Si tuviéramos una máquina para regresar el tiempo, por lo menos al 01 de julio del 2018, puedo asegurar que muchos de los sectores, grupos y gremios que apoyaron a López Obrador jamás se imaginaron que quien ganó la Presidencia de la República, en medio de júbilo y esperanza, sería hoy su verdugo.
El pasado 2 de junio, la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) emitió un comunicado para informar sobre los efectos negativos de la nueva disminución a su ya raquítico presupuesto. Este, el de las víctimas, es solo uno de los cientos de ejemplos del lugar que muchos grupos sociales ocupan para el inquilino de Palacio Nacional a los que defraudó.
En nombre de la austeridad y de una mejor “distribución de la riqueza”, el gobierno federal, una y otra vez, castiga y pide sacrificios a quienes genuinamente, durante años, quizás sin darse cuenta, han sido piezas fundamentales para la consolidación de las instituciones y de la política pública en México.
Hagamos un recuento:
Las mujeres de todas las ideologías y partidos que en los gobiernos encabezados por Acción Nacional lograron, entre otras cosas, la creación del INMUJERES, de la CONAVIM y la FEVIMTRA, han sido sufrido el embate presidencial por la desaparición de programas y proyectos que se gestaron gracias a su perseverante lucha.
El sector agropecuario no ha sido ajeno a la crueldad y falta de visión del primer mandatario. Los dos últimos presupuestos de la federación han evidenciado que el campo no es prioritario en el proyecto de este gobierno. Las manifestaciones del año pasado, para hacer notar su lucha por la defensa de derechos adquiridos, fueron descalificadas por López Obrador bajo el argumento de existir una mano corruptora detrás de sus reclamos, sin entender que estos, en otros sexenios, abonaron a la construcción de su movimiento.
¡Qué decir de los científicos y académicos que aspiraban a ser parte del primer mundo que les prometió! Hoy no cuentan con apoyos mínimos para llevar a cabo sus tareas. A cambio, reciben ataques de que su labor no es importante ni trascendental, porque el conocimiento y la ciencia han sido minimizados en el modelo presidencial, el cual resalta la mediocridad, disfrazada de igualdad.
A la lista se agregan cineastas, artistas y deportistas que, en la defensa de su libertad de expresión, señalaron las fallas y el debilitamiento de un sistema político con vicios. No dudaron en depositar su confianza en el candidato López Obrador. Creyeron sería lo mejor para México y para sus gremios, hasta que las decisiones autoritarias del gobierno los ubicaron en la dura realidad: también fueron traicionados y abandonados.
El mandatario mexicano perdió la memoria y dejó de reconocer que, gracias a investigaciones periodísticas, se evidenció la corrupción en temas como la Casa Blanca, el uso de agua en tratamientos para niños con cáncer; se expusieron los excesos y abusos de poder de políticos y empresarios, así como la falta de pulcritud en las averiguaciones de casos emblemáticos como los sucesos de Ayotzinapa. Así, con sus reportajes, allanaron el camino a Palacio Nacional para López Obrador. Hoy los acusa de chayoteros, corruptos y vendidos, solo porque hacen evidente que México empeoró a su llegada.
En fin, nadie se imaginó que incluso las víctimas del narcotráfico, de las desapariciones forzadas, de los secuestros, de las extorsiones, entre otros muchos que buscaban justicia y que contra todo impulsaron esa Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas para tener una pequeña puerta que atendiera sus problemas, fueran "ejecutados" por el mismo presidente al que impulsaron. Es lamentable que quien se creía el "salvador de la Nación", y que aseguraba que México estaría mejor con él que con sus antecesores, haya confirmado, a costa de la destrucción de las instituciones y sus sectores, que sí era un peligro para este país.
Pero que nadie se equivoque, estos sectores no tuvieron la culpa de votar con esperanza y de apoyar a quien les prometió mejores condiciones. La responsabilidad completa la debe asumir quien les mintió, quien los ejecutó, pues en Palacio Nacional no tenemos un presidente: tenemos un verdugo.
Diputada federal