, siete senadores de la bancada del PAN, originarios de estados gobernados por el PAN, se sumaron también al oficialismo, contrario a lo establecido en nuestra plataforma política.
Es lamentable lo que está sucediendo dentro de la fuerza opositora más grande que, a estas alturas, debería tener clara no sólo la visión de partido, sino también de país que se requiere frente al panorama nacional, especialmente en temas fundamentales que ponen en juego los derechos humanos y las libertades.
Votar como cada legislador quiere o como mejor conviene a unos cuantos confunde al electorado, genera molestia ante la opinión pública, inhibe la participación ciudadana y manda un pésimo mensaje a la sociedad que nos exige mejores resultados. Es muestra inequívoca del fraude que se comete contra los que les dieron su voto porque confiaron en que defenderían con todo la integridad de la Nación.
Peor aún, causa extrañeza y malestar el mensaje de “defender” -cuando no hay por qué hacerlo- a la presidenta de México por su posición frente al gobierno de Estados Unidos, en lugar de presentar una postura firme ante el recién electo presidente Donald Trump, sobre los puntos de discusión transnacional, como el combate a los cárteles de las drogas, la migración y nuestra relación comercial con el vecino país del norte.
De seguir con posturas que evidentemente no abonan al fortalecimiento de la oposición, Acción Nacional seguirá en la irrelevancia política. ¿Para cuándo es el cambio prometido?
¡Urge tener rumbo y claridad!