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“Toma paracetamol y se te quita”, escuchó Lidia de una enfermera. A Érika le pidieron guardar reposo. María, Margarita y Lluvia se fueron a casa con un posible diagnóstico de dengue. Al ver las ronchas de Rosa, su médico le dijo que quizá era zika, pero no tenía cómo detectarlo. Al cumplir ocho meses de embarazo, las mujeres recibieron la misma noticia: sus hijos nacerían con microcefalia por posible zika; no es la única coincidencia, a la fecha, ni ellas ni los niños han sido contabilizados por la Secretaría de Salud.
A casi tres años y medio de que se detectó el primer caso de zika en México, la dependencia federal ha reportado que 51 niños nacieron con un síndrome congénito asociado al virus; en 43 casos la afección predominante es microcefalia, pero Zoe, Emily, Diego, Caleb, Emir, Isaac y otros 22 menores de edad no se encuentran en esa lista porque sus mamás no fueron diagnosticadas a tiempo.
A pesar de que el funcionario aseguró que el Sistema de Vigilancia Epidemiológica es eficiente, lamentó que la ventana para diagnosticar a una mujer con el virus sea muy corta y si no se identificó durante el embarazo no hay manera de saber si la microcefalia con la que viven estos seis niños se relaciona con zika.
“Los mecanismos para identificar la enfermedad están limitados a ciertos periodos, las mujeres tienen una ventana de un mes para ser estudiadas con pruebas serológicas que comprueben la exposición al virus, también cuando nace un bebé con un síndrome asociado a zika se pueden tomar muestras del cordón umbilical, pero si no se hace en los primeros 30 días de nacido no hay posibilidad de detectar la presencia del virus”, precisó.
Las mujeres, originarias de municipios de Sinaloa, no tuvieron suerte: al presentar los síntomas como dolor de cabeza, ronchas en el cuerpo, fiebre y dolor muscular, acudieron a su clínica familiar, pero a ninguna le hicieron el reactivo para zika porque no contaban con ellos.
“En la clínica no supieron decirme qué tenía, sólo me prohibieron los antibióticos para no afectar el producto y me dijeron que mi sistema inmune nos protegería a los dos, me hicieron un estudio de sangre, que después supe sólo tenía el reactivo para dengue, me mandaron a mi casa, me dieron paracetamol y listo”, cuenta Lidia mientras carga a Zoe.
Con Diego entre sus brazos, Margarita recuerda que a las 12 semanas de embarazo tuvo fiebre, ardor en todo el cuerpo, su piel se puso roja, “con mucho salpullido”, por eso visitó su clínica del Seguro Social y le dijeron que posiblemente tenía dengue. “No había reactivos para zika, me dijeron que era dengue y que guardara reposo y tomara paracetamol”.
Al respecto, Alomía Zegarra reiteró que más allá de los sistemas de vigilancia con los que cuenta la Secretaría de Salud, existe la posibilidad de que por falta de educación o conocimiento tanto de los pacientes como de los empleados haya casos que queden fuera del registro.
Sobre la falta de reactivos para zika, el funcionario precisó que las pruebas se realizan en la Red Nacional de Laboratorios Estatales y en los hospitales de primer nivel sólo se toman muestras que son enviadas al laboratorio estatal para verificar si una mujer tiene o no el virus.
“Por su tipo de marco analítico, las pruebas deben ser revisadas por químicos y biólogos muy capacitados con equipos especiales para biología molecular y serología, no se hacen ni en hospitales de alta especialidad. La gran mayoría, puedo decir que 98% de hospitales que atienden a mujeres embarazadas, son unidades de primer nivel, ahí no se hacen estas pruebas, sólo toman muestras y se envían al laboratorio estatal. Lo que puedo asegurar es que los 32 laboratorios que hay en el país tienen matriz de pruebas”.
De acuerdo con información solicitada vía transparencia, el costo de las pruebas que realiza el Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (Indre) para detectar Zika, la PCR ZIKV/DENV/CHIKV, fue de 509 pesos por estuche de amplificación y el reactivo ELISA ZIKA tuvo un precio de 315 pesos.
En 2016 fue el único año en el que se enviaron estuches trioplex para detectar zika, chikungunya y dengue, cada uno contenía 500 reactivos.
“Al inicio de la emergencia por zika, el Indre realizó todas las pruebas diagnósticas moleculares y serológicas, después se capacitó a los laboratorios estatales y se hizo la transferencia para que ellos hicieran las pruebas. Sobre su repartición, sólo en 2016 se suministraron insumos a los estados”, cita el documento.
A Lluvia no le importa si no le hicieron la prueba diagnóstica, lo único que pide es que el gobierno federal sea sensible al tema, que realice campañas de prevención efectivas y que contabilice los casos sospechosos de microcefalia por zika.
“Soy maestra de primaria y una vez fueron personas a pegar carteles que decían: ‘cuidado con el mosco’, me acerqué y les pregunté si el zika existía en México y si había casos de niños afectados, me dijeron que no, que eso se da en la sierra o en otro lugar, les dije que me esperaran y fui por [mi hijo] Caleb, ese día me acompañó a dar clases, se los presenté y les dije que tenía microcefalia por posible zika y se quedaron callados, entonces lo que pido es que capaciten a las personas, que informen bien, que no digan que no existimos”, contó.
El estudio Estimaciones de la infección del virus zika, México, que fue publicado en el boletín de la Organización Mundial de la Salud (OMS), indica que el sistema mexicano de vigilancia para zika sólo se basa en los casos confirmados y no en los sospechosos ni probables, por lo que se oculta la verdadera magnitud de la epidemia. “Si vemos los reportes de la región latinoamericana, parecería que el zika se saltó a México, que se fue de Guatemala a Puerto Rico”, afirmó el investigador Mauricio Hernández Ávila.
Ante esta situación, Érika García invita a las autoridades de Salud a no invisibilizarlos más, “no pedimos que nos ayuden o que nos den dinero, pero sí que revisen el número de niños que tienen microcefalia por zika, no somos un mito”.