Como suele hacerlo para evadir responsabilidades y justificar negligencias e incapacidades -propias y de miembros de su gabinete-, López Obrador construyó, desde el primer momento, la narrativa a difundir sobre la muerte de ya 40 migrantes en un centro de detención del Instituto Nacional de Migración (INM) en Ciudad Juárez.
1. Fueron las víctimas las culpables de su propia muerte.
2. Los llevaron a “un centro de detención” porque había quejas de la población sobre “su comportamiento”.
3. La responsabilidad la van a asumir dos custodios de la empresa privada, un funcionario del Instituto Nacional de Migración (INM) y… uno de los migrantes.
Así anunció, en su conferencia matutina del martes 28 de marzo, el lamentable hecho:
“Se produjo un incendio en un albergue de migrantes en Ciudad Juárez... tenemos hasta ahora, como informe, que perdieron la vida 39 migrantes, esto tuvo que ver con una protesta que ellos iniciaron, a partir, suponemos, de que se enteraron de que iban a ser deportados, movilizados… en la puerta del albergue pusieron colchonetas y les prendieron fuego, y no imaginaron que esto iba a causar una terrible desgracia”.
“No se va a ocultar nada”, repiten hasta el cansancio, quizás para convencerse -con sus recurrentes mentiras- de que no tienen ninguna responsabilidad y con ello, también pretenden que el país les crea.
Entonces, si todo se va a informar, si la conferencia matutina se ha vuelto un espacio para señalar culpables, ¿por qué no se presentó el video -ese que se conoció previamente en Palacio Nacional- en el cual se ve como los agentes de esa estancia migratoria hicieron todo, menos salvar la vida de quienes se encontraban encerrados?, ¿por qué no se explicó cuáles eran los protocolos de seguridad que implementa el INM en estos lugares? ¿empresa privada de seguridad,?, pues no que el out sourcing se había acabado, ¿por qué un contrato para el cónsul de Nicaragua?
Si bien el hecho es motivo de luto internacional y de pesar mundial, al presidente de México -que siempre acusa complots en su contra- solo le ameritó unos cuantos minutos mencionarlo en su tribuna inquisitoria, para después reír a carcajadas frente a sus aplaudidores. Es indignante el nivel de indolencia que, tragedia tras tragedia, se intensifica y se hace costumbre para el tabasqueño.
En el marco de este infortunio y siguiendo el ejemplo del mesías, los directamente responsables del tema migratorio por mandato constitucional y por acuerdo gubernamental, están en lo que seguramente ahora es más importante para ellos: la campaña electoral de 2024.
Adán Augusto López, secretario de Gobernación, ni tardo ni perezoso, responsabilizó a Marcelo Ebrard, el titular de Relaciones Exteriores, quien por cierto andaba de gira (en campaña) manejando un Tesla en Nuevo León. ¡Nada más importante que presumirlo en redes sociales!, los problemas de México pueden esperar. Total que, de los dos no se hace uno.
Hasta ahora, ninguna destitución o renuncia está puesta sobre la mesa; es más, tampoco la esperamos, pues es más que evidente que el signo de los cuatroteístas es evadir obligaciones y deberes con la autorización y venia de López Obrador. ¿Ejemplos? hay varios:
• 138 muertos en Tlahuelilpan, Hidalgo, a la vista de miembros del ejército mexicano y la Guardia Nacional.
• Más de 15 personas fallecidas, por medicamento contaminado en el hospital de PEMEX, en Tabasco.
• 26 personas murieron por el desplome de la llamada "línea dorada" de la corrupción, en la Ciudad de México.
• Cerca de medio millón de personas perdieron la batalla, por un gobierno negligente en la atención de COVID 19.
• Más de 140 mil homicidios dolosos, producto de la inexistente estrategia de seguridad.
• Alrededor de 1,600 fallecidos, por falta de medicamento y quimioterapias.
Ahí siguen en sus cargos Octavio Romero Oropeza, director de Pemex; Hugo López Gatell, el flamante “estratega” en el manejo de la pandemia de COVID 19.
Mantuvieron mucho tiempo en el puesto a Florencia Serranía y ahora a Guillermo Calderón, aunque el metro de la CDMX sea un riesgo constante para los capitalinos.
Alfonso Durazo es ahora gobernador (jamás se le responsabilizó por la liberación del hijo del Chapo Guzmán) y Rosa Icela Rodríguez será “corcholata” para la CDMX, por tanto, no tendrá ninguna imputación por los pésimos resultados en el combate al crimen organizado; y sí, Jorge Alcocer seguirá como secretario de Salud, para “impedir que los golpistas” padres de los niños con cáncer, “desestabilicen al gobierno”.
Pero dice López Obrador que “vamos requetebién” y “la culpa es de los adversarios” que ansían que a la cuarta transformación le vaya mal.
Hemos llegado al absurdo de que la ineficiencia gubernamental se festeja con odas al patriarca, creadas por personajes patéticos que transforman el ejercicio público en demencia política y olvido de responsabilidad: “Hermano Andrés has venido a levantarnos del polvo… hijo del maíz y del rayo restaurador… tú que llevas 32 soles en el alma, no olvides cuánto te ama tu pueblo”.
Lo que sucedió la noche del lunes, no es un tema menor, es producto de la inexistente política migratoria en nuestro país. Es el resultado de aceptar albergar a 30 mil migrantes, especialmente de Centroamérica, por petición (o imposición) de Estados Unidos. Es el reflejo de lo descompuesto que está este gobierno que no comprende la enorme responsabilidad que significa gobernar México.
Para nuestra desgracia, pasamos de ser el muro humano al crematorio de la esperanza, bajo la mirada inhumana de López Obrador, a quien solo le interesa mantener el poder a costa de lo que sea, incluso, si son vidas humanas.
Mientras sus seguidores se hermanan en ritos de complicidad y la oposición cae en lugares comunes que no van más allá de condenar los hechos y exigir renuncias de altos funcionarios, México llora a sus muertos, se hunde ante las desgracias, se indigna ante la indiferencia y se sume en la pobreza.
Política y activista