La llamada comida chatarra de alto valor calórico y poco valor nutrimental inunda nueve de cada 10 escuelas en México, pese a que existe una ley que limita su venta.
Al incumplimiento de la ley, se suma que nueve de cada 10 planteles no cuentan con un comité que vigile la norma.
De acuerdo con un estudio de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) y el Poder del Consumidor, 98% de las escuelas de educación básica venden comida chatarra; 73% ofrecen refrescos, mientras que 73% tienen verbena callejera de comida chatarra.
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“Hoy, las escuelas del país vulneran los derechos de niñas, niños y adolescentes al no cumplir con la regulación que prohíbe la venta de comida chatarra y bebidas azucaradas en todas las escuelas del país”.
Liliana Bahena, coordinadora de la campaña Mi escuela saludable, menciona a EL UNIVERSAL que durante el ciclo escolar 2022-2023 esta plataforma recibió más de 13 mil reportes de más de 9 mil escuelas públicas y privadas por la venta de productos chatarra.
“La cifra es realmente alarmante justamente porque existe una regulación que prohíbe todos esos productos chatarra. Además, es una falta grave del Estado en el cumplimiento de sus obligaciones, pero también en la garantía de derechos de niñas, niños y adolescentes dentro de las escuelas, porque afecta su derecho a tener una adecuada alimentación”, dice.
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Comenta que el que “haya de manera invasiva productos ultraprocesados daña la salud de los menores de edad. Está comprobado que la comida chatarra está relacionada con enfermedades crónicas, como hígado graso, diabetes e hipertensión, entre otras. Pero además está relacionado con el bajo rendimiento escolar y problemas conductuales, específicamente con hiperactividad y bajo rendimiento escolar”.
Los datos que preocupan a Redim y al Poder del Consumidor precisan que dos de cada 10 planteles tienen acceso a frutas, verduras y bebederos funcionales; sólo uno de cada 10 venden semillas y cereales integrales, y nueve de cada 10 no tienen un comité que vigile la regulación.
“Al no tener cuidado con la alimentación de los menores, se está ejerciendo algún tipo de violencia porque, como adultos, caemos en la omisión de su alimentación”, sostiene Tania Ramírez, directora ejecutiva de Redim.
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Destaca que las escuelas son espacios óptimos para crear hábitos saludables y es obligación del Estado convertirlas en espacios seguros y saludables en cumplimiento de múltiples derechos de la infancia.
El reporte de Redim y del Poder del Consumidor expone que actualmente cerca de 4 millones de niñas y niños en edad escolar viven con obesidad infantil 3 y las escuelas son parte del problema, pues tan sólo en un día escolar, cada alumno consume tres productos chatarra que suman más de 550 calorías, provocando aumento de peso y el riesgo de desarrollar diabetes en su vida.
En 2010, el gobierno mexicano creó los Lineamientos Generales para el Expendio y Distribución de Alimentos y Bebidas Preparados y Procesados en las Escuelas del Sistema Educativo Nacional, los cuales desde 2014 tienen el carácter obligatorio y sancionable en caso de incumplimiento.
Hace cuatro años, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, con base al diagnóstico realizado en su recomendación 39/2019, reconoció los vacíos y deficiencias por la elevada disponibilidad de alimentos y bebidas que no favorecen la salud de niñas y niños. Desde entonces, la comisión solicitó a la Secretaría de Educación Pública (SEP) fomentar hábitos adecuados de alimentación escolar.
Mauro Brero, jefe de Nutrición del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), externa que cuatro de cada 10 niñas y niños entre seis y 11 años presentan sobrepeso y obesidad en México, lo que ocurre principalmente por el entorno escolar. “El consumo de productos ultraprocesados influye de manera importante en el aprendizaje porque cuando la dieta se basa en este tipo de alimentos, no llegan al cerebro los nutrientes que se necesitan para que este órgano funcione adecuadamente”, dice.
Señala que un reciente estudio muestra que el efecto del azúcar en el cerebro es comparable al que provoca la desnutrición.
Comenta que el sobrepeso y la obesidad infantil impactan en el ausentismo escolar, ya que faltan más de dos semanas a clases al año, debido a que tienen que acudir a algunos servicios médicos o por enfermedades relacionadas con esos problemas.
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Explica que esos trastornos alimenticios generan también conflictos sicosociales que pueden derivar en problemas de conducta.
Brero indica que a pesar de que el país encabeza la lista con los niveles más altos de sobrepeso y obesidad infantil, en las escuelas se sigue proporcionando alimentos con alto contenido calórico.