Este viernes es el estreno mundial de la tercera temporada de la famosa serie surcoreana “El juego del calamar”. La trama aborda el comportamiento de un diverso grupo de personas con vulnerabilidad económica que son reclutadas para participar en varios juegos, cuyo premio económico podría resolver, de una vez por todas, sus problemas.

Ante un país con enormes desigualdades que colocan a millones de mexicanos en total vulnerabilidad, no puedo evitar hacer una analogía con la terrible situación que vivimos en México, por el abuso del poder y las irresponsables decisiones de los gobiernos morenistas y de una gran parte de la clase política.

Mientras en muchos rincones del país todos los días las familias mexicanas luchan por sobrevivir, ya sea a la violencia, a la falta de empleo, a la carencia de atención médica y medicinas y a la deficiencia de los bienes y servicios públicos, desde las conferencias matutinas de Palacio Nacional, los gobernantes actúan solo como felices espectadores, cuando en realidad son los responsables directos del caos.

Como en la serie, los morenistas han organizado a sus “soldados políticos” por jerarquías; me explico:

Los soldados rosas con máscara de círculos son el nivel más bajo, los que no toman decisiones, los que obedecen, los que no preguntan, los que siguen instrucciones, les toca hacer el trabajo sucio para lo que no se requiere mucha inteligencia o comprensión, pero su papel es fundamental, porque también son los que reciben y organizan a los jugadores. ¿Les hace sentido con los legisladores y líderes partidistas de la mal llamada transformación que solo levantan los dedos sin analizar el daño que ocasionan a la Nación?

Los soldados rosas con máscara de triángulos son el siguiente eslabón, son definidos como el músculo de la operación, llevan las armas más agresivas, someten y eliminan a los jugadores que son descalificados, pero más importante aún, son la primera línea de defensa de los altos mandos, ¿no les recuerda a los voceros del segundo piso: los estridentes Arturo Ávila, Gerardo Fernández Noroña, Andrea Chávez, Israel Zamora y Sergio Gutiérrez Luna? Sin empacho, se ridiculizan, exhiben sus excesos y repiten la narrativa de la popularidad como único elemento para la discusión pública.

Un sucesivo nivel lo conforman los soldados rosas con máscaras de cuadrado, son los que coordinan a los triángulos, se rodean de ellos y tienen acceso a la sala de control, usan sus armas solo cuando hay que tomar una decisión importante. ¿Quién no se acuerda del negro episodio para el país donde Adán Augusto López Hernández usa las armas políticas del Estado para “convencer” a los Yunes de dar el voto decisivo a la reforma judicial, con ayuda de la fiscalía general de la República y la Unidad de Inteligencia Financiera? Ellos son los instrumentos perversos para conseguir sus fines mientras traicionan la voluntad popular, tuercen las leyes y sin escrúpulos se purifican ante los mesías que les otorgan beneficios económicos e impunidad.

El nivel jerárquico siguiente es el Front Man o el hombre de enfrente que no tiene prácticamente a nadie que le dé órdenes (aparentemente), incluso se mezcla con los jugadores como si fuera uno de ellos y, con total libertad, puede dejar a su sucesor en la siguiente temporada… nos faltan 5 años todavía.

Durante muchos años vimos al hijo pródigo de Macuspana y a su sucesora participar de las marchas, manifestaciones, protestas públicas y, con su narrativa, “encabezar” las causas sociales más sentidas de los mexicanos. Mostrarse como las víctimas perfectas del poder, les permitió legitimarse a través de él para transformar el juego en la versión mexicana llamado “El Juego de la Calamidad”.

El Front Man tabasqueño de la primera parte, no dudó en dispararle a todos aquellos que genuinamente creyeron en sus palabras, no tuvo empacho en incumplir sus promesas de "no mentir, no robar y no traicionar", porque los datos duros hoy nos tienen en el peor de los mundos.

Su sucesora, la científica se ha encargado de mal sostener la versión del desastre: mientras miente, miente y miente en la segunda temporada.

Tan solo esta semana nos hemos enfrentado a una interminable lista de infortunios que nos anuncian que el camino de la transformación está dinamitado por el autoritarismo y la soberbia política de sus gobernantes:

  1. Leyes que consolidan el control militar, otras que ponen en riesgo el uso de nuestros datos personales y otras más para acceder a nuestros fondos privados.
  2. Programas de gobierno que legalizan los delitos como las invasiones a la propiedad privada.
  3. El sometimiento de autoridades electorales que se convirtieron en cómplices y mensajeros del poder político y que castigan a ciudadanos y periodistas con perfiles críticos.
  4. Gobernadores borrachos de poder que siguen los ejemplos de Palacio Nacional, que emiten leyes censura y que benefician a hijos y amigos con contratos millonarios.
  5. Indicios continuos revelados por gobiernos de otras naciones y medios internacionales, de la vinculación del poder económico y político con los poderes fácticos que tienen tufo de impunidad.

Por eso es fundamental una reorganización institucional, social y cívica, donde con el poder de la participación ciudadana podamos ponerle fin al "Juego de la Calamidad", sin que haya una tercera temporada.

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