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La Cámara de Diputados recibió de la Secretaría de Salud (Ssa) respuesta a un punto de acuerdo donde destaca la necesidad de capacitar a los siquiatras generales y a los médicos de primer contacto sobre el trastorno bipolar, con la finalidad de canalizar a los pacientes con el especialista y realizar diagnósticos oportunos.
Los médicos deben conocer de qué se trata la enfermedad, “ya que en la mayoría de los casos confunden esta afección con los cambios de personalidad o del carácter, cuando en realidad es un trastorno de estado anímico y, por lo tanto, no se pueden evitar episodios depresivos o de manía simplemente con hacer modificaciones sicosociales o ambientales, sino iniciar tratamiento farmacológico”.
Aclara que no es posible detener la proliferación de este padecimiento y aunque se ha identificado que el estrés sicosocial y algunas variables medioambientales podrían influir para que una persona presente síntomas, estos factores tienen poca injerencia. No obstante, pueden actuar más como detonadores en personas que son proclives a padecerlo por las características cerebrales que tienen.
Precisa que si se pretenden promover medidas o políticas encaminadas a disminuir la carga de la enfermedad, los esfuerzos deben dirigirse a la capacitación de los médicos.
También emprender campañas dirigidas a la población para evitar el estigma hacia los pacientes con los llamados trastornos mentales graves (que son siquiátricos crónicos y llegan a requerir hospitalizaciones en algún momento de la vida, así como tratamiento de por vida), para que se promueva la búsqueda de atención en caso de identificar tales síntomas y lograr la inclusión social de las personas con la enfermedad.
Menciona que en la actualidad se atribuye esta afección principalmente al componente genético, ya que la heredabilidad oscila entre 60% y 80%, dependiendo del estudio consultado. También se han propuesto mutaciones de novo, pero aún no se ha establecido con qué están relacionadas y no se sabe cómo evitarlas.
En el documento, publicado en la Gaceta Parlamentaria de la Cámara de Diputados, la Ssa resalta que este padecimiento se da en las últimas etapas de la adolescencia o al principio de la edad adulta, entre los 15 y 25 años, y cuando alguien comienza con los síntomas existe un retardo de siete a 10 años para diagnosticarlo.
La mayoría de las veces sólo se sospecha que el paciente tiene depresión, ansiedad o incluso se asume que presenta cambios en su carácter que pasarán con el tiempo, “lo cual impacta de forma negativa su funcionalidad laboral, escolar o social hasta antes de que se determine la enfermedad y su tratamiento oportuno”.
Eso respondió la Ssa al acuerdo aprobado por los diputados el 10 de abril, donde se le pidió implementar campañas de prevención, a fin de combatir el aumento del trastorno bipolar en jóvenes.