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Su ropa, su tono de piel, ser de provincia, su forma de hablar, no poder pronunciar nombres extranjeros, sólo haber terminado la primaria y trabajar en el hogar , han sido los principales motivos por los que María Isidra Llanos se ha sentido discriminada .
Hace más de tres décadas que llegó a la Ciudad de México, desde el municipio de Liebres, en Puebla , “en el campo no encontré un empleo, la necesidad me obligó a vivir de casa en casa, privada de comida, de mi libertad y derechos, y no solo yo, sino mis hijos que iban conmigo”.
Aunque han pasado más de quince años, no olvida que uno de los niños que tenía que cuidar en un hogar ubicado al sur de la ciudad le prohibió que lo tocara porque era morena. “'No me toques, eres morena', me dijo, se burlaba de mí color de piel , de mi ropa que no era de marca ni mucho menos, cuando se enojaba me decía que no le podía ayudar con sus tareas porque ni siquiera sabía leer bien”.
Isidra no fue la única en aguantar malos tratos , “mis tres hijos vivían encerrados en un cuarto, no podía verlos, darles de comer, eso lo entendía porque yo estaba trabajando, pero fue muy difícil para ellos, los dueños de la casa no querían que sus hijos convivieran con los míos, como si les fueran a contagiar algo, no lo sé”.
En 37 años aguantó de todo, tenía prohibido enfermarse, le contaban la comida, su jornada empezaba a las 6 de la mañana y terminaba a las 11:30 de la noche y nunca tuvo seguridad social. “Ahora trabajo solo de entrada por salida, uno se acostumbra a que lo traten mal, es difícil saber cuando te están violentando o discriminando porque lo ves como algo normal”.
mpb