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Morelia, Mich.— Moisés Cortés Facio defendió su lazo azul durante cuatro días. En medio del fastidio, con hambre y frío, estuvo a punto de liarse a golpes para que nadie lo moviera, para que nadie le intentara arrebatar su lugar en la fila que organizó para hacerse de al menos un poco de gasolina.
Es en una de las dos colonias que está en la Pascual Ortiz Rubio, en el enclave que separa la zona de casas costosas y la zona popular, por la ex penitenciaría de Morelia, donde este hombre pudo comprar gasolina para seguir ganándose la vida.
Cuatro días. Pasó de ver con malas caras a quienes le seguían en la fila a hacer amistad, a organizar a cientos de personas para dejar claro quiénes llegaron el lunes, el martes, el miércoles y ayer para comprar gasolina. Tras liarse con quien se quería meter a la cola, ayer la pudo comprar.
Pasa el mediodía. La fila de vehículos que esperan para cargar combustible es de más de dos kilómetros. En una ciudad pequeña como Morelia, en una calle donde hay dos gasolinerías —una casi enfrente de la otra—, en una salida hacia uno de los libramientos, la falta de gasolina provoca el caos.
Ahí se ve a este hombre pelón, de bigote, con camisa blanca, sudadera roja y un sucio pantalón de mezclilla organizando a la gente, sin importar que sea el cuarto día que lleva fuera de su casa, “regañado”, haciendo fila junto con cientos de personas en una de las dos gasolinerías en la zona. Narra su trajín:
“Con eso de que escaseó la gasolina nos dimos a la tarea de salir a buscar, a buscar y a buscar, nunca tuvimos éxito, en donde lográbamos gasolina, se nos acababa y veníamos, nos sentamos en un lugar donde dijimos que iba a llegar.
“El primer día nos quedamos, el lunes no llegó. Desvelo, sin conocernos, malas caras nos hacíamos; hicimos amistad con todos y en realidad se dio la amistad, ya nos compartíamos. El segundo día no fue ningún éxito, desesperados, con hambre, ganas de ir a la casa, regañados: ‘¿Por qué la pasas allá?’; ‘Vieja, necesitamos gasolina’.
“El segundo día llegamos a un acuerdo: que íbamos a poner un lacito azul, de lado a lado. Teníamos un conflicto con la gente, llegamos a un acuerdo. Nos la hemos estado partiendo, a esta gasolinería hasta la barríamos y llegamos a un acuerdo, garrafón que traigamos nosotros, lo vamos a llenar, hasta aquí”, dice y señala poco abajo del lleno al envase blanco que ha cargado.
Moisés se ve tranquilo, pese a que un momento antes lo quisieron sacar de la fila. “Tú, pelón, no te muevas, vamos a organizar, te vamos a echar la mano”, le dijeron. “Hasta nos sentimos alegres, vamos a dormir en casa”, dice el michoacano que abraza con amor su garrafón lleno de gasolina. Le durará dos días.