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Cuando Martín Villalobos habla de Mónica Alejandrina, lo hace en presente; esa es su forma de negar que la joven haya muerto a pesar de que tiene 15 años desaparecida.
En diciembre de 2004, la estudiante de Psicología salió de su casa, en el Estado de México, y se dirigió a la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM, donde estudiaba su carrera.
Entusiasmada por entregar uno de sus trabajos finales, Mónica se despidió de su familia como cualquier otro día; sin embargo, nunca más volvió a verlos porque fue secuestrada por sus mismos compañeros de clases, quienes exigieron a sus padres 250 mil pesos para liberarla.
“Su desaparición ocurrió en el Metro Martín Carrera. Las investigaciones que nosotros mismos hicimos indican que Mónica se subió por su propia cuenta a un carro; eso quiere decir que conocía a la persona que la secuestró”, explica Martín.
Aunque la familia de la joven ya había encontrado indicios de quiénes podrían haber sido los captores de la joven, Martín asegura que las autoridades capitalinas no los apoyaron inmediatamente y tuvieron que recurrir a la extinta Agencia Federal de Investigación (AFI).
“Pasaron cuatro años para que los compañeros de Mónica recibieran una sentencia por el crimen; sin embargo, pidieron un amparo y fueron saliendo. El único que sigue encerrado es una persona de nombre Jesús Martín Contreras Hernández”, comparte Martín.
Con un botón que tiene la imagen de Mónica Alejandrina y con un letrero descolorido que anuncia su desaparición, el cuñado de la víctima describe que las horas siguientes a la desaparición de la estudiante estuvieron llenas de nervios y terror.
“Cuando escuchamos temas de delitos de alto impacto siempre los vemos muy lejanos, creemos que nunca nos pasará y cuando ocurre, te sientes impotente porque no sabes qué hacer ni en quién confiar. En nuestro caso, la familia primero inició con unidad, pero eso cambió por los nervios y la desesperación”.
Si bien, ya pasó más de una década desde que Martín no ha visto a Mónica, él aún la recuerda como una joven alegre, entusiasta por su carrera profesional y con grandes planes para su vida: “Ella tenía 21 años y era una estudiante dedicada, y lo que más anhelaba era viajar por todo el mundo, pero hasta ahí se quedaron sus metas. Nosotros no creemos que esté muerta, pensamos que está metida en la trata de personas en México u otro país”.
Después de la desaparición de la joven, algunos de sus familiares se integraron al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, el cual se formó años después bajo el mando del poeta Javier Sicilia.
“A partir de ese momento hemos visto cómo las víctimas han aumentado. Cuando ocurrió lo de Mónica esta clase de delitos no pasaban con mucha frecuencia o no se hablaba de ellos, pero la situación ha empeorado en todo el país”, considera Martín.
Acepta que después de haber participado en la organización de Jarvier Sicilia se desentendió del tema por unos años; sin embargo, recientemente entró en contacto con el Movimietno Unido por Nuestros Desaparecidos en México y encontró que la misma violencia que se llevó a su familiar no ha cambiado.
“Yo me imaginaba que después de tantos años la realidad había cambiado, pero cuando entras en contacto con otros familiares de víctimas entiendes que esto podría perdurar por mucho tiempo si las autoridades no hacen su trabajo; ya hay mucha gente sufriendo”.
En la Ciudad de México, donde desapareció Mónica Alejandrina, al menos otras 744 personas pasaron por la misma experiencia, según el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas.
En el caso de la familia de Mónica, Martín revela qué los los ha motivado a continuar buscando a la estudiante, con la esperanza de encontrarla con vida algún día.
“Es el amor, el amor que le tenemos a Mónica. No vamos a parar hasta que la encontremos”, asevera.