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“¡Hay de barro, de cartón, la figura de moda, baratas y de calidad!”, grita José Luis, quien vende piñatas en el mercado de Jamaica para que la gente las rompa en las tradicionales posadas navideñas. Este año los clientes iban en busca del personaje de la cinta Coco, pero la falta de tiempo impidió que José la incluyera entre su mercancía, pero considerando que es del gusto de la gente prometió venderla el próximo año.

A falta de Coco, los mexicanos optan por las piñatas con forma de estrella de siete picos, que representan los pecados capitales. Las hay de todos tamaños y colores, los precios van desde los seis pesos la más pequeña, hasta 800, de tamaño jumbo, a la que le caben más de 20 kilos de relleno.

Una posada puede significar un gasto que va entre los mil y 5 mil pesos si se ofrece ponche, aguinaldos, comida y piñatas; el presupuesto varía según el número de personas que asistan a la fiesta y del tipo de fruta y dulces que compren.

La familia del señor Ezequiel Suárez piensa gastar 3 mil pesos en la posada que celebrará el 23 de diciembre, previo al nacimiento del Niño Jesús. Cada año cierran la calle Manuel Cañas, en la delegación Iztapalapa, invitan a un grupo de vecinos que corren la voz y llegan con “los famosos colados”. En la celebración rompen alrededor de cuatro piñatas y obsequian más de 100 aguinaldos.

Asegura que no compran dulces de “colación” porque son muy caros y a los niños no les gustan, “es peligroso porque se les pueden atorar”, prefieren las frituras que ocupan más espacio dentro de las ollas de barro, bolsas de dulce surtido que cuestan 80 y 85 pesos, y una que otra pelotita.

La fruta ya no es opción para llenar las piñatas, porque Jesús Cárdenas, amigo de Ezequiel, dice que se maltrata y muchas veces al tocar el piso se echa a perder, “y los niños se emocionan más con los dulces”.

Ezequiel cruza la avenida Morelos con dos piñatas en las manos, le pide a Chucho que se apure porque no quiere que llegue la grúa y se lo lleve por estacionarse en doble fila. Afirma que aunque hay momentos difíciles como los sismos de septiembre, los mexicanos “debemos seguir adelante y preservar nuestras costumbres”.

Julio es el comerciante que acaba de atender a Ezequiel y a Jesús, atento a lo que decían sus clientes dice que “no se acaban las tradiciones, sino el dinero”, y lamentó que aunque el mercado de Jamaica tenga los mejores precios en productos para las posadas, luzca vacío.

El hombre que tiene 40 años vendiendo en este mercado presume las piñatas con forma de burrito sabanero, oso polar, Santa Claus, y las estrellas, confiesa que su clientela es variada: “Lo mismo jóvenes que viejitos, aunque son los más chavos los que compran piñatas de Capitán América o de la Mujer Maravilla”.

Desde noviembre instaló su puesto, él no vende otra cosa, sabe que aunque las ventas van a la baja, siempre habrá una familia que decida hacer una posada “y para ellos estamos”.

En el puesto contiguo está José, quien también vende bolsas de dulces, “porque así la gente ya no camina tanto, viene por la piñata y aprovecha de una vez”. Dice que hace apenas unos años en su local ofrecían bolsitas de aguinaldos, las llenaban de colación, galletas de animalito, bombones y chocolates, pero el precio de la colación aumentó metieron más variedad. El comerciante invita a la gente a no perder el espíritu navideño.

Después del terremoto del 19 de septiembre, Pepe, como le dicen sus amigos, creyó que no habría ventas, “empezamos muy bajos, pero poco a poco ahí vamos, no podemos exigir más cuando sabemos que hay gente que no tiene ni un techo en donde vivir ahora”, dice.

Mario Peña y su esposa Clara escogen dos piñatas, aseguran que para realizar una posada se necesita “mucho dinero”, porque entre el ponche y los dulces para rellenar las estrellas de siete picos se han gastado mil pesos “y lo que nos falta”.

Ellos festejan por parte de una iglesia, su hija menor los ayuda con “coperacha” para que puedan cantar la letanía y heredarle la tradición a los niños de su comunidad. “Esa es nuestra finalidad, que todos sepan que se hacen nueve posadas porque son los días que la Virgen María pasó buscando alojamiento, que sepan que se rompen piñatas de estrella porque se acaba con los pecados capitales, es muy bonito no perder las costumbres, ojalá todos nos esforzáramos para llevar a cabo aunque sea una posada y cantarle al Niño Jesús”.

En el puesto de enfrente está Madelin, quien vende dulces, luces de bengala y figuras para los nacimientos. “¿En cuánto las bolsas de chicharrones?”, le preguntó la señora Adriana Martínez, quien vive en la colonia Jardín Balbuena y prepara una posada para el 24 de diciembre.

“La bolsa a 30 pesos”, contestó Madelin. En su bolsa de mandado, Adriana y su tía llevan los ingredientes para el ponche: caña, piloncillo, jamaica, guayaba, manzana y ciruela pasa; se gastaron 850 pesos,

A esa cantidad le suman las piñatas, dulces, velitas, libros con letanías y comida. En total creen que han gastado 5 mil pesos, “y nos salió barato, porque somos muchos, pero aunque nos toque de a poquito, la idea es no dejar nuestra tradición”.

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