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México se ubica entre los 10 países preferidos para realizar turismo religioso. Sin embargo, su potencial para esta clase de turismo, no se aprovecha del todo porque se centra en un grupo reducido de lugares, normalmente asociados a una capital o una ciudad, dijo el investigador del Instituto de Geografía de la UNAM, Enrique Propin Frejomil.
“Se concentra en pocos sitios: la Basílica, en primer lugar; Nuestra Señora de San Juan de los Lagos; el Señor de Chalma; Nuestra Señora de Izamal, en Yucatán, que se potenció con la visita de los pontífices; además de Nuestra Señora de Talpa, Zapopan; el Santo Niño de Atocha, en Zacatecas, que es muy venerado internacionalmente; y Nuestra Señora de Juquila, son los más icónicos”, enumeró.
No pasan de 15, precisó, pero cuando uno rastrea hay opciones que serían promotores de desarrollo de comunidades más alejadas, ¿cuál es el problema?, la accesibilidad al lugar y no tener una infraestructura turística.
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El gobierno de México, a través de la Secretaría de Turismo, informó en enero de 2022 que el sector eclesiástico calculó que 40 millones de personas participaron anualmente en peregrinaciones, visitando los principales santuarios nacionales.
Se detalló que el Turismo Religioso en el país generó una derrama económica de aproximadamente 20 mil millones de pesos anuales. De acuerdo con datos de 2019, previos a la pandemia, de la OMT y The World Religious Travel Association, a nivel global existe un desplazamiento anual de 300 millones a 330 millones de turistas que visitan los destinos religiosos más importantes del mundo, a través de 600 millones de viajes nacionales e internacionales, con un gasto aproximado de 18 mil a 20 mil millones de dólares.
El segmento religioso del turismo está en boga y, contrario a lo que puede pensarse, “es una modalidad turística que no excluye, al contrario, atrae. Aparentemente su denominación emite señales de exención, el que no cree no acude, pero los lugares sagrados con magnetismo espiritual son sitios de concurrencia tanto de creyentes como de no creyentes”, expuso
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Señaló que el país es uno de los destinos preferidos en este rubro. “Hay revistas especializadas que ponen a México entre los diez favoritos del turismo religioso, y le ubican en quinto lugar; sin embargo, la Agencia de Turismo Española informó la cifra de 20 millones de visitantes a la Basílica de Guadalupe (en las festividades de cada 12 de diciembre), lo que coloca al recinto mariano en el primer sitio de los lugares católicos en el mundo, por encima de Jerusalén; El Vaticano; Lourdes, en Francia; Fátima, en Portugal; Aparecida, en Brasil, porque México está plagado de lugares con magnetismo espiritual”, comentó.
El también integrante de la Academia Mexicana de Investigación Turística planteó que si se promovieran otros lugares con ese perfil, “estoy convencido que el turista puede llegar y puede derivarse en una pequeña derrama económica. El potencial se aprovecharía de muchas maneras, la oferta en términos del turismo es amplísima y, sin embargo, es poco explotada”.
En contraste, enfatizó, uno de los cultos emergentes en México que va al alza es el de Santo Toribio Romo, en Santa Ana de Guadalupe, Jalisco, el cual “está ocurriendo exactamente lo mismo que sucedió en Lourdes, en Francia; y en Fátima, en Portugal: eran lugares campiranos, rurales por completo, y de pronto se registra el acontecimiento y se transforman”.
El investigador recordó que al paso de los años, el turismo religioso se reconoce y perfila en dos modalidades: la estrictamente religiosa motivada por la fe; y la determinada por las expresiones de religiosidad popular, referentes a fiestas, rituales, etcétera.
En cuanto a los turistas, delimitó, “hay por lo menos dos modelos: el peregrino devoto y creyente; y en el extremo opuesto el turista secular que puede llegar a ser ateo”.
Sin embargo, acotó, en determinados segmentos sociales de la población podría, el turismo religioso, causar un poco de escozor, pero la práctica ha rebasado ese tipo de percepción y la modalidad de observación o la participación en festividades religiosas y rituales recae, en buena medida, en la variante del turismo cultural.
Es muy difícil discernir, cualitativamente, quién va motivado por la cultura y quién por la religión. Se puede participar como observador; lo que acontece internamente es absolutamente privado, es la experiencia personal tanto de creyente como de quien no lo es. Es un laboratorio social donde concurre cualquier ser humano.
Propin Frejomil explicó que convergieron algunos factores para el incremento de esta modalidad turística, entre otros que este segmento tiende a crecer en periodos de crisis (guerras, pandemias). Después del 11-S en Nueva York, Estados Unidos, la Organización Mundial del Turismo (OMT) reportó que “dicha actividad se vino abajo, excepto dos variantes del mercado: el de cruceros y el religioso”.
“En 2020, se hacían peregrinaciones virtuales hasta Tierra Santa. Y ahí vi que la no movilidad humana no significa la inmovilidad de otros elementos; circularon no solo experiencias, sino dinero y productos. En estas ‘peregrinaciones’ había una sucursal bancaria y se depositaba el donativo, además de que una tiendita virtual ofrecía artículos religiosos, libros, etcétera.”, subrayó.
maot