La tragedia se veía venir: el 14 de junio de 2019 leíamos en twitter que, Tonatiuh Guillén López, entonces Comisionado del Instituto Nacional de Migración, renunciaba a su cargo; en un escueto mensaje de la dependencia, el funcionario daba las gracias a Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, y a Alejandro Encinas, Subsecretario de Derechos Humanos.
Las causas, se dice, eran el despliegue de seis mil elementos de la Guardia Nacional en la Frontera Sur, por acuerdo con el gobierno de Estados Unidos que encabezaba el hoy indiciado “amigou de AMLO”, Donald Trump. Se habló entonces de la sumisión del gobierno de México ante quien ha usado a los mexicanos como bandera político electoral.
Por supuesto, otras causas también asomaron la cabeza: recortes presupuestales -como hasta la fecha- y una ya probada ineficiente estrategia de “encargos” fuera de la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal (LOAPF). Marcelo Ebrard sería el responsable de la Comisión Especial del Gobierno que se encargaría de reducir la “migración ilegal”.
Desde ese momento, el presidente diría “no renunció, yo le pedí la renuncia a través de Alejandro Encinas”. El nuevo titular sería su amigo, compañero y cómplice, el expriista Francisco Garduño, quien hoy, luego de la trágica muerte (asesinato) de 40 migrantes en Ciudad Juárez, ha demostrado que por algo lo nombró López Obrador en ese espacio: el negocio millonario que le administra al presidente, quizás de donde salen las “aportaciones voluntarias” de un movimiento que siempre busca cómo justificar su corrupción.
Diversos reportajes e investigaciones serias han hecho públicas las adjudicaciones directas de miles de millones de pesos que -como en otras áreas del gobierno federal- se han otorgado a empresas fantasmas y operadores políticos de sus corcholatas.
Por eso resulta patético observar cómo, mientras los familiares de los migrantes lloran a sus muertos y los funcionarios evaden sus responsabilidades constitucionales, hay activistas que, ante lo evidente, se empeñan en olvidar las causas que se supone deben defender y se apresuran en proteger la imagen de “su amado líder”, a quien en diversas ocasiones han comparado con Jesucristo.
“Puedo asegurar que la cuarta transformación no ha llegado al INAMI”, expresa un entusiasmado Alejandro Solalinde, quien se caracterizó, en el pasado, por ser uno de los mayores críticos del gobierno federal y romper también con las reglas establecidas por la iglesia católica.
No oculta ante los medios el entusiasmo que le ocasiona encargarse de un proyecto para convertir al INAMI en la Coordinación Nacional de Asuntos Migratorios y Extranjería. Lo paradójico es que:
- No sabemos cuánto tiempo tardará en conformarse esta nueva “institución”. Quizás nunca se dé.
- ¿Cuáles son las diferencias en funciones de lo que marca la LOAPF para este nuevo organismo?
- ¿Es sólo una cortina de humo con el uso faccioso de la fe, a través de un sacerdote que en lugar de clamar justicia, ahora pretende purificar el actuar gubernamental?
- ¿Será Alejandro Solalinde el sacerdote con el que el presidente López Obrador ha dicho que se confiesa todos los días y con ello, viene la absolución de todos los delitos que se cometen desde el poder público?
No bastan 10 Padrenuestros y 10 Avemarías como penitencia, para perdonar la vileza que ha costado la muerte a personas que sólo estaban en búsqueda de una mejor vida.
Lo cierto es que la noticia parece ser más un nuevo montaje de esta clase política que hoy nos gobierna, para desviar la atención y la responsabilidad de este crimen de Estado que se niegan a reconocer.
¿Acaso todos los años de activista, de criticar al sistema, de señalar los abusos del poder público, de no dudar en culpar al Estado como responsable de tantas vejaciones a migrantes, no le permiten a Solalinde conocer que lo que hoy propone, como la “novedosa” y multicitada coordinación entre las diversas dependencias gubernamentales, ya existe en la ley?
¿A qué transformación se refiere el experto activista? ¿A la que sufrió el seguro popular para convertirse en INSABI? ¿A la que padece el Sistema de Administración y Enajenación de Bienes, cuando pasó a ser el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado? ¿A la que transformó DICONSA y LICONSA en SEGALMEX?
Con esos antecedentes podemos asegurar que la cuarta transformación, como la humedad, sí llegó al INAMI. Todas las transformaciones de este gobierno se dan de instituciones perfectibles a instituciones inservibles: corrupción, amiguismo, ineficiencia, cinismo, despilfarro, indolencia, ineficacia e incapacidad son el signo de la casa. El bien común para los miembros de Morena no existe, más bien se han dedicado a ser común, el mal.