El regreso del presidente Donald Trump a la Casa Blanca, es la confirmación explícita de la reactivación de la Presidencia Imperial y la renovación de la Política de Gran Super Potencia que se vislumbra en el horizonte con la toma de posesión de este 20 de enero de 2025, estará por verse su veracidad y profundidad en los días, meses y años por venir.
El punto de partida de esta reactivación en la Casa Blanca se remonta a la mentalidad y las acciones de corte expansionista que existen en los Estados Unidos desde 1776. Y que, en el siglo XXI, son disruptivas tanto para el orden liberal que nace al fin de la Segunda Guerra Mundial-ONU-OEA-FMI, etc., como para los procesos de integración económica y comercial del fin de la Guerra fría: América del Norte y la Unión Europea, así como para las alianzas militares del fin de la Segunda Guerra Mundial como el Comando de Defensa Aeroespacial de América del Norte (NORAD) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
El proceso en marcha es, un reto múltiple para México, al ser la frontera sur del país que aspira -Estados Unidos- a superar la alianza entre la República Popular China y la Federación Rusa en el siglo XXI. En el plano regional, es una ruptura con los procesos de integración y en el plano internacional, se vislumbra una ruptura con la cooperación internacional, el respeto al derecho internacional y la relevancia del multilateralismo.
Regresando a la Unión Americana, el pensamiento y la acción universalista que impulsa entre otros, el proceso de intento anexionista de la Canadá Británica en 1776 y 1812, la instauración de la política del “Imperio de la Libertad” de Thomas Jefferson en 1801, la compra de la Luisiana (1803), la Florida (1819) y Alaska (1867) a Francia, España y Rusia respectivamente. Además de la guerra contra México y su respectiva anexión de más de la mitad del territorio (1848) y la guerra contra España en 1898 que le permitió, la ocupación de Puerto Rico y Cuba y el arrendamiento del Canal de Panamá al inicio del siglo XX. En suma, constituyen ejemplos de la expansión territorial y la generación de una zona de influencia que se vincula a la Doctrina Monroe de 1823 hoy en crisis profunda.
Sin rubor, el discurso del presidente Trump del 7 de enero de este año desde Mar-a Lago en Palm Beach, Florida reconfirma como el nuevo comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de ese país, buscará la anexión de Canadá, Groenlandia, renombrar el Golfo de México por el Golfo de América y recuperar el Canal de Panamá. A esta lectura se suman, las amenazas de intervención militar en México para desmembrar a los principales carteles de la droga; en todos los casos por “consideraciones de seguridad nacional” y poder ampliar su perímetro de seguridad y ampliar su base material como superpotencia. Veremos si esos anuncios se convertirán en política de Estado o si bien, no tendrán el desarrollo de una política concreta, lo cierto es que vienen en marcha.
En este mismo contexto, el magnate denostó el proceso de integración con Canadá y México y con la Unión Europea por el déficit comercial que Estados Unidos posee con estas regiones del mundo. Por si lo anterior fuera poca cosa, también arremetió en contra de la política de defensa entre Canadá y Estados Unidos-NORAD- y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Incluso, buscara poner en segundo plano la relevancia de la ONU y la OEA con políticas de corte intervencionista en América Latina o directo en la guerra entre Ucrania y Rusia e Israel y Palestina.
La reactivación de la política de gran superpotencia se remonta a las incursiones que devienen del Imperio Romano, la Corona Británica y particularmente, el comienzo de la era nuclear tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Una política que aspira a colocarse en la cúspide de la hegemonía mundial para liderar el futuro del mundo y que se acompaña de bastos territorios y población, gasto militar y nuclear, desarrollo científico y tecnológico, además de un Producto Interno Bruto de proporciones mundiales. Ahí choca con la República Popular China y la Federación Rusa que han renovado su alianza para construir un nuevo orden mundial que represente los intereses y visiones de Eurasia.
En este proceso de cambio en marcha, México está obligado a reformular su política exterior, seguridad nacional, integración comercial, así como su rol en los organismos internacionales. Indudablemente que el centro gravitacional de su acción descansa en la región y el margen de maniobra central, estará en las decisiones de Presidencia de la Republica para convocar a la nación a favor del interés nacional. Una tarea que requerirá una visión de Estado y que demandará sumar esfuerzos de todos los sectores que tenemos que aportar al desarrollo nacional y entre otros a la renovación de un pensamiento estratégico para el próximo siglo y en el cual por ejemplo requieren sumar esfuerzos universidades públicas y privadas, así como de la sociedad civil y los medios de comunicación a favor de nuestro país.
Académico de la IBERO.
Miembro del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores, Nivel III
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