El CIDE o la imposición sin legitimidad
Francisco Valdés Ugalde.
En un país tan propenso a los excesos del poder como México, no es de extrañar que la defensa de las libertades sea constante e interminable. Nuestras tradiciones políticas y sociales son una plétora combinada de patrimonialismo, clientelismo, despotismo y subordinación. En México no ha nacido un Max Weber , pero si algún día se presenta hará el compendio de las infinitas y nada sutiles prácticas de la costumbre general de someterse a la ignominia.
Lo que las autoridades gubernamentales han hecho en el CIDE destacará en ese compendio como una marca regresiva en el camino emprendido en México hace más de un siglo por la autonomía del pensar, investigar, crear y educar. Adversarias naturales del abuso de poder, estas virtudes serán una vez más protegidas por quienes las practican y combatidas y despreciadas por sus verdugos económicos y políticos. Es un combate de eternidad.
Por lo pronto, para adornar el desastre general que este gobierno le ha espetado al país, la imposición ilegal y obscena de un nuevo estatuto del CIDE contribuirá a una gobernabilidad sin legitimidad , salvo la que irradia del líder supremo. Anuncia, pues, que la represión será el recurso de la razón de Estado cuando esta ha decidido alejarse y deshacerse de la comunidad de la que éste necesariamente consiste. El gobierno pasajero -como cualquier gobierno- pretende ser el dueño el Estado, que por definición es duradero y está por encima de un gobierno. Esta confusión deliberada y ominosa será muy costosa para el país y también la fractura del cemento que envuelve a la 4t.
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La reforma del CIDE viola su propio estatuto y principios interamericanos
José de Jesús Orozco Henríquez.
La reciente reforma al Estatuto General del CIDE no solo viola el procedimiento previsto en el propio Estatuto para su modificación, al no haber sido aprobada previamente por su Consejo Académico, sino resulta incompatible con los Principios Interamericanos sobre Libertad Académica y Autonomía Universitaria aprobados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos .
De acuerdo con dichos principios, la autonomía universitaria es requisito imprescindible para la libertad académica y funciona como garantía para que las instituciones de educación superior -independientemente de su naturaleza jurídica- cumplan con su misión y objetivos. La libertad académica es, a su vez, un derecho humano indispensable para el ejercicio del derecho a la educación y otros derechos fundamentales de toda comunidad universitaria . En el caso del CIDE, dichos derechos no fueron respetados al no permitirle a su comunidad participar a través de sus órganos colegiados competentes.
Existen los argumentos jurídicos para que los tribunales de amparo protejan la libertad académica y autonomía de la comunidad del CIDE, sin necesidad de que una instancia internacional intervenga.
La defensa del CIDE es la defensa de los derechos
Catalina Pérez Correa.
Finalmente se aprobaron las reformas al Estatuto General del CIDE para legitimar el desaseado nombramiento de José Antonio Romero Tellaeche como director de la institución. La reforma busca burdamente corregir las violaciones al procedimiento en que incurrieron para imponer su nombramiento. La entrada de este personaje generó protestas y descontento entre la comunidad cuando hizo público que entre sus planes para el Centro estaba el debilitar a los órganos colegiados de la institución y la libertad de investigación. El cambio del Estatuto, además, se da entre recortes presupuestales al sector, la desaparición de fideicomisos que permitían obtener recursos privados para realizar investigaciones sin depender del gobierno y, la acusación penal por delincuencia organizada de 31 investigadores .
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En redes sociales se ha pretendido descalificar la defensa del CIDE afirmando que en realidad las protestas buscan defender privilegios. Tienen razón quienes afirman esto. A pesar de ser derechos, hoy en día la libertad de cátedra y de investigación son privilegios. La educación de excelencia, como la que ofrece el CIDE, también lo es. La defensa del CIDE representa no solo la defensa de ese pequeño Centro sino también de las libertades y derechos que hoy están en riesgo. En la defensa de este espacio se juega la defensa a disentir, a la pluralidad y a tener una academia libre que se desarrolle sin interferencia del gobierno en turno.
La libertad académica en el marco internacional de derechos humanos
Ximena Medellín Urquiaga. Profesora-Investigadora Titular del CIDE.
La necesidad de asegurar el respeto y la garantía de la libertad académica ha dejado de ser un tema de debate marginal en la comunidad internacional , para convertirse en un foco de innegable atención. Los ataques que han sufrido instituciones académicas o personas dedicadas a la investigación y educación superior en países como Hungría , Turquía o Brasil , fueron el catalizador para que los mecanismos internacionales de derechos humanos tomaran una posición mucho más proactiva frente a este tema.
En diciembre de 2021, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos publicó los Principios Interamericanos sobre Libertad de Expresión y Autonomía Universitaria. En los mismos se reconoce el derecho a la libertad académica, en su dimensión individual y colectiva, además de alertar sobre algunas de las prácticas más comunes que atentan contra su libre ejercicio. Entre ellas, la imposición política de directivos, los discursos estigmatizantes contra instituciones académicas o sus integrantes, el uso de la asignación presupuestal o medidas fiscales como herramientas de control o la falta de garantías en derechos laborales del personal académico.
En los últimos meses, la crisis que vive el Centro de Investigación y Docencia Económicas –en dónde soy profesora desde hace once años– se ha convertido en uno de los ejemplos más claros para la aplicación de dichos principios. Desde la remoción por motivos cuestionables de personas de la comunidad que ocupaban cargos clave, hasta la modificación de la normativa interna sin aprobación previa del Consejo Académico, todo apunta a que el CIDE es un “caso de estudio” sobre los riesgos que genera la constante interferencia política en las instituciones académicas.
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En el tiempo de la posverdad, la academia es, al mismo tiempo, más relevante y más vulnerable. Defender el pensamiento crítico, aun cuando incomode a personas públicas de cualquier gobierno o partido político, debería ser de interés de todas las personas. La academia es uno de los pilares de las sociedades democráticas, que deben sustentarse siempre en debate libre, informado y sustentado de las ideas.
Eduardo Muñiz Trejo
Estudiante de Maestría en Administración y Políticas Públicas
Es la mañana del 24 de enero, día internacional de la Educación, un par de estudiantes de licenciatura se toman una selfie sentadas sobre el asfalto de la carretera México-Toluca. Tanto ellas como el resto de mis colegas hacemos tiempo mientras esperamos la resolución de la Asamblea de Socios del CIDE, respecto a la modificación ilegal y arbitraria de los Estatutos de nuestra institución. Originalmente, habíamos decidido cerrar sólo 56 minutos la vialidad. A razón de un minuto por cada día desde la imposición de Romero Tellaeche como director. Sin embargo, la sesión se ha prolongado por casi dos horas y aquí seguimos, ocupando un espacio normalmente caracterizado por el flujo vial, en lugar de estar trabajando en nuestras cosas. En mi caso, por ejemplo, en mi tesis; un documento que he descuidado al calor del ajetreo político de las últimas semanas.
El asalto al CIDE constituye una pérdida múltiple para el país. Por una parte, es un ataque a la libertad de expresión en la medida de que se le justifica desde la persecución de lo que el régimen considera: “pensamiento neoliberal”. Por otro lado, el hostigamiento que padecen sus docentes impacta en la generación y enseñanza de conocimiento, al restringirlo sólo al pequeño abanico de opciones que son bien vistas por el gobierno. No obstante, el peor daño es el que realiza al proyecto de vida de medio millar de estudiantes y sus familias. Quienes encontramos en el Centro una vía para transformar nuestro entorno e impulsar la movilidad social, pero hoy enfrentamos la incertidumbre ocasionada por la ambición política de Álvarez-Buylla : ¿alcanzaré a recibir clases con los docentes de excelencia o serán despedidos? ¿Seré expulsado por manifestar mi inconformidad? ¿Habrá presupuesto para las instalaciones? Son preguntas que nos hacemos cada día.
Nunca un joven debería pelear por el derecho a la educación, pero si es necesario lo hacemos. El CIDE es el cuarto centro público de investigación que sufre el asalto desde CONACyT . ¡No podemos permitir que esto continue!
El CIDE, un conflicto que urge resolver
Alberto Aziz Nassif.
Como en cualquier conflicto social los ánimos y los gestos juegan un papel fundamental. Con el CIDE han ido escalando los enojos y las frustraciones hasta llegar a un extremo de sacar a la calle el escritorio del director y acusarlo de usurpador. ¿Cómo se llegó hasta ese extremo?
A lo largo de muchos desencuentros entre el CIDE y el Conacyt, se tomaron decisiones que fueron como gotas que rebasaron el nivel de tolerancia. No juzgo si fue correcto o completamente imprudente proceder así, pero las chispas encienden el fuego cuando el pasto está seco. A lo largo de varios meses de una dirección interina se consumó un clima interno ríspido y un rechazo generalizado a un director que se le miró como una imposición vertical. Vino un proceso interno de elección con diversas anormalidades, como no presentar una candidatura interna, que llevaron a un nombramiento de una dirección general que resultó ampliamente rechazada por la comunidad. Además, está un Conacyt que ha sido completamente insensible a la comunidad y que ha hecho cambios a las reglas del juego en pleno conflicto, lo que terminó por agudizar la confrontación.
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La vía de salida la señaló la presidente de El Colegio de México, Silvia Giorguli , pero no la escucharon: no hay condiciones para cambiar las reglas; cualquier modificación que se haga tiene que pasar por el consenso de los órganos colegiados de la institución; para salir del atolladero se necesita diálogo entre autoridades y comunidad. Las instituciones de educación superior se alimentan del diálogo, la pluralidad, las decisiones por consenso y la horizontalidad entre pares. Cualquier imposición resulta un gesto autoritario y para las comunidades académicas es intolerable. Urge resolver el conflicto…
CIDE: Casa tomada
Julio Ríos Figueroa (ex alumno Lic. CPRI generación 1994-1998; profesor 2007-2020).
El CIDE es una institución orgullosamente pública que logró reconocidos niveles de excelencia en enseñanza e investigación, como queda de manifiesto por las muestras nacionales e internacionales de apoyo que ha recibido durante las últimas semanas. A lo largo de su historia, ha dado oportunidades académicas y laborales extraordinarias a personas que, como quien esto escribe, de otro modo no hubiéramos podido acceder a ellas. No es un logro menor; es, de hecho, poco común. En el 2018, en el CIDE como en otros lugares, había esperanzas y ganas de seguir contribuyendo a mejorar nuestro país. Sin embargo, el CIDE recibió de parte del nuevo gobierno primero indiferencia, luego hostilidad y, finalmente, una humillante embestida. Una toma: para la comunidad del CIDE, como en el cuento de Julio Cortázar , nuestra casa ha sido tomada.
No estamos cerrados al diálogo, opuestos al cambio, ni en contra de servir a nuestro país. Todo lo contrario. Pero nada ha sido suficiente para detener el asalto. Las sucesivas agresiones que ha sufrido el CIDE han tratado de dejar a la comunidad sin voz, sin respeto, sin libertad, arrinconándola cada vez más. El abandono y el desmantelamiento de instituciones públicas y comunidades ejemplares que tardaron décadas en formarse y florecer es una pérdida para México. El lugar en la historia de la actual administración dependerá más de este tipo de resultados que de sus intenciones o palabras. El legado del CIDE, por otro lado, vive en todas y todos a los que esta generosa institución nos trasformó la vida.
¿Por qué estudiar en el CIDE?
Gerardo Maldonado
Cada año, como parte del proceso de selección de jóvenes para entrar en algún programa docente del CIDE, hay una entrevista con profesoras y profesores. Una pregunta habitual es por qué quieren estudiar en el CIDE. Las respuestas son porque les han contado que los programas son los mejores de México; porque van a tener una educación de calidad, que les permitirá alcanzar algún propósito en la vida; porque van a tener muy buenas y buenos profesores, quizá lo mejor que hay en el país. Pero estoy seguro de que, a partir de este año, las y los aspirantes al CIDE también van a responder que quieren entrar para conocer y ser compañeras y compañeros de quienes hoy están defendiendo a nuestra institución, formar parte de esa comunidad, que están dispuestos a dar lo necesario para tener las condiciones requeridas de este tipo de educación. ¿Por qué lo sospecho?
La crisis actual del CIDE no tiene precedente alguno en la historia de la institución por distintas características: la imposición de una nueva autoridad externa de manera ilegal y autoritaria por parte del gobierno federal; el escalamiento del conflicto y la cerrazón de los funcionarios públicos ante las solicitudes de la comunidad. Otro aspecto que no tiene antecedente en nuestra institución, y quizá tampoco en otras similares al CIDE, ha sido la movilización de nuestras y nuestros estudiantes ante la amenaza: su resistencia, su responsabilidad, su madurez, su compromiso.
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Frente la consumación de una imposición en la Dirección General, el 29 de noviembre del año pasado, las y los alumnos tomaron las instalaciones de ambas sedes y las mantuvieron resguardadas hasta el 15 de enero de este año. Y esta semana, el pasado 24 de enero, en respuesta a la modificación de los Estatutos Generales del CIDE para legalizar nombramientos ilegales, bloquearon por varias horas la carretera México-Toluca , donde está ubicada la sede en la Ciudad de México . En medio de ello, han organizado las marchas necesarias y protestas en calles, han dado entrevistas y han informado con claridad y contundencia sus decisiones. Y creo que es necesario establecer ya que, aún sin conocer el futuro cercano o lejano del CIDE, eso deberá tener consecuencias en el CIDE que surja después de esto.
Entre los cambios futuros que deben ocurrir en la institución avizoro por lo menos dos que son impostergables. Primero, y esta es una de las demandas de nuestras y nuestros alumnos, que la comunidad estudiantil pueda formar parte de los cuerpos colegiados (como las juntas de profesores—que deberían dejar de llamarse así—de cada uno de los programas docentes, así como en el propio Consejo Académico) donde se presentan, se discuten, se aprueban y se vigilan las decisiones, actividades, programas, políticas, normas y valores más importantes de la institución.
El otro cambio que también me parece irrenunciable es que la valoración de las actividades docentes como componente de nuestras evaluaciones como profesores-investigadores del CIDE debe ser mayor a la que tiene ahora, al menos tan importante como nuestras labores de investigación. Cabe decir que estas propuestas formaban parte de la discusión que habíamos comenzado a tener dentro del CIDE el año pasado y que fue abruptamente interrumpida y desdeñada por el Dr. Romero cuando llegó como director interno. Solo que ahora ya no son propuestas, sino claras demandas.
Hasta ahora, la gran mayoría de profesoras y profesores titulares del CIDE lo somos cuando superamos un proceso de contratación abierto, largo, competitivo, difícil y muy retador. Debemos demostrar, ante nuestros colegas, que tenemos las capacidades técnicas, intelectuales y humanas de formar parte de esa comunidad. Quiero pensar que quienes somos hoy profesoras y profesores en el CIDE, y quienes en el futuro también busquen pertenecer a esta casa, deberemos demostrar también que tenemos la preparación, el compromiso y la actitud para estar frente a esos y esas alumnas; que somos conscientes de la responsabilidad de compartir un aula y encontrarnos con jóvenes que han luchado de forma incansable y de manera creativa por defender a su institución, a su casa. No cualquiera puede dar clases en el CIDE.
En los últimos meses se ha escrito, se ha hablado mucho sobre las contribuciones que el CIDE hace al país. No las repetiré aquí: se conocen. Pero creo que una de las aportaciones del CIDE a nuestra sociedad es el tipo de actividad docente. El desempeño de profesores, alumnes, la forma en la cual se imparten clases en el CIDE explica por qué la comunidad ha reaccionado de esa manera. El CIDE ha sido crítico con datos, evidencia, argumentos y conocimientos, y eso proviene precisamente del tipo de educación que se imparte aquí. Ser profesora o profesor del CIDE implica que se está en el aula enseñando con evidencia, con argumentos, con datos, con ideas, precisamente para ser críticos, plurales y no tener pensamiento único.
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A algunos de mis colegas, dentro y fuera del CIDE, les resultó sorprendente que las y los alumnos se movilizaran de esa manera, y se mantuviesen con coraje durante los últimos meses. Llevo más de una década dando clases, y me parece que la reacción ha sido muy consecuente y coherente. Les he visto leer, presentar, reflexionar, discutir, sorprenderse, enojarse con las cosas que van ocurriendo en el aula, y también fuera de ahí, mientras están en el proceso y actividades de aprendizaje. Entonces, si han sido capaces de hacerse un espacio para defender al CIDE, no dormir, apoyarse entre sí, resistir al frío, sacrificar celebraciones con sus familias y sus amigos para un propósito que, en este caso, es defender al CIDE es porque esa es la manera en la cual ellas y ellos estudian y cumplen con la excelencia que se les pide.
Así como dije que creo que en el futuro las y los profesores tenemos que ganarnos el honor para darles clase en las aulas, también, a partir de ahora, las y los alumnos deben estar más comprometidos y dedicados a su formación y su educación en el CIDE. Tienen que ganarse el especio en esa comunidad, comprometiéndose con una educación de excelencia, de calidad, retadora y que también van a luchar por lo que creen. No cualquiera puede recibir clases en el CIDE.
Entiendo que ante la imposición de un director que carece de reconocimiento, respetabilidad, pericia y dignidad para estar el frente de nuestra institución, se sienta tristeza, rabia e impotencia y haya dudas sobre si solicitar entrada o continuar estudiando en el CIDE. Pero tengo esperanza en que esta imposición y los ataques tendrán caducidad. Y que ahora hay más razones para ser estudiantes del CIDE: la primera, tener a esas compañeras y compañeros.
*Profesor investigador del CIDE y Cátedra México en la Universidad de Chicago.