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nacion@eluniversal.com.mx
La violencia nos está rebasando. Si no reaccionamos con compasión y en unidad, difícilmente se resolverá este problema, afirmó Alfonso Miranda Guardiola, secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM).
En entrevista con EL UNIVERSAL, Miranda Guardiola destacó que ha faltado mayor vinculación con el gobierno federal para implementar el Proyecto Integral para la Construcción de Paz, mediante el cual la Iglesia católica busca participar en la reconstrucción del tejido social y la pacificación impulsada por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
El también obispo auxiliar de Monterrey advirtió que se requiere una mayor coordinación entre la Iglesia, la sociedad y el gobierno, puesto que atender la violencia es una tarea de todos, por lo que pidió a la población tener mayor sensibilidad para combatir este conflicto.
Comentó que durante la 107 Asamblea Plenaria, que se realiza a lo largo de esta semana, los más de 100 obispos del país analizarán la situación de la violencia y la migración, además de discutir la manera en la que implementarán el Proyecto Global Pastoral y los avances de las diócesis en materia de protección de menores.
¿Cómo será la coordinación con el gobierno para aplicar el Plan de Construcción de Paz?
—Todo este año hemos estado trabajando en la implementación. Para ello, tendremos labor de provincias a nivel intereclesial; también hemos tenido apertura con la Dirección de Asuntos Religiosos. En enero vino la secretaria de Gobernación al consejo permanente de la CEM y tratamos el tema de la paz. En un inicio tuvimos [una relación muy intensa con el gobierno], pero desde entonces se vino decayendo y [ahora] ya no habido un vínculo muy cercano con las autoridades.
Dada la naturaleza de los problemas que vive nuestro país, sabemos que es muy importante y necesario [tener una mejor coordinación con el gobierno], especialmente en el tema de la migración y la violencia, porque nadie en este país puede hacer [caso] omiso, nosotros no podemos hacerlo: tenemos que entrarle organizada y vinculadamente.
¿Están estancados los trabajos de construcción de paz en cuanto a la colaboración con el gobierno?
—Más que estancados, pienso que nos ha faltado un poco más de organización. Evidentemente, cada quien está haciendo lo que puede, pero ha sido insuficiente; por los niveles de violencia que vivimos, hay que decirlo. Entonces sí necesitamos una mayor colaboración entre Iglesia, gobierno y sociedad. Eso [me parece que] es algo completamente evidente. Todos los días hay decenas de muertos y no es posible que nos acostumbremos o que hagamos como si no pasara nada. Es un trabajo de todos y se necesita, por supuesto, una mayor cooperación y más interés del gobierno, la sociedad, iglesias católicas, cristianas, etcétera.
¿Cómo ve al país en materia de violencia?
—Hay muchos lugares de nuestro país lacerados por este tema: muchas personas mueren, familias quedan desintegradas, afectadas. Es un dolor muy grande [para el que] necesitamos, como mexicanos, tener más compasión y más sensibilidad ante lo que nos está pasando, porque estamos perdiendo mexicanos. Necesitamos esa mayor sensibilidad para que podamos actuar todos. Este problema nos está rebasando gravemente. Si no reaccionamos de manera adecuada y con compasión y unidad, dificilmente vamos a poder resolverlo.
¿Es necesaria una reforma a la ley para facilitar la colaboración entre Iglesia y gobierno?
—Sí, por supuesto. Estamos retomando, aunque no formalmente —o disponiendo, por llamarlo de algún modo—, el proyecto de reforma de la ley secundaria de libertad religiosa, que no es solamente el tema de las comunicaciones, sino algo mucho más amplio que tiene que ver con el derecho humano de profesar una fe, de la libre expresión, del libre ejercicio de [creencias] sin importar cuáles sean éstas, sino sólo vivirlas a nivel familia, en la educación de los hijos. También, claro, están esos tópicos de la libertad de expresión y de las comunicaciones, pero no son los únicos.
El tema está empezando a ser manejado [con diputados], pero falta completarlo; es decir, platicarlo con legisladores de todos los partidos para que pueda proceder.
Sobre el donativo del papa Francisco, ¿en qué consisten los proyectos financiados?
—Desde principios de diciembre recibimos el donativo, y a partir del 7 de enero empezamos a trabajar con la preparación del Encuentro Nacional de Directores de Albergues y Centros de Atención para atender a migrantes, que se realizó el 15 y 16 de febrero; después se lanzó una convocatoria para enviar proyectos; hasta el momento hemos recibido 30, pero sólo 27 entraron en tiempo preciso; de esos 27, únicamente 13 pudieron presentar rápido la documentación requerida y ser aprobados; otros 14 están en proceso de presentar documentación de proyectos, actas constitutivas y todo lo que es necesario para el donativo. Sin embargo, los 27 trabajan con migrantes desde comedores, casas de migrantes, acompañamiento y protección. Todo gira en torno al acompañamiento y a la ayuda humanitaria de los migrantes.
¿Cuál es el estado de las casas de migrantes de la Iglesia?
—La mayoría, por no decir todas, están sobresaturadas. En todo el país se habla de que 75 mil migrantes fueron detenidos por Estados Unidos en febrero de este año, y de 100 mil en marzo. Son cantidades muy grandes que recorren el país en diferentes caravanas, entonces se dan colapsos, especialmente en el sur, en Tapachula, donde desbordan las fuerzas gubernamentales, eclesiales y sociales. Es un asunto muy complicado. Además son personas que no reciben un trato digno; no obstante, la Iglesia —los religiosos, los sacerdotes— acoge, acompaña y ayuda, pero a veces la sociedad misma, por prejuicios, discrimina. La Iglesia actúa porque son seres humanos, hijos de Dios.
En ocasiones han acusado una incorrecta coordinación con el gobierno. ¿A qué se refieren?
—Como conferencia episcopal no hemos tenido una mayor vinculación con las autoridades que manejan migración, pero estamos buscándola para poder ofrecer nuestra ayuda; sin embargo, no ha habido una coordinación operativa, ya que gran parte de la atención humanitaria a los migrantes ha sido otorgada por más de 100 casas de migrantes católicas, otras más asociadas a la Iglesia católica, sin contar las ofrecidas por otras iglesias y organismos sociales. No ha habido, pues, comunicación entre nosotros para responder a esta crisis humanitaria.
¿Ven desinterés del gobierno?
—Sin duda, el gobierno está atendiendo [el problema] a su manera y capacidad, así como la Iglesia, pero sí nos ha faltado mejorar la organización. Cada quien hace lo propio y cada quien con su enfoque, y el nuestro es de ayuda humanitaria y completamente de hermano, de prójimo. A quien nos pide una mano , la Iglesia se la brinda incondicionalmente.