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Son las 15:30 horas del pasado 17 de octubre y un elemento de las Fuerzas Federales, vestido con equipo táctico, apoya su rodilla en el piso y apunta con su fusil a la puerta de un inmueble identificado como una casa de seguridad del Cártel de Sinaloa.
La puerta se abre y se asoma una mujer de blusa azul con rayas, como parapeto de un joven con gorra, playera azul y escapularios al pecho.
“¡Hey, hey, hey! ¡Levanten las manos! ¡Sal, sal! ¡Sal, Ovidio!”, le ordenan los elementos militares. Sale entonces Ovidio Guzmán López, hijo del otrora poderoso Joaquín El Chapo Guzmán.
“Tranquila, tranquila, no somos delincuentes”, dice el soldado a la mujer, quien abre los brazos en cruz. Otro elemento del Grupo de Información y Análisis de Información Narcotráfico —formado desde 1995, encargado de cazar a los capos de la droga— exige al hijo del líder del Cártel de Sinaloa que muestre las manos.
Al cruzar el umbral de la puerta Ovidio se quita la gorra, alza las manos y simplemente lanza un “ya”, sin oponer resistencia.
“¿Estás armado?”, le preguntan. “No, yo no…”, responde con nervios controlados.
“¡Arrodíllese!”, le ordena el mando militar mientras recibe un manotazo en el hombro izquierdo y le repite: “Dile a tu gente que pare todo”.
Un elemento de la Sedena le pasa un celular, al parecer el mismo que usaba al ser detenido. Habla por teléfono y ordena: “Ya paren todo, ya me entregué, ya paren todo, por favor. Ya tranquilos, ya ni modo... Ya no quiero pedos, ya no quiero que haya desmadre, por favor”. Habría hablado con su hermano Archivaldo.
Todo esto se puede ver en el video de tres minutos con tres segundos grabado con el equipo móvil de un soldado y que ayer fue dado a conocer por el titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, general Luis Cresencio Sandoval, como parte de la cronología que el mando castrense realizó para explicar el fallido operativo.