Adriana Dávila Fernández
Política y Activista
En el 2014, luego de la publicación del Índice de Percepción de la Corrupción que colocaba a México en una penosa situación, Transparencia Mexicana y el Instituto Mexicano para la Competitividad impulsaron la iniciativa 3 de 3 como una propuesta anticorrupción que obligaría a los servidores públicos a transparentar: su patrimonio, su situación fiscal y su posible participación en prácticas señaladas como conflicto de interés por sus actividades privadas.
El escándalo de la "casa blanca" había escalado ante la opinión pública. El entonces presidente Enrique Peña Nieto y su esposa evidenciaban, sin pudor, los beneficios que habían obtenido, por la adjudicación de contratos, ciertas empresas beneficiadas desde el gobierno del Estado de México.
El hecho desató tal indignación, que miles de personas hicieron propia la iniciativa que ponía, entre la espada y la pared, a gran parte de los miembros de la clase política. Después de muchas resistencias, la iniciativa se hizo ley.
En el 2015 se aprobó también la reforma constitucional para crear el Sistema Nacional Anticorrupción, que no hubiera sido posible sin la participación y presión de ciudadanos que se organizaron en torno a una causa.
Como este ejemplo puedo señalar muchos otros: en 2017, la aprobación de la Ley General en Materia de Desaparición Forzada de Personas, Desaparición Cometida por Particulares y del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas, fue impulsada por activistas sociales y familiares de personas desaparecidas.
No son los únicos temas en los que la sociedad civil ha dado muestras de su enorme compromiso con México y de la fuerza que tienen cuando se organizan para exigir a los gobiernos, que cumplan con su tarea y atiendan sus necesidades.
La lucha de millones de mujeres empezó a cosechar logros a partir del año 2000. La presión e insistencia, acompañada de conocimiento, pero también de mucho dolor, dio como resultado un Instituto Nacional de las Mujeres, una Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, Unidades de Género en el gobierno federal y un largo etcétera.
Vale la pena reconocer que todos los cambios que se han generado no iniciaron ahora. Son años de lucha de hombres y mujeres que han trascendido a los gobiernos, que no han claudicado en sus batallas, que entienden que el camino es largo y que saben que los gobernantes no son eternos.
Por eso hoy, que es evidente que en lugar de avanzar y consolidar estos logros estamos dando pasos agigantados en retroceso a nuestros derechos, destaca la enorme participación de mexicanas y mexicanos que, unidos en la defensa de
las instituciones que se construyeron desde la base social, como el Instituto Nacional Electoral (INE), se manifestaron en las calles hace pocos meses.
No alcanzarían las páginas para relatar lo que la historia ya registró: los cambios que buscan el bien común son logros y batallas ganadas cuando emergen de la base social, que no tiene miedo de exigir a quienes toman las decisiones, que cumplan con el mandato ciudadano.
Por eso reconozco iniciativas como la celebración del Congreso Nacional de Organizaciones Ciudadanas, que se llevará a cabo el día de hoy, 24 de junio, en la CDMX, que tiene como propósito conjuntar esfuerzos de diversos grupos de la sociedad civil, en torno a un proyecto de país que no excluya a nadie ni desprecie la pluralidad. Es fundamental destacar que la propuesta surgió de mujeres y hombres que hacen activismo social y que, sin mezquindades, hacen trabajo territorial que pocas veces es reconocido, porque los reflectores públicos están en otro lado. No menciono sus nombres, porque son muchas las personas que generosamente han aportado su tiempo y talento para este proyecto.
Me entusiasma, sin duda, que a pesar del enorme reto y los riesgos que significa enfrentar al oficialismo, no pierden el ánimo ni las ganas de seguir en las batallas democráticas que le dan vida a nuestro país. Reconozco además, en quienes hoy lideran este esfuerzo, que no están peleando paternidades ni tampoco regateando trabajo, no se autodenominan únicas o portadoras del sentir colectivo para diferenciarse de los demás ni descarrilan otras iniciativas igual de importantes, porque su propósito es la suma, no la división. Buscan escuchar y, a su vez, solicitan ser escuchadas y tomadas en cuenta.
Dan pasos adelante sin temores a la crítica o la descalificación; respetan la pluralidad, porque saben perfectamente que es la mayor riqueza con la que cuenta nuestro país. Ellos ven y quieren este México a colores, pues les preocupa y también les ocupa que se pretenda instaurar un país en blanco y negro.
Este tipo de eventos no sólo vigorizan el activismo social, sino que dan pauta para que juntos trabajemos en la construcción del porvenir posible. En momentos oscuros como los que vivimos, nada más refrescante saber que son más los mexicanos que no se rinden.
Es el momento de tomar acciones firmes y contundentes. ¡No hay tiempo que perder!