De acuerdo al UN-Habitat Covid-19, response plan publicado en abril, el 95% de infectados a nivel mundial se encontraban en áreas urbanas. Tomaremos el caso de la CDMX para ilustrar el punto débil de las ciudades a la hora de intentar hacer frente a esta pandemia.
En 1998, ésta no era más que una ciudad tipo beta de acuerdo al top desarrollado por el Globalization and World Cities, es decir, era una ciudad que contaba con diversas infraestructuras y servicios técnicos capaces de conectar a los países y regiones vecinos con la economía mundial, mientras que, hoy por hoy, ha pasado a convertirse en una ciudad de tipo alpha (misma clasificación que ostentan ciudades como Chicago o Frankfurt) o sea que, se transformó en una ciudad imprescindible para conectar diversas regiones y países con la economía mundial.
Ahora es una ciudad-global en regla, un nodo espacial en el que circulan cantidades masivas de información, dinero, mercancías y sobre todo de trabajadores de la forma más eficiente posible. De ahí que a su vez esta aparente genialidad del capitalismo sea también su condena, al facilitar la dispersión del virus veloz y masivamente. Analicemos la situación a los 79 días desde el primer contagio registrado en el país.
Al momento de escribir esta nota la tasa de incidencia (calculada sobre casos activos) es mayor en la CDMX que en cualquier otra entidad federativa, alcanzando los 31.5 contagios por cada 100 mil habitantes, en contraste al promedio nacional de 8.0 contagios por cada 100 mil. Y es más alarmante todavía en la delegación de Iztapalapa, con 41.9 por cada 100 mil. Lo cual evidencia una verdad por todos sabida, y que la pandemia hace más transparente, al oriente de la ciudad predominan condiciones de vida más precarias en términos laborales, de movilidad y de vivienda.
La cifra es más elevada en esta delegación porque la «sana distancia» en muchos casos es imposible para sus habitantes. Porque deben enfrentar sí o sí jornadas laborales en los trabajos urbanos de baja calificación porque son «esenciales», como cajeros en algún súper-mercado, repartidores de comida o paquetería, guardias de seguridad privada, etc; teniendo que trasladarse en un hacinado sistema de transporte público y; compartiendo una vivienda también hacinada, donde muchas de las veces es imposible el aislamiento de un posible contagiado por Covid-19, pues es el oriente de la ciudad donde predomina el mayor número de viviendas con apenas un cuarto para el uso exclusivo de dormitorio por persona (mientras que al poniente predominan las viviendas con 3-4 habitaciones para este fin).
El escenario parece desalentador, pero el federal ha hecho su trabajo y la sociedad civil un esfuerzo digno de reconocerse porque a los mismos 79 días desde su primer contagio países como EU o Suecia tenían tasas de incidencia similares entre sí, pero, por mucho más elevadas a las muestras, de 121.2 y 121.8 respectivamente.
Concluimos entonces que, la Nueva Normalidad tendrán que poner sobre la mesa el debate nacional entorno a la precariedad laboral de los trabajadores y además las condiciones precarias de su movilidad y vivienda, particularmente las que presenta la CDMX como zona metropolitana, porque el ser la zona de mayor concentración de riqueza también la ha hecho la zona más vulnerable a los embates de esta pandemia. Recordemos que un segundo brote será inevitable.
Profesor de la Facultad de Economía UNAM e integrante del CACEPS.
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